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Hegel

Definition:
Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831)

Tras cuatro semestres dejé los estudios teológicos y me dediqué por entero a la filosofía. No dejé con todo de asistir a un curso de Teología en los años posteriores a 1911: el de Dogmática, impartido por Carl Braig. A ello me veía determinado por mi interés por la teología especulativa y, sobre todo, por ese penetrante modo de pensar que el citado profesor hacía presente en cada lección. Gracias a él tuve por vez primera noticia, en algunos paseos a los cuales pude acompañarle, de la importancia de Schelling y HEGEL para la teología especulativa, a diferencia del sistema doctrinal de la Escolástica. Así es como entró en el círculo de mis pesquisas la tensión entre ontología y teología especulativa como cimentación de la metafísica. Heideggeriana: CaminoFenomenologia

Aquello que sea el hombre, esto es, lo que en el lenguaje tradicional de la metafísica se llama la “esencia” del hombre, reside en su ex-sistencia. Pero, así pensada, la ex-sistencia no es idéntica al concepto tradicional de existentia, que significa realidad efectiva, a diferencia de la essentia, que significa posibilidad. En Ser y tiempo (p. 42) hemos subrayado la frase: “La ‘esencia’ del Dasein reside en su existencia”. Pero aquí no se trata de una oposición entre existentia y essentia, porque aún no se han puesto para nada en cuestión ambas determinaciones metafísicas del ser y mucho menos su mutua relación. Dicha frase encierra todavía menos algo parecido a una afirmación general sobre el Dasein entendido en el sentido de la existencia, en la medida en que esa denominación, que fue adoptada en el siglo XVIII para la palabra “objeto”, quiere expresar el concepto metafísico de realidad efectiva de lo real. Antes bien, lo que dice la frase es que el hombre se presenta de tal modo que es el “aquí”, es decir, el claro del ser. Este “ser” del aquí, y sólo él, tiene el rasgo fundamental de la ex-sistencia, es decir, del extático estar dentro de la verdad del ser. La esencia extática del hombre reside en la ex-sistencia, que sigue siendo distinta de la existentia metafísicamente pensada. La filosofía medieval concibe a esta última como actualitas. Kant presenta la existentia como la realidad efectiva, en el sentido de la objetividad de la experiencia. HEGEL define la existentia como la idea de la subjetividad absoluta que se sabe a sí misma. Nietzsche concibe la existentia como el eterno retorno de lo igual. Desde luego, queda abierta la cuestión de si a través de estas interpretaciones de la existentia como realidad efectiva, que sólo a primera vista parecen tan diversas, queda ya suficientemente pensado el ser de la piedra, o incluso la vida en cuanto ser de los vegetales y los animales. En cualquier caso, los seres vivos son como son, sin que por ser como tal estén en la verdad del ser y sin que preserven en dicho estar lo que se presenta de su ser. De entre todos los entes, presumiblemente el que más difícil nos resulta de ser pensado es el ser vivo, porque, aunque hasta cierto punto es el más afín a nosotros, por otro lado está separado de nuestra esencia ex-sistente por un abismo. Por contra, podría parecer que la esencia de lo divino está más próxima a nosotros que la sensación de extrañeza que nos causan los seres vivos, entendiendo dicha proximidad desde una lejanía esencial que, sin embargo, en cuanto tal lejanía, le resulta más familiar a nuestra esencia existente que ese parentesco corporal con el animal que nos sume en un abismo apenas pensable. Semejantes reflexiones arrojan una extraña luz sobre la caracterización habitual, y por eso mismo todavía demasiado prematura, del ser humano como animal rationale. Si a las plantas y a los animales les falta el lenguaje es porque están siempre atados a su entorno, porque nunca se hallan libremente dispuestos en el claro del ser, el único que es “mundo”. Pero no es que permanezcan carentes de mundo en su entorno porque se les haya privado de lenguaje. En la palabra “entorno” se agolpa pujante todo lo enigmático del ser vivo. El lenguaje no es en su esencia la expresión de un organismo ni tampoco la expresión de un ser vivo. Por eso no lo podemos pensar a partir de su carácter de signo y tal vez ni siquiera a partir de su carácter de significado. Lenguaje es advenimiento del ser mismo, que aclara y oculta. Heideggeriana: CartaHumanismo

El esti gar einai de Parménides sigue estando impensado todavía. Y eso nos da la medida del progreso de la filosofía. Si atiende a su esencia, en realidad la filosofía no progresa nada. Se pone en su lugar para pensar siempre lo mismo. Progresar, es decir, marchar más allá de ese lugar, es un error que sigue al pensar como esa sombra que él mismo arroja. Es precisamente porque el ser sigue impensado todavía por lo que también en Ser y tiempo se dice del ser que: “se da”. Pero no podemos permitirnos especular directamente y sin apoyarnos en algo a propósito del il y a. Este “se da” reina como destino del ser. Su historia llega al lenguaje a través de la palabra de los pensadores esenciales. Por eso, el pensar que piensa en la verdad del ser es histórico en cuanto tal pensar. No existe un pensar “sistemático” y, a su lado, a modo de ilustración, una historia de las opiniones pretéritas. Pero tampoco existe, como piensa HEGEL, una sistemática que pueda convertir a la ley de su pensamiento en ley de la historia y que pueda asumir simultáneamente tal historia en el sistema. Pensando de modo más inicial, lo que hay es la historia del ser, de la que forma parte el pensar como memoria de esa historia, un pensar acontecido por ella misma. La memoria se diferencia esencialmente de la actualización a posteriori de la historia comprendida como un transcurrir pasado. La historia nunca ocurre de entrada como suceso, y el suceso no es un transcurrir. El suceder de la historia se presenta como destino de la verdad del ser a partir de dicho ser (vid. la conferencia sobre el himno de HölderlinWie wenn am Feiertage…, 1941, p. 31). El ser llega a ser destino en la medida en que él mismo, el ser, se da. Pero, pensado como destino, esto quiere decir que se da y al mismo tiempo se niega a sí mismo. Sin embargo, la definición de HEGEL de la historia como desarrollo del “espíritu” no carece de verdad. Tampoco es que sea en parte falsa y en parte verdadera. Es tan verdadera como es verdadera esa metafísica, que, gracias a HEGEL, deja que tome voz por vez primera en un sistema su esencia pensada de modo absoluto. La metafísica absoluta, junto con las inversiones que llevaron a cabo Marx y Nietzsche, pertenece a la historia de la verdad del ser. Lo que de ella sale no se puede atacar ni mucho menos eliminar por medio de refutaciones. Sólo se puede asumir, siempre que su verdad se vuelva a albergar de manera más inicial en el propio ser y se sustraiga al ámbito de la mera opinión humana. Toda refutación en el campo del pensar esencial es absurda. La disputa entre pensadores es la “disputa amorosa” de la cosa misma. Es la que les ayuda alternantemente a entrar a formar parte de la sencilla pertenencia a la cosa misma, a partir de la cual encuentran en el destino del ser el destino adecuado. Heideggeriana: CartaHumanismo

El desterramiento deviene un destino universal. Por eso, es necesario pensar dicho destino desde la historia del ser. Eso que, partiendo de HEGEL, Marx reconoció en un sentido esencial y significativo como extrañamiento del hombre hunde sus raíces en el desterramiento del hombre moderno. Tal desterramiento está provocado por el destino del ser bajo la forma de la metafísica, afianzado por ella y encubierto también por ella en cuanto desterramiento. Es precisamente porque al experimentar el extrañamiento Marx se adentra en una dimensión esencial de la historia por lo que la consideración marxista de la historia es superior al resto de las historias. Pero como ni Husserl ni hasta donde yo veo por ahora tampoco Sartre reconocen la esencialidad de lo histórico en el ser, por eso ni la fenomenología ni el existencialismo llegan a esa dimensión en la que resultaría posible por vez primera un diálogo productivo con el marxismo. Heideggeriana: CartaHumanismo

Claro que para eso también es necesario librarse de las representaciones ingenuas que se suelen tener del materialismo, así como de las críticas baratas que se le suelen echar en cara. La esencia del materialismo no consiste en la afirmación de que todo es materia, sino, más bien, en una determinación metafísica según la cual todo ente aparece como material de trabajo. La concepción metafísica moderna de la esencia del trabajo ha sido pensada ya con antelación en la Fenomenología del espíritu de HEGEL como el proceso que se dispone a sí mismo de la producción incondicionada, es decir, como objetivación de lo efectivamente real por parte del hombre, experimentado éste como subjetividad. La esencia del materialismo se oculta en la esencia de la técnica, sobre la que ciertamente se escribe mucho, pero se piensa poco. En su esencia, la técnica es un destino, dentro de la historia del ser, de esa verdad del ser que reside en el olvido. En efecto, dicha técnica no sólo procede etimológicamente de la techne griega, sino que también procede desde el punto de vista histórico esencial de la techne comprendida como uno de los modos de la aletheuein, esto es, del hacer que se manifieste lo ente. En cuanto figura de la verdad, la técnica se funda en la historia de la metafísica. Y esta misma es una fase destacada, y hasta ahora la única abarcable, de la historia del ser. Podemos adoptar distintas posturas en relación con las doctrinas del comunismo y su fundamentación, pero lo que no cambia desde el punto de vista de la historia del ser es que en él se expresa una experiencia elemental de lo que es historia universal. El que entienda el “comunismo” solamente como un “partido” o como una “concepción del mundo” piensa tan cortamente como los que bajo el título de “americanismo” sólo entienden, y encima de modo despectivo, un particular estilo de vida. El peligro hacia el que se ve empujada Europa cada vez de modo más visible consiste probablemente en que, sobre todo, su pensar — que antaño fuera su grandeza — queda relegado por detrás del curso esencial del incipiente destino mundial, el cual, sin embargo, sigue estando determinado de modo europeo en lo que respecta a los rasgos fundamentales del origen de su esencia. Ninguna metafísica, ya sea idealista, materialista o cristiana, puede, según su esencia, y de ningún modo recurriendo solamente a los esfuerzos por desplegarse, re-tener y recuperar todavía el destino, es decir, alcanzar y recoger con su pensamiento lo que, en un sentido pleno del ser, es ahora. Heideggeriana: CartaHumanismo

El desistir está presente en el ser mismo, pero en ningún caso en el Dasein del hombre cuando éste es pensado como subjetividad del ego cogito. El Dasein no desiste en la medida en que el hombre, como sujeto, lleva a cabo el desistimiento en el sentido del rechazo, sino que el ser-aquí desiste en la medida en que por ser la esencia en la que el hombre ex-siste, él mismo pertenece a la esencia del ser. El ser desiste… en cuanto ser. Por eso, en el idealismo absoluto de HEGEL y Schelling aparece el no de la nada en cuanto negatividad de la negación en la esencia del ser. Ahora bien, éste está pensado allí en el sentido de la realidad absoluta, comprendida como voluntad incondicionada que se quiere a sí misma en calidad de voluntad de saber y de amor. En esta voluntad se esconde también el ser como voluntad de poder. Lo que no podemos entrar a debatir aquí es por qué sin embargo la negatividad de la subjetividad absoluta es de tipo “dialéctico” y por qué por medio de la dialéctica emerge en primer plano el desistir, pero al mismo tiempo permanece velado en su esencia. Heideggeriana: CartaHumanismo

El pensar futuro ya no es filosofía, porque piensa de modo más originario que la metafísica, cuyo nombre dice la misma cosa. Pero el pensar futuro tampoco puede olvidar ya, como exigía HEGEL, el nombre de “amor a la sabiduría” para convertirse en la sabiduría misma bajo la figura del saber absoluto. El pensar se encuentra en vías de descenso hacia la pobreza de su esencia provisional. El pensar recoge el lenguaje en un decir simple. Así, el lenguaje es el lenguaje del ser, como las nubes son las nubes del cielo. Con su decir, el pensar traza en el lenguaje surcos apenas visibles. Son aún más tenues que los surcos que el campesino, con paso lento, abre en el campo. Heideggeriana: CartaHumanismo

La metafísica de Nietzsche es nihilista en la medida en que es un pensar en términos de valor y que éste se funda en la voluntad de poder como principio de toda posición de valores. De acuerdo con ello, la metafísica de Nietzsche se vuelve acabamiento del nihilismo propio porque es metafísica de la voluntad de poder. Pero si esto es así, la metafísica de la voluntad de poder es el fundamento del acabamiento del nihilismo propio, pero no puede ser de ninguna manera el fundamento del nihilismo propio en cuanto tal. Éste, aunque aún no haya llegado a su acabamiento, tiene que imperar en la esencia de la metafísica precedente. Esta última, si bien no es metafísica de la voluntad de poder, experimenta, sin embargo, al ente en cuanto tal en su totalidad como voluntad. Por más que la esencia de la voluntad que aquí se piensa pueda seguir siendo oscura en múltiples respectos, y quizá necesariamente, si se retrocede desde la metafísica de Schelling y HEGEL hasta Descartes, pasando por Kant y Leibniz, el ente en cuanto tal se experimenta, en el fondo, como voluntad. Heideggeriana: NiilismoSer

Estamos tentados de pasar simplemente por alto este hecho o de catalogar esta interpretación de la historia de la metafísica como la visión historiográfica de la historia de la filosofía que le resultaba más cercana. Estaríamos entonces sólo ante una visión historiográfica junto a otras. Así, en el curso de los siglos XIX y XX la historiografía erudita se ha representado la historia de la filosofía a veces desde el horizonte de la filosofía de Kant o de la filosofía de HEGEL, a veces desde el de la Edad Media, aunque con mayor frecuencia, por cierto, desde un horizonte que, gracias a la mezcla de las más diversas doctrinas filosóficas, aparenta una amplitud y una validez universal por la que todos los enigmas desaparecen de la historia del pensamiento. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Por eso Nietzsche habla — como si fuera la cosa más obvia del mundo — de unidad, totalidad, verdad, como “valores supremos”. Que éstos sean “valores” no es simplemente una interpretación agregada por Nietzsche ulteriormente. Es el paso primero y decisivo de la “transvaloración” misma. En efecto, si se piensa bien, la transvaloración llevada a cabo por Nietzsche no consiste en que ponga nuevos valores en lugar de los valores supremos válidos hasta el momento, sino en que concibe ya a “ser”, “fin” y “verdad” como valores y sólo como valores. La “trans-valoración” de Nietzsche es en el fondo el repensar en términos de valor todas las determinaciones del ente. En el fragmento n. 12, al “fin”, la “unidad”, la “totalidad”, la “verdad”, el “ser”, los llama también “categorías de la razón”. Efectivamente lo son para Kant y Fichte, para Schelling y HEGEL. También para Aristóteles, y para él en primer lugar, las determinaciones del ente en cuanto tal son categorías, aunque no “categorías de la razón”, suponiendo que se comprenda aquí “razón” como esencia de la subjetividad, tal como ocurre en Kant y en el idealismo alemán. Así pues, cuando Nietzsche trata de las determinaciones del ente y las comprende como “valores cosmológicos”, se está expresando allí la interpretación metafísico-moderna de las determinaciones de ser del ente como categorías de la razón. Pero esa interpretación moderna es transformada a su vez por Nietzsche, de manera tal que ahora las categorías de la razón aparecen como valores supremos. Esta interpretación de las determinaciones de ser del ente, que surge en la época más reciente y en la última metafísica, es retrotraída a la filosofía griega, ya que toda la historia de la metafísica occidental aparece como historia de las posiciones de valores. Las posiciones metafísicas fundamentales anteriores no llegan a la palabra con la verdad que les es propia. Hablan el lenguaje de la filosofía de la voluntad de poder entendida como posición de valores. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Si consideramos además la prueba de la copertenencia esencial entre posición de valores y voluntad de poder, se muestra que: la interpretación nietzscheana de toda metafísica desde el pensamiento del valor hunde sus raíces en la determinación fundamental del ente en su totalidad como voluntad de poder. Este nombre es la palabra fundamental de la metafísica de Nietzsche. Ni HEGEL ni Kant, ni Leibniz ni Descartes, ni el pensamiento medieval ni el helenístico, ni Aristóteles ni Platón, ni Parménides ni Heráclito saben de la voluntad de poder como carácter fundamental del ente. Por consiguiente, cuando Nietzsche ve la metafísica como tal y toda su historia en el círculo visual de la posición de valores, esta historia cae con ello en una perspectiva unilateral y la consideración historiográfica regida por ella se vuelve no verdadera. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Pero si intentamos ahora demostrar que la metafísica anterior a Nietzsche no interpretaba el ente como voluntad de poder y que, por consiguiente, el pensamiento del valor le era extraño, nuestro propósito está sujeto al mismo reparo que se ha aducido frente a la interpretación nietzscheana de la historia. También nosotros tenemos que mirar e interpretar el pensar anterior desde el círculo visual de un pensar, el nuestro. Al igual que Nietzsche, al igual que HEGEL, tampoco nosotros podemos salirnos de la historia y del “tiempo” y contemplar lo sido en sí, desde una posición absoluta, por así decirlo sin una óptica determinada y por ello necesariamente unilateral. Para nosotros rige lo mismo que para Nietzsche y HEGEL, con el agravante de que el círculo visual de nuestro pensamiento quizás ni siquiera alcance la esencialidad y menos aún la grandeza del cuestionamiento de esos pensadores, por lo que nuestra interpretación de la historia, en el mejor de los casos, quedará detrás de las ya alcanzadas. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Los que tratan de este modo acerca de qué es el ente en su totalidad son “teólogos”. Su “filosofía” sólo tiene de filosofía el nombre, porque una “filosofía cristiana” es un contrasentido aún mayor que la idea de un círculo cuadrado. El cuadrado y el círculo todavía concuerdan en que son figuras espaciales, mientras que la fe cristiana y la filosofía son abismalmente diferentes. Incluso si quisiera decirse que en ambos casos se enseña la verdad, lo que quiere decir verdad es totalmente diferente. El hecho de que los teólogos medievales a su manera, es decir cambiándoles el sentido, estudiaran a Platón y a Aristóteles es equivalente a la utilización de la metafísica de HEGEL por parte de Karl Marx para su cosmovisión política. Pero bien mirado, la doctrina christiana no quiere transmitir un saber sobre el ente, sobre lo que éste es, sino que su verdad es por completo una verdad de salvación. Se trata del aseguramiento de la salvación de las almas inmortales individuales. Todos los conocimientos están referidos al orden de la salvación y están al servicio del aseguramiento y la promoción de la misma. Toda historia se convierte en historia de la salvación: creación, pecado original, redención, juicio final. Así también queda establecido de qué único modo (es decir con qué único método) tiene que determinarse y transmitirse lo que es digno de saberse. A la doctrina le corresponde la schola (la instrucción); por eso los doctores de la doctrina de la fe y la salvación son “escolásticos”. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Esta determinación de la filosofía no es válida ni siquiera respecto de HEGEL, cuya posición metafísica fundamental encierra aparentemente este concepto de filosofía; en efecto, la filosofía de HEGEL, que en un respecto era un acabamiento, sólo lo era en cuanto pensaba por adelantado los ámbitos en los que se movería posteriormente la historia del siglo XIX. Que este siglo haya tomado posición contra HEGEL en un nivel que se encuentra por debajo de la metafísica hegeliana (el nivel del positivismo) sólo es, pensado metafísicamente, la prueba de que se tornó completamente dependiente de él y sólo con Nietzsche transformó esa dependencia en una nueva liberación. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Así, se considera al “principio de no contradicción” un “principio” (”axioma”) válido en sí mismo de manera intemporal, y no se reflexiona en que para la filosofía de Aristóteles tiene un contenido esencialmente diferente y desempeña un papel distinto que para Leibniz, y que, a su vez, tiene una verdad diferente en la metafísica de HEGEL o en la de Nietzsche. La proposición dice en cada caso algo esencial no sólo sobre la “contradicción” sino sobre el ente en cuanto tal y sobre la especie de verdad en la que el ente en cuanto tal es experimentado y proyectado. Esto vale también para el ego-cogito-sum de Descartes. Por eso, tampoco en este caso debemos creer que con la varita mágica de lo “comprensible de suyo” aclararemos todo inmediatamente. Sobre la base del anterior comentario de la cogitatio tenemos que intentar pensar a fondo el ego-cogito-sum de acuerdo con su propia medida. Según su expresión literal, la proposición apunta hacia el sum, yo soy, es decir hacia el conocimiento de que yo soy. Pero si aquí debe demostrarse en un cierto respecto que yo, o sea “yo”, ego, en el sentido de aquel que representa el re-presentar, soy, para ello no se necesita la argumentación silogística que, partiendo de la existencia segura de algo conocido, llega a la conclusión de la existencia de algo hasta entonces desconocido e inseguro. En efecto, en el re-presentar humano de un objeto, por medio de éste mismo, en cuanto es algo enfrentado y puesto delante, está ya re-mitido aquello “enfrente” y “delante” de lo cual está el objeto, de manera tal que el hombre, en virtud de esta remisión puede decirse a sí mismo, en cuanto aquel que re-presenta, “yo”. El yo — en cuanto “yo soy el que representa” — está remitido al re-presentar de manera tan segura que ningún silogismo, por más concluyente que sea, podrá alcanzar nunca la seguridad de esta re-misión a sí del que representa. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

En el curso posterior del despliegue de la metafísica moderna, la no verdad se convertirá, en HEGEL, en un estadio y una especie de la verdad misma, y esto quiere decir: la subjetividad, en su apoyarse-sobre-sí-misma, tiene una esencia tal que supera la no verdad en lo incondicionado del saber absoluto, superación por la cual la no verdad aparece sólo como algo condicionante y finito. Aquí, todo error y toda falsedad siempre es sólo la unilateralidad de lo en sí y por sí verdadero. Lo negativo pertenece a la positividad del representar absoluto. La subjetividad es el representar incondicionado que media y supera en sí a todo lo condicionante, es espíritu absoluto. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

En conformidad con esta esencia de la verdad como justicia, la subjetividad de la voluntad de poder, a la que la justicia “representa”, es incondicionada. Pero este carácter incondicionado tiene ahora un sentido diferente que, por ejemplo, en la metafísica de HEGEL. Éste pone a la no verdad como un nivel y una unilateralidad que queda superada en la verdad. La metafísica de Nietzsche pone inmediatamente la no verdad, en el sentido de error, como la esencia de la verdad. La verdad — así constituida y comprendida — proporciona al sujeto la incondicionada disposición sobre verdadero y falso. La subjetividad no sólo queda liberada de todo límite sino que ella misma dispone ahora de todo poner y quitar límites. No es la subjetividad del sujeto la que transforma la esencia y la posición del hombre en medio del ente. Antes bien, el ente en su totalidad ha experimentado ya una interpretación diferente por medio de aquello de donde toma su origen la subjetividad, por medio de la verdad del ente. Por ello, con la transformación del ser-hombre en sujeto la historia de la humanidad moderna no recibe simplemente nuevos “contenidos” y nuevos ámbitos de acción, sino que el curso mismo de la historia se vuelve diferente. En apariencia, todo no es más que descubrimiento, investigación, descripción, organización y dominio del mundo, en todo lo cual el hombre se expande y, como consecuencia de la expansión, distiende su esencia, la aplana y la pierde. En verdad, sin embargo, de este modo no hacen más que delinearse los rasgos fundamentales de acuerdo con los cuales se acuñará la subjetividad incondicionada de la humanidad. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

La metafísica de Nietzsche y por lo tanto el fundamento esencial del “nihilismo clásico” se pueden definir ahora con mayor precisión como metafísica de la incondicionada subjetividad de la voluntad de poder. No decimos simplemente “metafísica de la incondicionada subjetividad” porque esta determinación vale también para la metafísica de HEGEL, en la medida en que es la metafísica de la incondicionada subjetividad de la voluntad que se sabe a sí misma, es decir del espíritu. Correspondientemente, el modo de la incondicionalidad se determina en él desde la esencia de la razón que es en y por sí, a la que HEGEL piensa siempre como unidad de saber y voluntad, y nunca en el sentido de un “racionalismo” del mero entendimiento. Para Nietzsche, la subjetividad es incondicionada como subjetividad del cuerpo, es decir de las pulsiones y los afectos, es decir de la voluntad de poder. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

En cada una de estas figuras de la subjetividad incondicionada la esencia del hombre se integra en un papel diferente. De modo general y permanente, la esencia del hombre está fijada a lo largo de la historia de la metafísica como animal rationale. En la metafísica de HEGEL, la rationalitas, entendida de modo especulativo-dialéctico, se vuelve determinante para la subjetividad; en la metafísica de Nietzsche, la animalitas (animalidad) se convierte en hilo conductor. Consideradas en su unidad histórico-esencial, ambas llevan la rationalitas y la animalitas a una validez incondicionada. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Pero ¿qué quiere decir entonces “final de la metafísica” ? Respuesta: el instante histórico en el que están agotadas las posibilidades esenciales de la metafísica. La última de estas posibilidades tiene que ser aquella forma de la metafísica en la que se invierte su esencia. Esta inversión es llevada a cabo no sólo efectivamente sino también a sabiendas, aunque de manera diferente en ambos casos, en la metafísica de HEGEL y en la metafísica de Nietzsche. Este ejercicio a sabiendas de la inversión es, en el sentido de la subjetividad, la única inversión real que le es adecuada. El propio HEGEL dice que pensar en el sentido de su sistema quiere decir hacer el intento de estar y caminar cabeza abajo. Y Nietzsche ya en época temprana designa a toda su filosofía como inversión del “platonismo”. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

En la interpretación platónica de la entidad del ente como idea falta toda huella de una experiencia del ser como “voluntad de poder”. Pero también la fundación cartesiana de la metafísica sobre el representar en cuanto subiectum sólo parece reinterpretar la idea como idea en cuanto perceptio y pensar el ser como re-presentatividad, en lo cual la certeza se vuelve esencial pero falta igualmente el carácter de voluntad de poder. Con qué claridad el proyecto de la entidad como representatividad busca desplegar la esencia de ésta sin saber nada de una voluntad de poder, está testimoniado por la doctrina kantiana de la objetividad de los objetos. La subjetividad trascendental es la presuposición interna de la subjetividad incondicionada de la metafísica de HEGEL, en la que la “idea absoluta” (el aparecerse-a-sí-mismo del re-presentar incondicionado) constituye la esencia de la realidad efectiva. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Con Leibniz todo ente se vuelve “de tipo subjetivo”, es decir, en sí mismo representante-apetente y por lo tanto eficaz [wirk-sam]. Directa e indirectamente (a través de Herder), la metafísica de Leibniz determinó el “humanismo” alemán (Goethe) y el idealismo (Schelling y HEGEL). En la medida en que el idealismo se fundaba sobre todo en la subjetividad trascendental (Kant) y al mismo tiempo, pensaba de modo leibniziano, mediante una peculiar fusión y radicalización en dirección de lo incondicionado, se llegó a pensar aquí la entidad del ente a la vez como objetividad y como eficacia. La eficacia (realidad efectiva) es comprendida como voluntad que sabe (saber volitivo), es decir como “razón” y “espíritu”. La obra capital de Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, reúne, junto con una exégesis muy exterior y superficial del platonismo y de la filosofía kantiana, todas las direcciones fundamentales de la interpretación occidental del ente en su totalidad, desarraigándolas y llevándolas a un plano de comprensibilidad que se inclina hacia el emergente positivismo. La obra capital de Schopenhauer se convirtió para Nietzsche en la auténtica “fuente” para la forma y dirección de sus pensamientos. A pesar de ello, Nietzsche no tomó de los “libros” de Schopenhauer el proyecto del ente como “voluntad”. Schopenhauer sólo pudo “cautivar” al joven Nietzsche porque las experiencias fundamentales del pensador que se estaba despertando encontraron en esa metafísica sus primeros e insoslayables apoyos. Heideggeriana: NiilismoEuropeu

Este contexto de ser o contexto de validez, o bien puede quedar en el aire, o bien se lo puede tomar como algo últimamente válido en sí mismo, o bien se lo puede enfocar como lo pensado y el pensamiento de un espíritu absoluto, y lo último a su vez en el sentido de HEGEL o en un sentido neoplatónico-agustiniano. Heideggeriana: Hermeneutica1923

Es en Kierkegaard donde puede documentarse con más claridad la precisa motivación de esa tozudez con que se nos presenta la dialéctica. En el aspecto propiamente filosófico (42) Kierkegaard nunca se soltó de HEGEL. Su posterior apelación a Trendelenburg no es sino una prueba aún más clara de cuán poco radical era Kierkegaard en filosofía. No se dio cuenta de que Trendelenburg veía a Aristóteles con las gafas de HEGEL. El meter paradojas en el Nuevo Testamento y en el cristianismo es simplemente hegelianismo negativo, es decir, un hegelianismo practicado en términos de dialéctica negativa. Y, sin embargo, lo que él quería (fenoménicamente) era algo distinto. Cuando hoy se busca poner en conexión con la dialéctica la tendencia básica propiamente dicha de la fenomenología, ello es como si uno quisiese mezclar el fuego con el agua. Heideggeriana: Hermeneutica1923

(43)Ingrediente sintomático de esta aspiración a lo objetivo y de esta tensión hacia lo objetivo es el volver la espalda (la aversio respecto a) las reflexiones atinentes a teoría del conocimiento y teoría de la ciencia (el dejar de lado lo meramente subjetivo); el gesto de elegancia que hoy se ha vuelto habitual entre los filósofos de la historia: el recurrir a una metafísica objetiva. Y de tal recurso a una metafísica objetiva es un signo inconfundible el modo como se busca consejo en la historia de la filosofía (y en dónde se lo busca). Aristóteles (en su interpretación tradicional), Leibniz y HEGEL se convierten en modelos. La dirección de interpretación de la filosofía en el hoy [es decir, en el hoy, la filosofía, en cuanto que ésta constituye una de las direcciones de la forma culta de venir interpretado el hoy MJR] se atiene a (y se mantiene en) el enfoque de un “contexto de ser” universal, que se vuelve determinable en términos de un ponerle universalmente un orden que le resulte adecuado. El comportamiento básico de la conciencia histórica se nos mostró, por su parte, en los mismos términos, a saber: como un ordenar que procede por vía de comparación de formas, de comparación morfológica. Heideggeriana: Hermeneutica1923

Toda dialéctica, en aquello que trae a colación, vive siempre de la mesa de otro. Un ejemplo bien iluminador: la lógica de HEGEL. No es que baste un mero y fugaz examen para que salte a la vista que esa lógica es simplemente una elaboración de la lógica tradicional, sino que HEGEL lo dice expresamente: “ese material adquirido” (Platón, Aristóteles) es “un elemento importantísimo e incluso una condición necesaria (46) y un presupuesto que hay que reconocer agradecidos” [xi]. (Y, además, hay que preguntarse: ¿en qué interpretación había abordado HEGEL su material?) Heideggeriana: Hermeneutica1923

12. Ahora bien: en vista de la neutralidad y aislamiento metafísico del Dasein, la interpretación ontológica de sus estructuras tiene precisamente que ser concreta; la neutralidad no es de ninguna manera idéntica con la indeterminación del concepto vago de una conciencia en general; la genuina universalidad metafísica no excluye la concreción, sino que es, en cierta perspectiva, lo más concreto, tal como ya vio HEGEL, si bien lo extralimitó. La concreción del análisis de los fenómenos del Dasein, que le dan dirección y contenido al proyecto metafísico, induce fácilmente a tomar estos fenómenos del Dasein, primeramente, por sí mismos y, en segundo lugar, a absolutizarlos por el lado equivocado en cuanto existentivos en su versión extrema, condicionada ontológico-fundamentalmente. Cuanto más radical la instalación existentiva, tanto más concreto el proyecto ontológico-metafísico; pero cuanto más concreta esta interpretación, tanto más fácil el malentendido de principio de que la instalación existentiva sería como tal lo esencial y lo único, en tanto que ella se manifiesta, precisamente en el proyecto, en su falta de importancia personal de cada caso. Heideggeriana: TranscendenciaST

Según HEGEL — desde el punto de vista del sano sentido común — la filosofía es el “mundo al revés”. Por eso, lo particular de nuestra manera de comenzar hace precisa una caracterización previa, que surge de una doble característica del preguntar metafísico. Heideggeriana: QueMetafisica

“Así pues, el puro ser y la pura nada son lo mismo.” Esta frase de HEGEL (Ciencia de la lógica, libro I, WW III, p. 74) tiene toda legitimidad. Ser y nada se pertenecen mutuamente, pero no porque desde el punto de vista del concepto hegeliano del pensar coincidan los dos en su indeterminación e inmediatez, sino porque el propio ser es finito en su esencia y sólo se manifiesta en la trascendencia de ese Dasein que se mantiene fuera, que se arroja a la nada. Heideggeriana: QueMetafisica

Tres grandes potencias tuvieron su influjo reunidas en esto: 1. la Nueva poesía alemana (Klopstock, Herder, Goethe, Schiller y el Romanticismo), 2. la Nueva filosofía alemana (Kant, Fichte, Schleiermacher, Schelling, HEGEL), y 3. la Nueva voluntad política alemana de los señores y los soldados del estado prusiano (Freiherr von Stein, Hardenberg, Humboldt, Scharnhorst, Gneisenau y von Clausewitz). Poetas y pensadores crearon un mundo espiritual nuevo, en el que fueran comprendidos y pensados en su conjunto el predominio de la naturaleza y de los poderes de la historia unificados en la esencia del absoluto. Heideggeriana: UniversidadeAlema2

Según esto ahora podemos nombrar las direcciones que para nosotros serían actualmente las dominantes en la filosofía: podemos delinear sus puntos de vista, caracterizar a sus representantes principales e informar sobre el contenido principal de sus obras. Con esto confirmaríamos que, las direcciones actualmente presentes son en lo esencial reproducciones y reformulaciones del trabajo ya pensado por los tres pensadores más grandes del siglo 19: HEGEL, Kierkegaard y Nietzsche. HEGEL es la consumación de la marcha de la filosofía occidental. Su sistema — que es el único sistema de la filosofía (occidental), que ha habido hasta ahora — recoge la verdad del cristianismo con la verdad de la filosofía en cuanto que saber absoluto. Heideggeriana: FilosofiaAlema

Con mucho mayor ímpetu entonces irrumpe el pensar puro como origen del Ser y recibe su más profunda y última configuración sistemática en la “Lógica” de HEGEL. Lo que HEGEL nombra con el nombre “Lógica” y, en verdad, con claro saber, es aquello que anteriormente se llamaba Metafísica, Ontologia, Doctrina del Ser. Heideggeriana: EuropaFilosofia

En la Lógica de HEGEL se consuma el camino de la filosofía occidental desde Platón y Aristóteles, pero no desde su inicio. Este sigue permaneciendo indómito, y fue, si lo recorremos hacia atrás, interpretado siempre sólo desde la posición de caída fundamental, lo que quiere decir: malinterpretado. Heideggeriana: EuropaFilosofia

Es verdad que se habla de las obras inmortales del arte y del propio arte como de un valor eterno. Se habla así en ese lenguaje que no es tan exacto con ninguna de las cosas esenciales porque teme que tomárselas verdaderamente en serio acabe significando: pensar. ¿Y qué mayor temor hoy día que el temor a pensar? ¿Tiene algún contenido y alguna consistencia esa charla sobre las obras inmortales y el valor eterno del arte? ¿O se trata sólo de un mero modo de hablar, pensado sólo a medias, un modo propio de una época en la que el gran arte, junto con su esencia, han huido del hombre? En la meditación más detallada — por haber sido pensada desde la metafísica — que posee el mundo occidental acerca de la esencia del arte, en las “Lecciones sobre Estética” de HEGEL, se encuentran las siguientes frases: “Para nosotros, el arte ya no es el modo supremo en que la verdad se procura una existencia” (Obras Completas, vol. X, 1, p. 134) “Seguramente cabe esperar que el arte no dejará nunca de elevarse y de consumarse, pero su forma ha cesado de ser la exigencia suprema del espíritu” (ibid., p. 135). “En todos estos aspectos, en lo tocante a su supremo destino, el arte es y permanece para nosotros un pasado” (O. C., vol. X, 1, p. 16). Heideggeriana: ObraArte

No es posible liquidar la sentencia emitida por HEGEL en estas frases arguyendo que desde la última vez que se pronunciaron las “Lecciones sobre Estética” de HEGEL en la universidad de Berlín, concretamente en el invierno de 1828-29, hemos asistido al nacimiento de muchas y muy novedosas obras de arte y orientaciones artísticas. HEGEL nunca pretendió negar esa posibilidad. Pero, sin embargo, sigue abierta la pregunta de si el arte sigue siendo todavía un modo esencial y necesario en el que acontece la verdad decisiva para nuestro Dasein histórico o si ya no lo es. Si ya no lo es, aún queda la pregunta de por qué es esto así. Aún no ha habido un pronunciamiento decisivo sobre las palabras de HEGEL, porque detrás de esas palabras se encuentra todo el pensamiento occidental desde los griegos, un pensamiento que corresponde a una verdad de lo ente ya acontecida. El pronunciamiento último sobre las palabras de HEGEL vendrá, si es que viene, a partir de la verdad de lo ente y sobre ella. Hasta que esto ocurra, las palabras de HEGEL seguirán siendo válidas. Y por eso es necesaria la pregunta de si la verdad que dicen esas palabras es definitiva y qué puede ocurrir de ser eso así. Heideggeriana: ObraArte

Debemos pensar el término “situar” en el sentido de la thesis. Por ejemplo, en la página 52 se dice así: “Disponer y ocupar se han pensado siempre aquí (¡) a partir del sentido griego de la thesis, que significa poner en lo no oculto”. El “poner” griego quiere decir situar, en el sentido de dejar surgir, por ejemplo, dejar surgir una estatua, es decir, poner, depositar una ofrenda sagrada. Situar y depositar tienen el sentido del alemán Her [hacia aquí], vor [ante, delante] y bringen [traer], es decir, traer hacia lo no oculto o traer a la presencia, en definitiva, traer delante: ‘Hervorbringen’. Situar y poner no significan aquí nunca esa manera provocadora de ponerse en frente de (del Yo-sujeto) tal como lo concibe la modernidad. El alzarse de la estatua (es decir, la presencia del resplandor que nos contempla) es diferente del alzarse de eso que se alza enfrente al modo del objeto. “Erigirse, establecerse” es (vid. p. 29) la constancia del resplandecer. Por el contrario, en el contexto de la dialéctica de Kant y del Idealismo alemán, tesis, anti-tesis y síntesis significan una manera de situar dentro de la esfera de la subjetividad de la conciencia. En consecuencia, HEGEL interpretó la thesis griega — desde su punto de vista con toda la razón — en el sentido de un poner inmediato del objeto. Si, para él, este poner sigue siendo no verdadero es porque no está mediado todavía por la antítesis y la síntesis (vid. HEGEL und die Griechen, en Wegmarken, 1967). Heideggeriana: ObraArte

(6) A la esencia de la imagen le corresponde la cohesión, el sistema. Con esto no nos — referimos a la simplificación y reunión artificial y externa de lo dado, sino a la unidad de la estructura en lo re-presentado como tal, unidad que se despliega a partir del proyecto de objetividad de lo ente. En la Edad Media, el sistema es imposible, pues allí lo único esencial es el orden de las correspondencias, concretamente el orden de lo ente en el sentido de lo creado por Dios y previsto como tal creación suya. El sistema aun resulta más ajeno al mundo griego, por mucho que en los tiempos modernos se hable erróneamente de sistema platónico y aristotélico. En la investigación, la empresa es una determinada conformación y disposición de lo sistemático en las que éste determina al mismo tiempo la disposición en una relación de reciprocidad. Allí donde el mundo se convierte en imagen, el sistema se hace con el dominio, y no sólo en el pensamiento. Pero donde el sistema es guía, también cabe siempre la posibilidad de la degeneración hacia la exterioridad de un sistema que simplemente ha sido fabricado y ensamblado. De hecho, esto es lo que ocurre cuando falta la fuerza originaria del proyecto. Aún no se ha comprendido la singularidad, diversa en sí misma, de la sistemática que se advierte en Leibniz, Kant, Fichte, HEGEL y Schelling. Su grandeza reside en que, frente a Descartes, no se despliega a partir del subjectum como ego y substancia finita, sino, ya sea, como en Leibniz, a partir de la mónada, como en Kant, a partir de la esencia trascendental de la razón finita, arraigada en la imaginación, como en Fichte, a partir del Yo infinito, como en HEGEL, a partir del Espíritu como saber absoluto o, como en Schelling, a partir de la libertad en tanto que necesidad de todo ente, el cual como tal ente, sigue estando determinado por la diferencia entre fundamento y existencia. Heideggeriana: ImagemMundo

Desde el momento en el que el pensamiento de la voluntad de poder se le presentó con toda su claridad y decisión (alrededor del año 1884 hasta las últimas semanas de su pensar, a finales del año 1888) Nietzsche luchó por conseguir una configuración pensante de este pensamiento único. En sus planes y proyectos, esta configuración tomó la forma de lo que él mismo llamó, de acuerdo con la tradición, obra capital. Pero esta “obra capital” no llegó nunca a terminarse. No sólo no llegó nunca a terminarse sino que no llegó nunca a ser una “obra” en el sentido en que lo son las obras de la filosofía moderna, del tipo de las Meditationes de prima philosophia de Descartes, la Fenomenología del espíritu de HEGEL, las Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados de Schelling. Heideggeriana: VontadePoder

Se dice que la cantidad del material, la multiplicidad y la extensión de los diferentes ámbitos en los que habría tenido que probarse que la voluntad de poder era el carácter fundamental del ente, no podían ya ser dominadas de manera uniforme por un único pensador. Porque la filosofía tampoco puede sustraerse ya a la especialización del trabajo en disciplinas reinantes desde mediados del siglo pasado — lógica, ética, estética, filosofía del lenguaje, filosofía política, filosofía de la religión —, siempre que quiera producir algo más que frases hechas generales y vacías sobre lo que de todos modos ya se conoce de modo más fiable gracias a las diferentes ciencias. Puede que en la época de Kant, o quizás aun en la de HEGEL fuera aún posible dominar de modo uniforme todos los ámbitos del saber. Mientras tanto, sin embargo, las ciencias del siglo XIX no sólo han ampliado de manera sorprendentemente rica y rápida el conocimiento del ente, sino que, sobre todo, han desarrollado la investigación de todas sus regiones de un modo tan multiforme, fino y seguro que un conocimiento aproximado de todas las ciencias apenas si roza su superficie. Pero el conocimiento de los resultados y de los modos de operar de todas las ciencias resulta necesario si se quiere establecer algo suficientemente fundado sobre el ente en su totalidad. Sin esa base científica toda metafísica no es más que un edificio construido en el aire. Tampoco Nietzsche podía alcanzar ya un dominio uniforme de todas las ciencias. Heideggeriana: VontadePoder

Las categorías mismas pueden entonces examinarse y discutirse en lo que hace a las diferentes relaciones posibles entre sí. Este examen y discusión de los gene tou ontos, de las “proveniencias del ente” (en cuanto tal), se llama desde Platón “dialéctica”. El último y a la vez más potente intento de examinar de este modo las categorías, es decir los respectos de acuerdo con los cuales la razón piensa el ente en cuanto tal, es la dialéctica de HEGEL, a la que éste configuró en una obra que lleva el auténtico y adecuado título de Ciencia de la lógica. Esto quiere decir: el saberse de la esencia de la razón como pensar del “ser”, pensar en el que la unidad y la copertenencia de las determinaciones del ser se despliegan hacia el “concepto absoluto” y encuentran en él su fundamento. Heideggeriana: VontadePoder

En la medida en que conocemos lo que sale al encuentro como cosa, como teniendo tal o cual cualidad, como referido a otros de tal o cual manera, causado de tal o cual modo, de tal o cual tamaño, ya hemos de antemano trasladado inventivamente a lo que sale al encuentro la cosidad, la cualidad, la relación, el efecto, la causa, la magnitud. Lo inventado en este inventar son las categorías. Aquello que propiamente se nos aparece y se nos muestra en su aspecto: esta cosa en su cosidad así conformada — en griego, la “idea” — es de origen inventado; y por lo tanto de un origen superior, que está por encima de lo que nuestro quehacer inmediato recoge y cree sólo recoger como algo tangible y que está allí delante. Esta esencia inventiva de la razón no fue descubierta por primera vez por Nietzsche, sino que sólo la acentuó en ciertos aspectos de manera especialmente brusca y no siempre suficiente. El carácter inventivo de la razón fue explícitamente visto y pensado por primera vez por Kant en su doctrina de la imaginación trascendental. La concepción de la esencia de la razón absoluta en la metafísica del idealismo alemán (en Fichte, Schelling, HEGEL) se funda totalmente en la visión kantiana de la esencia de la razón como una “facultad” “formativa”, inventiva. Heideggeriana: VontadePoder

En todo caso, hay una cosa que Nietzsche ve con claridad, que en el principio de no contradicción lo decisivo es una imposibilidad. Por consiguiente, la interpretación del principio tiene que dar ante todo explicaciones acerca del tipo y la esencia de este adynaton. De acuerdo con el primer párrafo citado, Nietzsche entiende este “imposible” en el sentido de un “no ser capaz de”. Recalca expresamente que no se trata aquí de una “necesidad”. Esto quiere decir: que algo no pueda ser al mismo tiempo esto y su contrario depende de que nosotros no somos capaces de “afirmar y negar una y la misma cosa”. Nuestra incapacidad de afirmar y negar lo mismo tiene por consecuencia que algo no puede representarse, fijarse, es decir “ser”, al mismo tiempo como esto y su contrario. Pero nuestro no poder pensar de otro modo no proviene de ninguna manera de que lo pensado mismo requiera tener que pensar así. Lo “imposible” es una incapacidad de nuestro pensar, o sea un no poder subjetivo, y de ninguna manera un no admitir objetivo por parte del objeto. A este imposible objetivo se refiere Nietzsche con la palabra “necesidad”. Por lo tanto, el principio de no contradicción sólo tiene validez “subjetiva”, depende de la constitución de nuestra capacidad de pensar. Con una alteración biológica de nuestra capacidad de pensar el principio de no contradicción podría perder su validez. ¿No la ha perdido ya? Aquel pensador que junto con Nietzsche ha llevado a cabo el acabamiento de la metafísica, es decir HEGEL, ¿no ha superado acaso en su metafísica la validez del principio de no contradicción? ¿No enseña HEGEL que la contradicción pertenece a la esencia más íntima del ser? ¿No es también ésa la doctrina esencial de Heráclito? Pero para HEGEL y para Heráclito, la “contradicción” es el “elemento” del “ser”, por lo que trastocamos ya todo si hablamos de una contradicción del decir y del hablar en lugar de una contrariedad [Widerwendigkeit] del ser. Pero el mismo Aristóteles, que acuñó expresamente por vez primera aquel principio sobre el ser del ente, también habla de antiphasis. Además de la citada, da otras versiones del principio por las que parece que se tratara efectivamente sólo del enfrentamiento de enunciados, phaseis. Heideggeriana: VontadePoder

¿Pero no oíamos repetidas veces que para Nietzsche la esencia del ente en su totalidad era el caos, o sea el “devenir”, y precisamente no un “ser”, en el sentido de lo fijo y consistente, al que piensa como lo no verdadero e irreal? El ser es rechazado en beneficio del devenir, cuyo carácter de devenir y de movimiento queda determinado como voluntad de poder. ¿Puede entonces llamarse al pensamiento de Nietzsche un acabamiento de la metafísica? ¿No es más bien su negación, o incluso su superación? ¿Fuera del “ser”, en dirección al “devenir”? De hecho, la filosofía de Nietzsche se interpreta muchas veces de este modo. Y si no exactamente así, entonces se dice: en la historia de la filosofía ya hubo, muy pronto, en Heráclito, y más tarde, inmediatamente antes de Nietzsche, en HEGEL, en lugar de la “metafísica del ser” una “metafísica del devenir”.Visto a grandes rasgos, es correcto, pero en el fondo es una carencia de pensamiento que no se queda atrás de la anterior. Heideggeriana: VontadePoder

En principio no existe la menor razón para considerar a la filosofía de Nietzsche como el acabamiento de la metafísica Occidental; en efecto, gracias a la abolición del “mundo suprasensible” como “mundo verdadero” es más bien el rechazo de toda metafísica y el paso hacia su negación definitiva. Es cierto que el pensamiento fundamental de Nietzsche, “la voluntad de poder”, contiene aún una referencia a la interpretación de la entidad del ente en su totalidad como voluntad. La voluntad va junto con el saber. Saber y voluntad constituyen, según el proyecto de Schelling y HEGEL, la esencia de la razón. Según el proyecto leibniziano de la substancialidad de la substancia, se los piensa como vis primitiva activa et passiva. Sin embargo, el pensamiento de la voluntad de poder, especialmente en su forma biológica, parece caer fuera del ámbito de estos proyectos y, más que llevar a su acabamiento la tradición de la metafísica parece interrumpirla, desfigurándola y aplanándola. Heideggeriana: EternoRetorno

Finalmente, el ser entra en contraposición y en competencia con el devenir en cuanto éste reclama el lugar del ser. La contraposición entre ambos se despliega sobre el suelo no explícitamente considerado de lo “real efectivo”, la realidad de lo cual reivindica el ser porque es contraria a lo irreal y lo nulo, pero al mismo tiempo exige para sí el carácter de devenir, ya que no quisiera ser algo que está allí delante rígido y sin “vida”. HEGEL da el primer paso para eliminar esta contraposición en favor del “devenir”, entendiendo a éste desde lo suprasensible, desde la idea absoluta, como su autoexposición. Nietzsche, que invierte el platonismo, traslada el devenir a lo “viviente” en cuanto caos “que vive corporalmente”. Este suprimir la contraposición de ser y devenir invirtiéndola constituye el auténtico acabamiento. En efecto, ahora ya no hay ninguna salida, ni en la división ni en una fusión más adecuada. Esto se muestra en que el “devenir” pretende haber asumido la preeminencia respecto del ser, mientras que la preponderancia del devenir no hace más que llevar a cabo la confirmación extrema del inconmovido poder del ser en el sentido del volver consistente del presenciar (aseguramiento); pues la interpretación del ente y de su entidad como devenir es el volver consistente del devenir en la presencia incondicionada. Para salvar su preponderancia, el devenir se entrega a la tutela del volver consistente del presenciar. En este volver consistente impera la inicial, aunque no reconocida ni fundada, verdad del ser, sólo que desviada a su inesencia, en la que se olvida a sí Misma. Este dar al devenir el poder del ser le quita a aquél la última posibilidad de preeminencia y a éste le devuelve su esencia inicial (el carácter de physis), pero llevada al acabamiento en su inesencia. Ahora, la entidad lo es todo y cubre todo a la vez: cambio y consistencia. Satisface de modo incondicionado las pretensiones del ente (de la “vida”). En tal satisfacer aparece como lo incuestionado y como el más amplio albergue. Heideggeriana: EternoRetorno

En el comienzo de la época moderna, la entidad del ente se transforma. La esencia de este comienzo histórico se basa en esta transformación. La subjetividad del subjectum (la substancialidad) se determina ahora como el representar que se representa. Ahora bien, el hombre, en cuanto ser racional, es en un sentido eminente el representar que representa. Por lo tanto, el hombre se convierte en el ente eminente (subjectum), es decir en “sujeto” en modo “decidido”. Mediante la aludida transformación de la esencia metafísica de la subjetividad, el nombre subjetividad adquiere y conserva en el futuro el sentido único de que el ser del ente consiste en el representar. La subjetividad en sentido moderno se destaca respecto de la substancialidad, que resulta finalmente superada en aquélla. Por ello, la exigencia decisiva de la metafísica de HEGEL reza: “Según mi comprensión, que tiene que justificarse sólo por la exposición del sistema mismo, todo depende de captar y expresar lo verdadero no como substancia sino asimismo como sujeto (System der Wíssenschaft. Erster Teil, die Phänomenologie des Geistes [Sistema de la ciencia. Primera parte: La fenomenología del espíritu], 1807, pág. XX; Werke, II, 1832, pág. 14). La esencia metafísica de la subjetividad no se cumple con la “yoidad” ni menos aún con el egoísmo del hombre. El “yo” es siempre sólo una ocasión posible, y en ciertas situaciones la ocasión más próxima, en la que la esencia de la subjetividad se manifiesta y busca un abrigo para su manifestación. La subjetividad, en cuanto ser de todo ente, no es jamás sólo “subjetiva” en el mal sentido de lo que alude de modo casual a un yo singular. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

La “fenomenología” en el sentido de HEGEL es el llevar-se-al-concepto del ser como incondicionado aparecer a sí. “Fenomenología” no significa aquí el modo de pensar de un pensador sino la manera en que la subjetividad incondicionada, en cuanto representar (pensar) incondicionado que se aparece a sí, es ella misma el ser de todo ente. La “lógica” de HEGEL forma parte de la “fenomenología” porque sólo en ella el aparecer a sí de la subjetividad incondicionada se vuelve incondicionado, en la medida en que incluso las condiciones de todo aparecer, las “categorías”, en su más propio representarse y abrirse como “logos”, son llevadas a la visibilidad de la idea absoluta. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

El aparecer a sí incondicionado y completo en la luz que ella misma es constituye la esencia de la libertad de la razón absoluta. Aunque la razón es voluntad, aquí, sin embargo, la razón en cuanto representar (idea) decide acerca de la entidad del ente. El representar distingue a lo representado frente y para lo que representa. El representar es por esencia este distinguir y escindir. Por eso, en el “Prólogo” a todo el Sistema de la Ciencia, HEGEL dice: “La actividad de escindir es la fuerza y el trabajo del entendimiento, del poder más extraordinario y más grande, o mejor, del poder absoluto” (Werke, II, pág. 25). Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

El comienzo de la metafísica occidental concibe al ens (el ente) como lo verum (lo verdadero) e interpreta a éste como lo certum (lo cierto). La certeza del representar y de su representado se convierten en la entidad del ente. Hasta el [Grundlage der gesamten Wíssenschaftslehre] Fundamento de la entera doctrina de la ciencia de Fichte (1794), esta certeza permanece limitada al representar del cogito-sum humano que, en cuanto humano, sólo puede ser algo creado, y por lo tanto condicionado. En la metafísica de HEGEL, la subjetividad de la razón desarrolla su incondicionalidad. En cuanto subjetividad del representar incondicionado, si bien ha reconocido la certeza sensible y la autoconciencia corporal, sólo lo ha hecho para superarlas en la incondicionalidad del espíritu absoluto y cuestionarles así toda posibilidad de una preeminencia incondicionada. En la medida en que en la subjetividad incondicionada de la razón queda excluida la extrema posibilidad opuesta, la de un dominio esencial incondicionado de la voluntad que se da órdenes desde sí, la subjetividad del espíritu absoluto es, ciertamente, incondicionada, pero es también una subjetividad aún esencialmente inacabada. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

Por lo tanto, sólo en la metafísica de la voluntad de poder la nueva libertad comienza a elevar su plena esencia a ley de una nueva legalidad. Con esta metafísica, la nueva época se eleva por vez primera al dominio completo de su esencia. Lo que le precede es un preludio. Por ello, la metafísica moderna sigue siendo hasta HEGEL interpretación del ente en cuanto tal, ontología, cuyo logos se experimenta de modo cristiano-teológico como razón creadora y se funda en el espíritu absoluto (onto-teo-logía). Sin duda, el cristianismo aún sigue siendo en adelante un fenómeno histórico. Por medio de modificaciones, acomodaciones y compromisos se reconcilia en cada caso con el nuevo mundo y con cada uno de sus progresos renuncia de modo más decisivo a su anterior fuerza conformadora de historia; pues la explicación del mundo que reivindica está ya fuera de la nueva libertad. Heideggeriana: MetafisicaNietzsche

Voluntad — como saber absoluto: HEGEL Heideggeriana: HistoriaSer

CONSIDERACIÓN PRELIMINAR — Acerca del diverso rol y posición de la “Fenomenología del espíritu” en la metafísica de HEGEL Heideggeriana: HegelFenomenologia

La obra que se denomina brevemente “Fenomenología del espíritu”, de HEGEL, apareció en el año 1807 bajo el título “Sistema de la ciencia. Primer tomo. La fenomenología del espíritu”. El verdadero cuerpo de la obra se inicia con una reflexión, que al reaparecer en la edición de Obras completas apenas abarca trece páginas, siendo dotada aquí expresamente del título “Introducción” (WW II, 59-72). Con ciertas reservas podríamos denominar a esta reflexión “Introducción”, aunque este título falte en la primera edición. Ya en ésta se antepone un extenso Prefacio (WW II,3-58), que comprende cuarenta y una páginas. Después del Prefacio y antes de la “Introducción” se encuentra en algunos ejemplares de la primera edición una portada para toda la obra con el título “Ciencia de la experiencia de la conciencia”. Durante la impresión HEGEL reemplazó este título por el siguiente: “Ciencia de la fenomenología del espíritu”. En la edición completa de sus obras, iniciada inmediatamente después de su muerte por sus discípulos, esta obra apareció en 1832 bajo el título de “Fenomenología del espíritu”. (Este título es ya empleado por HEGEL mismo en la Introducción de la “Lógica” 1812, p. X). El artículo determinado y determinante “la” es dejado fuera. Puesto que poco tiempo antes de su muerte había comenzado a revisar esta obra, puede suponerse que esta modificación del título, y de modo semejante la interpolación del título “Introducción”, se remonta a él mismo. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La modificación del título tiene su razón de peso. La “Fenomenología del espíritu” debía perder el “rol” de “primera parte” del sistema, porque entre tanto el “sistema” mismo en el pensamiento de HEGEL se había transformado. Para el “Sistema de la ciencia”, cuya primera parte la constituía la “Ciencia de la fenomenología del espíritu”, estaba prevista una segunda parte, según un anuncio redactado por el mismo HEGEL y aparecido el 28 de octubre de 1807 en el Jenaer Allgemeinen Literaturzeitung: “Un segundo tomo contendrá el sistema de la Lógica como filosofía especulativa, y de las restantes dos partes de la filosofía, las Ciencias de la naturaleza y del espíritu”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

De hecho, la anunciada Lógica “especulativa” comenzó a aparecer cinco años más tarde y precisamente bajo el título de “Ciencia de la lógica”. Este título corresponde al de la “primera parte” del “Sistema de la ciencia” de 1807: “Ciencia de la fenomenología del espíritu”. Sólo que la “Ciencia de la lógica” en 1812 ya no aparece bajo el título abarcador “Sistema de la ciencia”. Tampoco ya es editada, correspondiendo al propio anuncio de 1807, como el “segundo tomo” o la “segunda parte” del sistema. En los años 1812 y 1813 aparece el primer tomo de la Lógica en dos libros, en los que está contenida la “Lógica objetiva”; en 1816 aparece el segundo tomo, que concluye la obra con la “Lógica subjetiva” o la “Teoría del concepto”. Las “Ciencias de la naturaleza y del espíritu”, también previstas en el propio anuncio de 1807 para la segunda parte del “sistema”, no aparecen para nada. Sabemos, por cierto, que HEGEL durante su actividad académica en Jena (1801-1806) expuso varias veces detenidamente la Filosofía de la naturaleza y del espíritu. Fragmentos de esos cursos ingresaron en la “Fenomenología del espíritu”, aunque con una función modificada. Por lo tanto, la publicación de las “Ciencias de la naturaleza y del espíritu” en la segunda parte del sistema de 1807 no se lleva a cabo, no porque HEGEL no hubiera elaborado estos ámbitos sino por otra razón esencial. Heideggeriana: HegelFenomenologia

En la época entre 1807 y 1812 el “sistema”, cuya segunda parte íntegra la “Fenomenología del espíritu”, tiene que haberse modificado. Denominamos abreviadamente al sistema determinado a partir de la “Fenomenología del espíritu”, “sistema-Fenomenología”. Un año después del acabamiento de la “Lógica”, que había aparecido por sí misma entre 1812 y 1816, sin asignación expresa a un sistema como parte propia del mismo, HEGEL publicó en el año 1817 una obra con el título “Enciclopedia de las ciencias filosóficas en compendio. Para empleo en los cursos [del Dr. Georg Friedrich Wilhelm HEGEL]”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

HEGEL comenzó su actividad docente en el semestre de invierno 1816-17 en Heidelberg con el curso sobre la “Enciclopedia”. La casi simultánea publicación de la “Enciclopedia” tiene sin duda su “motivación próxima” en la “necesidad” de poner en manos de los “oyentes un hilo conductor”. Pero la razón interna de la publicación es la transformación del sistema en la forma que HEGEL consideró definitiva y también mantuvo como tal. En el Prefacio a la “Enciclopedia” se dice asimismo: “En un compendio viene sin embargo entonces a consideración más bien sólo una conveniencia externa de disposición y organización, cuando hay un contenido ya presupuesto y conocido, que debe ser expuesto en una intencionada brevedad. En tanto la actual presentación no está en este caso, sino que expone una nueva elaboración de la filosofía según un método, el cual, como espero, será aún reconocido como el único verdadero, idéntico al contenido, entonces habría podido tener a la misma con respecto al público por más ventajosa, si las circunstancias me hubieran permitido hacer preceder un más detallado trabajo sobre las otras partes de la filosofía, semejante al que sobre la primera parte del todo, la Lógica, he entregado al público”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

De estas observaciones se hace claro algo decisivo: 1. La “Enciclopedia” no es en el fondo un libro escolar, sino la forma del sistema nuevo y definitivo. Lo denominamos abreviadamente “sistema-Enciclopedia”. 2. Para este sistema se reivindica ahora la “Lógica” como su primera parte y ya no la “Ciencia de la fenomenología del espíritu”. 3. HEGEL en el Prefacio a la “Enciclopedia” hace expresa referencia a la “Ciencia de la lógica” concluida el año anterior, la que con ello recibe hacia fuera una posición equívoca. Pareció primero ser aún la segunda parte del sistema-Fenomenología y es en su aparecer, en verdad, ya la primera y fundamental parte del nuevo sistema-Enciclopedia. 4. HEGEL ya no menciona en el Prefacio a la “Enciclopedia” la “Fenomenología del espíritu”; pues ahora no sólo ya no es la primera parte del sistema, sino que ya no es más de ningún modo una parte principal de éste. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Que al aparecer la “Lógica” en 1812, cinco años después de la “Fenomenología”, el “sistema-Fenomenología” ha sido ya abandonado, se deja suponer por la falta del título general “sistema de la ciencia” y la falta de caracterización como “segunda” parte. De la “Propedéutica filosófica”, que Karl Rosenkrenz editó en el tomo XVIII de las obras en 1840, es posible saber que ya en la época entre 1808 y 1811 constaba el sistema-Enciclopedia. Además de ello la división hecha por HEGEL del material de enseñanza de la “Propedéutica filosófica”, que expuso como Profesor en el Gimnasio de Nürnberg, descubre muy claramente la preeminencia del sistema-Enciclopedia: Primer cursus: Clase inferior: Teoría del Derecho, de los Deberes y de la Religión. Segundo cursus: Clase media: Fenomenología del espíritu y Lógica. Tercer cursus: Clase superior: Teoría de los conceptos y Enciclopedia filosófica. Heideggeriana: HegelFenomenologia

HEGEL terminó de construir en su contenido el sistema-Enciclopedia en los años siguientes. Con respecto a la primera forma de 1817, la así llamada Enciclopedia de Heidelberg, la segunda edición de 1827 es esencialmente más voluminosa, y la tercera de 1830 está aún más ampliada. En la segunda edición recogió la alocución que dirigiera a sus oyentes el 22 de octubre de 1818 al inaugurarse su actividad docente en Berlín. La frase final de esta alocución caracteriza la postura fundamental del sistema-Enciclopedia y con ello de la metafísica hegeliana en general: “La esencia primero oculta y cerrada del universo no tiene fuerza alguna en sí que pudiera prestar resistencia al ánimo de conocimiento, tiene que abrirse a él y poner ante sus ojos y dar a disfrutar su riqueza y profundidades”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

El cambio del sistema-Fenomenología al sistema-Enciclopedia está, en todo caso, con tales referencias sólo exteriormente caracterizado. La pregunta por la necesidad interna de tal cambio y por su significado metafísico, la pregunta por la oculta igualdad de derechos y por la solidaridad de ambos sistemas en la metafísica de HEGEL, las preguntas por la esencia y el despliegue del carácter sistemático, que distingue en general a la metafísica moderna como tal, todas estas preguntas exigen una reflexión, que se encuentra fuera del horizonte de la investigación “historiográfica” de HEGEL. Pero la dilucidación ahora intentada de la “Fenomenología del espíritu” quisiera, en el circuito de tales reflexiones, presignificar y con ello indicar que esta metafísica ahora y en el futuro nos respecta tan inmediatamente como la más antigua sentencia del pensamiento occidental. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Cuando HEGEL en la conclusión del mencionado discurso dice del “universum”, y esto es, para él, a la vez, del absoluto, que no tiene en sí fuerza alguna de resistencia, de afirmar su esencia cerrada, ante el ánimo explorador del conocimiento metafísico, surge entonces la pregunta de por qué le falta al absoluto esta fuerza de resistencia. La respuesta reza: porque el absoluto según su esencia no puede resistirse a la exploración, sino por el contrario se quiere manifestar. Esta voluntad de mostrarse es su esencia. El aparecer es la voluntad esencial del espíritu. Desde la mirada a esa voluntad esencial del absoluto está pronunciada aquella frase de HEGEL. Esta determinación esencial del absoluto es entonces el supuesto del sistema-Enciclopedia. ¿Pero qué ocurre con este supuesto mismo? ¿Puede el sistema elevar la pretensión de ser absoluto cuando reposa en un supuesto, que él mismo no fundamenta y a saber absolutamente? HEGEL ha desarrollado de hecho la fundamentación de esta esencia del absoluto y denunciado este desarrollo en la “Ciencia de la fenomenología del espíritu”. Si el absoluto quiere manifestarse, porque él mismo es voluntad de manifestación, entonces tiene que pertenecer a la esencia del absoluto el manifestarse, es decir, el aparecer. Esencia y aparecer son aquí idénticos. El absoluto es espíritu. El espíritu es lo que se sabe a sí mismo y en tal saber, saber de sí mismo que se quiere, como fundamento esencial de todo ente. El espíritu es el saber absoluto. Mas como a su esencia pertenece el aparecer, el saber absoluto tiene que presentarse (darstellen) como saber que aparece. Sólo así el saber absoluto concede a partir de sí al ánimo del conocimiento humano la posibilidad de estar abierto para este conocimiento y en general en lo conocido de este conocer. Viceversa el conocer humano tiene, en tanto sabe el absoluto, antes que todo llevar a ejecución (Ausführung) el presentarse del saber que aparece. Pero esta ejecución del presentarse del absoluto que aparece sólo puede ser ella misma absoluta, si debe adecuarse al absoluto. Por su parte la ciencia tiene que llevar este absoluto presentarse a absoluta ejecución. Si la “Fenomenología del espíritu” es esta ejecución, entonces la obra con este título ha osado una tarea metafísica como antes nunca necesitó ser planteada ni posteriormente nunca más podía serlo. Por ello esta “obra” es un instante único y en un particular sentido destacado de la historia de la metafísica. Y mentamos con la “obra” no la producción pensante del hombre HEGEL, sino la “obra” como acaecimiento de una historia, en medio de la cual y para la cual se exige a toda realización (Vollbringen) humana una propia estabilidad y determinación (la instancia del ser-ahí). Heideggeriana: HegelFenomenologia

HEGEL supo a su manera de la singularidad de la tarea de la “Fenomenología del espíritu” y no se engañó acerca de la esencial dificultad. De lo contrario no hubiera anticipado a esta obra una “Introducción” de especial contenido y a esta “Introducción” nuevamente un “Prefacio”, que no tiene símil en la historia del pensamiento occidental. Heideggeriana: HegelFenomenologia

A pesar de ello, no necesita ser vana, como preparación del salto al pensar que piensa el ser del ente. Ahora bien, en la metafísica de HEGEL — y en la metafísica del idealismo alemán en general — se trata no sólo de pensar el ser, sino que aquí se hace necesario pensar absolutamente al ente en su ser como lo absoluto, de manera absoluta. Aquí se exige un salto que tiene que salvarse nuevamente a sí mismo: el salto absoluto al absoluto. La presentación de la “Fenomenología del espíritu” osa realizar este salto. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Desde estas observaciones se hace claro que nuestro intento de dilucidar lo que es la “Fenomenología del espíritu” permanece cuestionable en todo respecto. ¿Cómo hemos de proceder cuando además no suponemos ahora el conocimiento de la obra misma ni el del “Prefacio” y la “Introducción”? Reivindicamos la ayuda que HEGEL mismo ofreció con la “Introducción” a su obra. En todo caso tenemos que asegurar antes estas pocas hojas como lo que por fin tienen que ser reconocidas y concebidas. Ellas son, a saber, la explicación del título, que está ante toda la obra y que reza: “Ciencia de la experiencia de la conciencia”. Ahora bien, HEGEL durante la impresión suprimió justamente este título. Permaneció sólo en algunos ejemplares de la primera edición (1807). En lugar del título suprimido pone la versión definitiva: “Ciencia de la fenomenología del espíritu”. En la edición de la “Fenomenología” dentro de las Obras completas (1832), que es la mayormente utilizada, falta el título suprimido, de tal modo que la “Introducción” referida a él queda sin indicación expresa de la relación en la que habla. Frente al pujante “Prefacio”, la “Introducción” aparece además insignificante, de modo que en el mejor de los casos se toma de ella a veces uno que otro pasaje como “citas” — y son siempre las mismas mal entendidas-. La “Introducción” explica, por qué la “Ciencia de la experiencia de la conciencia” es necesaria y qué es ella misma en razón de su necesidad. Mantengamos cerca el segundo título “Ciencia de la fenomenología del espíritu”, entonces veremos enseguida, aunque primero sólo formalmente, esto: La “Fenomenología del espíritu” es “la experiencia de la conciencia”. Dilucidar la “Fenomenología del espíritu” significa según ello: exponer sobre la base de la “Introducción” lo que HEGEL piensa cuando habla aquí, a saber, en el ámbito de la metafísica absoluta y la “especulación”, de “la experiencia”; significa exponer cómo se entiende lo que se denomina “la experiencia de la conciencia”; significa exponer en qué sentido tiene que ser pensada la “Ciencia de la experiencia de la conciencia” (comp. Infra: III, § 3). Para que alcancemos claridad aquí, se requiere antes una dilucidación de lo que dice el título “conciencia” en la metafísica moderna. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La conciencia no es mera perceptio, re-presentar asidor, sino apperceptio, un pre-sentar-nos que nos comprende. Pero el sí mismo de este modo co-representado no se mueve según la esencia posteriormente, fuera de lo ya sabido, ni en la conciencia, que de lo contrario permanece dirigida de inmediato a las cosas. La autoconciencia no es una conciencia enriquecida en su contenido sólo por la representación del sí mismo, sino que la conciencia de las cosas es esencialmente y propiamente autoconciencia, aunque en la mayoría de los casos una tal que no representa expresamente al sí mismo y así en cierta manera lo olvida. El sí mismo en la autoconciencia es sobre todo un aspecto de la relación de la conciencia con lo sabido y es simultáneamente y propiamente toda esta relación misma. Esta relación contiene la constitución esencial de la conciencia. HEGEL la denomina “reflexión”, pero no entiende este título psicológicamente como proceder, sino ontológicamente como la relación estructural de la flexión esencial y del reflejo de todo lo conciente como tal y con ello de la conciencia en el sí mismo. Entiende la “reflexión” no como retrodirección de la mirada, sino como retroflexión del brillar y aparecer, es decir, de la luz misma. (La “reflexión” — comp. ya Kant en la “Anfibolía de los conceptos de la reflexión” — está pensada metafísica ontológicamente, no subjetiva-psicológicamente). (La unidad esencial de “reflexión” y negatividad; la conciencia es el espíritu como reflexión idéntica en sí y otro). Heideggeriana: HegelFenomenologia

Que el hombre es sí mismo y puede decir “yo” y sabe de sí mismo y tiene una “autoconciencia”, fue siempre conocida para el pensamiento occidental. Heráclito dice (Frag.101): “Yo — siguiendo al mí mismo — he obedecido a su interior”. Pero estos “monólogos” del alma en el mundo griego y en el cristianismo — también los “soliloquios” de Agustín — son radicalmente diferentes de la “conciencia”, que como autoconciencia, es decir, autocerteza, determina la esencia de la verdad modernamente concebida, es decir, objetividad y realidad. HEGEL dice en su curso sobre la Historia de la filosofía moderna, después de haber tratado a Francis Bacon y Jakob Boehme: “Llegamos propiamente recién ahora a la filosofía del mundo moderno, y comenzamos ésta con Cartesius. Con él ingresamos propiamente a una filosofía independiente, la que sabe que procede independientemente de la razón y que la autoconciencia es momento esencial de lo verdadero. Aquí, podemos decir, estamos en casa y podemos, como el navegante después de un largo viaje por un mar impetuoso, gritar ‘¡tierra!’; Cartesius es uno de los hombres que comenzaron todo de nuevo; y con él se eleva la formación, el pensar del nuevo tiempo”. “En este nuevo período el principio es el pensar, el pensar que sale de sí”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

En nuestro lenguaje podemos decir también: La con-ciencia es ahora la esencia del ser de todo ente. Todo ser es objetividad de la “conciencia”. La metafísica moderna es lo que es en el elemento de la conciencia. Si por ello HEGEL tituló por un momento esta obra, en la que se acaba la metafísica moderna: “Ciencia de la experiencia de la conciencia”, entonces no podemos dejar pasar la claridad de este momento, sino que tenemos que intentar aclarar la obra desde ella. No se ha de eludir esta necesidad, sobre todo porque a pesar de la nueva desaparición del mencionado título, por doquier en el curso de la obra en pasajes decisivos se habla de la “experiencia”. Preguntamos por lo tanto: ¿qué significa aquí, en el ámbito de la metafísica absoluta y de su especulación incondicionada, “experiencia”? ¿Qué significa “experiencia de la conciencia”? La dilucidación del título “Ciencia de la experiencia de la conciencia” en base a la Introducción, evidentemente no puede en la presente oportunidad ser realizada como debiera a través de una interpretación formal, continua del texto introductorio. Una vista general y un rápido examen de la construcción de la “Introducción” debe bastar como recurso. La “Introducción” consiste en dieciséis parágrafos (1-16), que nosotros articulamos en cinco capítulos (I-V). Sean aquí dilucidados sólo los primeros cuatro capítulos (1-15). Heideggeriana: HegelFenomenologia

Porque HEGEL quiere “introducir”, tiene que partir de una “representación natural”. Tales puntos de partida se extienden por ello a través de toda la “Introducción”, de modo que HEGEL hace comenzar cada nuevo paso de la “Introducción” con un tal “punto de partida”, pero para luego mostrar hasta qué punto las representaciones corrientes parecen, estar en su derecho pero en realidad no lo están. Dicho más claramente y en el sentido de HEGEL: Lo que las representaciones corrientes mientan del conocimiento con respecto a un examen previo del mismo, significa en verdad otra cosa. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Por lo tanto HEGEL no niega de manera alguna que un “examen” del conocimiento tiene que preceder al conocimiento acabado del absoluto. Sólo que el tipo de examen y la esencia del conocimiento del absoluto sometido al mismo sólo se puede determinar, si de alguna manera, a partir del mismo absoluto. Heideggeriana: HegelFenomenologia

De manera introductoria y casi incidentalmente, encubierta en proposiciones subordinadas, HEGEL expresa en el primer parágrafo de la “Introducción” lo que sostiene su metafísica: el absoluto está ya en nosotros y quiere estar en nosotros. El conocer es el rayo del absoluto que nos toca, no un propósito que obtenemos “posteriormente” en dirección hacia el absoluto. Desde el auténtico recuerdo de la historia de la metafísica, debiéramos saber que ésta desde Platón y Aristóteles sólo piensa el ente como ente, en tanto a la vez piensa al máximo ente (timietaton on = to theion) y a su vez éste como el fundamento y la causa (arche — aition) de todo ente y con ello del ser. En tanto el ente es pensado como ente (on he on), la metafísica es ontológica. En tanto el ente como ente es pensado desde el máximo ente, la metafísica es teológica. La metafísica es en su esencia ontoteológica. Ello rige no sólo para la metafísica de Platón y para la de Aristóteles o hasta para la metafísica cristiana. También la metafísica moderna es de Descartes a Nietzsche ontoteológica. La fundamentación y evidencia del principio de autocerteza del ego cogito tiene su fundamento en la idea innata substantiae infinitae, es decir, Dei. Cada mónada divisa en una determinada perspectiva el universo y con él la mónada central de Dios. Toda razón del hombre, como relación fundamental de su esencia con el ente, está determinada según Kant por los postulados de la razón práctica, en los que está planteada la existencia del máximo bien como de lo incondicionado. Y el ser como “voluntad de poder” es también según Nietzsche sólo posible sobre el fundamento de lo incondicionado, que él sólo puede expresar todavía como “el eterno retorno de lo igual”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

En tanto HEGEL dice “El absoluto ya está en nosotros” y “el conocer es el rayo del absoluto que nos toca”, dice lo mismo. Pero dice esto mismo a la vez de otro modo — a saber desde una última incondicionalidad, que plantea como lo primero. A esta posición expresa y sabedora primera del primer supuesto de toda metafísica determinada ontoteológicamente, tenemos que concebirla finalmente como lo que es. Es la máxima decisión de la autorreflexión crítica, iniciada con Descartes, llevada recién por Kant a su ámbito (trascendental). Es lo contrario de una especulación sin límites, que dejara tras suyo los mojones fronterizos de la crítica. El saber de la esencia del saber absoluto se sabe ya a sí mismo como saber absoluto. Es el saber en su esencialidad, “la” ciencia simplemente, la única que puede y tiene que saber su propia esencia. Es la “Teoría de la ciencia”. Así reza según Fichte el nombre alemán y moderno para la metafísica absoluta. Esta metafísica no es el deshecho de la “crítica”, sino que concibe la “crítica” misma en su incondicionalidad. Considera que la máxima circunspección con respecto al conocimiento del absoluto reside en un previo comenzar en serio con lo que aquí es conocido. Pero si ahora “la ciencia” se expresa así, en forma directa, sobre el absoluto y el conocimiento del absoluto, entonces entra simplemente en cierto modo en medio del opinar diario y entre los hechos que aparecen como una entre otros. Mas el mero entrar y abrirse paso no es sin embargo legitimación alguna. Por ello HEGEL dice hacia la conclusión del capítulo I de la “Introducción” (parágrafo 4): “Pero la ciencia por el hecho de que entra en escena, es ella misma un fenómeno; su entrar en escena no es aún ella llevada a cabo y desplegada en su verdad” (WW II, 62). Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero si entendemos, según el modo de representación diario, al conocimiento como curso, y escuchamos aquí acerca del curso de la conciencia hacia su verdad esencial, es decir, hacia el espíritu, entonces podemos de hecho concebir todo esto “desde el punto de vista” de la conciencia natural como un “camino del alma” al espíritu absoluto. El curso es entonces un itinerarium mentís in Deum (Buenaventura). De hecho, todos los intentos de interpretar la “Fenomenología del espíritu” de HEGEL han concebido también, hasta ahora, a ésta en el sentido de un curso que recorre la “conciencia natural”. Sólo que HEGEL dice expresamente (parágrafo 5) que se “puede” concebir así la Fenomenología del espíritu desde el punto de vista de la conciencia natural, no filosófica. Pero con ello se dice, justamente, que esta concepción es filosóficamente no verdadera. Pues no se trata de un camino, que se encontrara ante la conciencia natural y que como caminante lo recorriera en dirección al absoluto. Antes bien, el curso mentado por HEGEL es el curso que sigue el mismo absoluto, de tal modo que en este curso anda su camino y su objetivo, la verdad de su aparecer completo. En ello la conciencia natural se muestra como un saber, que aún no ha realizado en sí la verdad del saber y que por ello tiene que abandonar su obstinación. Pero aquí se abre paso renovadamente la opinión diaria y concibe este camino de la conciencia hacía su verdad y certeza al modo de Descartes, como un camino de la duda. Mas éste va en búsqueda, a lo sumo, después de recorrer lo dudoso, de tener nuevamente la cosa en la mano y en la certidumbre, como estaba antes del asomo de duda. El camino de la duda se anquilosa simplemente en la certeza, que la duda, como fe en sí misma y en su derecho, ya presupone. Pero el curso del saber que aparece hacia su verdad esencial es un curso en el que ya el primer paso piensa más allá de la esencia de la conciencia, pero haciendo esto tiene que reconocer que la esencia concebida en primer lugar, tomada en sí, no ofrece ninguna esperanza de llevar el absoluto en su verdad, es decir, absuelto y absolvente, a aparición. El primer paso en el curso del absoluto que se lleva a aparición exige un próximo, del cual rige lo mismo, y ello hasta que el todo de las figuras esenciales de la conciencia no se absuelva y sólo en la absolución sea absoluto. El curso del saber que aparece es entonces de paso en paso más bien un “camino de la desesperación” (parágrafo 6, WW II, 63). Aunque los grados precedentes tienen que ser abandonados, sin embargo tienen a su vez que ser conservados, el absolver no ha de ser una pérdida sino la única forma de alcanzar el absoluto. Pero “el camino de la desesperación” sería sólo un camino sin perspectiva, en el cual precisamente nada [habría] ni nunca más aparecería algo. El continuo abandonar absolvente de los grados anteriores es por ello necesariamente un entrar en ellos, a fin de que la correspondiente figura esencial de la conciencia pueda ser asumida; pues recién como en suma asumidas pueden en el proceso ser conservadas. El curso del saber que aparece es un sobreasumir (Aufheben) las figuras de su esencia que llegan a aparecer. Y “sobreasumir” es algo triple: las figuras recorridas de la conciencia son no sólo respectivamente recogidas en el sentido de un tollere (levantar del suelo), son a la vez sobreasumidas en el sentido de un conservare (conservar) [y en el de un elevare]. Este conservar es una tradición, en la que la conciencia entrega sus figuras recorridas mismas, en tanto en la sucesión esencial de su aparecer las toma y conserva y así las “sobreasume” en un doble sentido. De este modo la conciencia realiza, presentándose, su aparecer en una historia (Geschichte), que rige a la formación de su esencia de manera que en esta misma formación se sabe en la integridad de su aparecer. “La serie de sus configuraciones, que la conciencia recorre en este camino, es más bien la historia circunstanciada de la conformación de la conciencia misma en ciencia” (parágrafo 6, WW II, 64 medio). Heideggeriana: HegelFenomenologia

Nuevamente se abre paso la opinión diaria con una pregunta. Si el presentarse del saber que aparece es un curso en el sentido de la caracterizada historia de la conformación de las figuras de la conciencia, ¿de dónde toma entonces este curso el principio de integridad de las figuras y de dónde toma en general su meta y con ello la norma de la serie de pasos del progreso? HEGEL contesta a estas preguntas en los parágrafos 7 y 8. La respuesta a estas preguntas que plantea la opinión no filosófica, sólo puede sin embargo, como por doquier en esta “Introducción”, consistir en que las preguntas mismas sean “planteadas correctamente”. Ello sucede a través de la referencia de que esas preguntas del opinar habitual no preguntan en vista de aquello solo que está en cuestión: el absoluto y el conocimiento del absoluto. Heideggeriana: HegelFenomenologia

En el parágrafo 8, que caracteriza la meta del curso de la conciencia, dice HEGEL: “Pero la conciencia es para sí misma su concepto” (WW II, 66). La conciencia es según su esencia autoconciencia. Pero ésta sólo es su esencia, es decir, [sólo] es para sí misma lo que es en tanto como autoconciencia se sabe a sí misma en la integridad de su esencia. Este saber autosabedor de sí mismo es según HEGEL “el concepto”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Desde otra visión se caracteriza como tesis el mero asumir y constatar lo consiente, como antítesis el retomar lo así puesto como algo consiente para la conciencia en la autoconciencia, y como síntesis la asunción conjunta de ambas en la peraltante unidad. Si se piensa en el orden sucesivo del opinar diario, entonces el curso de la conciencia parte de la tesis, pasa a la antítesis y asciende a la síntesis. Pero entonces se dirige a HEGEL la pregunta con respecto a este proceso, de cómo se determinaría un hilo conductor para el paso de la tesis a la antítesis y de ambas a la síntesis. No se encuentra en la representación diaria de este curso, de hecho y con razón, ningún hilo conductor. Se llega entonces a la duda y finalmente a la objeción y reproche con respecto a HEGEL, de que pone en escena por puro arbitrio el proceso en este triple paso, hasta de que tiene que ponerlo en escena. Pues si primero es puesta sólo la tesis, falta toda indicación acerca de la dirección y el ámbito de los cuales debe ser tomada la antítesis. Y cuando es puesta ésta, permanece siempre cuestionable en qué aspecto deba concebirse la oposición como una composición y unidad. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero esta crítica al pensamiento de HEGEL formulada bastante a menudo aún por parte “filosófica” no piensa de ninguna manera filosóficamente. Pasa plenamente por alto el que la síntesis es lo fundamental y conductor, que desde la violencia de la elevación ante todo reinante está circunscrito el ámbito de lo que merece el conservare y que por ello exige un tollere. Para poder llevar a presentación el curso de la conciencia en su aparecer, el pensar presentativo tiene ante todo que pensar la síntesis y a partir de ella recién pensar la tesis y antítesis. Pero esta síntesis en tanto absoluta no es “hecha” por nosotros sino sólo realizada. Pues la síntesis y la elevation absoluta es ya como lo que HEGEL nombra en el primer parágrafo de la “Introducción”, cuando dice dos cosas: El absoluto está ya en nosotros; el conocimiento es el rayo como el cual la verdad misma (el absoluto) nos toca. Sí se deja de atender a esto, en tanto se desconoce “la (absoluta) violencia” (WW II, 60), que reina ya en la esencia de la conciencia, entonces es vano todo intento de reflexionar acerca del curso de la conciencia y de saber la ley interna del proceso del curso. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero, viceversa, rige también esto: si pensamos previamente desde la originaria elevación y síntesis de la conciencia, entonces está ya dado el fundamento de determinación para el tipo de proceso y con ello para la integridad de las figuras a recorrer. La conciencia está forzada al progreso por la violencia de su esencia absoluta mientras no se sepa a sí misma incondicionalmente en su verdad y de este modo sea sí misma en sí y para sí misma. A través de esta meta del curso está pues también determinada cada figura del proceso y el tránsito de una a otra: son las figuras y grados de la autoconciencia que se determinan desde la interna atención a la autoconciencia absoluta. La negación de la figura precedente que se realiza en el proceso no es un negar vacío. Ni según la dirección del grado sobreasumido (aufgehoben) es éste dejado de lado y abandonado, ni tampoco la negación va en dirección del proceso hacia lo indeterminado vacío. La negación en el proceso y con ello su esencia es “negación determinada”. HEGEL lo considera en el parágrafo 7 de la “Introducción”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Examen — se escucha en época de Kant como consideración “gnoseológico crítica” del conocer, que para tal intención es aislado por sí como un “medio”. Pero ante todo el pensar común plantea de inmediato la pregunta de dónde está tomada la regla de medida para este “examinar”. En tanto HEGEL nuevamente se aventura en el opinar habitual sobre tomar-medida y examinar, dilucida cosas esenciales en el capítulo siguiente de la “Introducción” sobre el curso del presentarse del saber que aparece. Heideggeriana: HegelFenomenologia

A las preguntas acerca de qué sucede con la regla de medida para el examen de la conciencia y de qué tipo es el examen mismo, nos las hacemos responder por dos proposiciones de HEGEL, que extraemos de este capítulo III de la Introducción. Son dos proposiciones sobre la conciencia, que están en conexión interna con la ya mencionada (comp. arriba p. 87) del parágrafo 8, de que la conciencia es para sí misma su concepto. Una se encuentra al inicio del parágrafo 12: “La conciencia se da a sí misma su regla de medida…(WW II, 68). Heideggeriana: HegelFenomenologia

¿Hasta qué punto la conciencia como tal y por consiguiente en sí es reguladora de medida, de tal modo que da ya la medida adecuada a su esencia por el hecho de que es conciencia, es decir, de que “da a ella misma su regla de medida”? HEGEL dice con circunspección, “a ella misma”, no: a sí misma, para expresar a través de esto que la conciencia no tiene que desarrollarse recién posteriormente y además desde sí. HEGEL no sólo la piensa en el sentido de Descartes en general como autoconciencia, de tal modo que todo lo conciente es lo que es para un yo, es decir, algo que se opone (objeto) al representar. Piensa por anticipado la autoconciencia a la vez en sentido “trascendental” kantiano, es decir, atendiendo a la objetividad del objeto de la conciencia. Pero lo objetivo del objeto se funda en y se determina desde las funciones originariamente unientes (sintéticas) de la autoconciencia. Ellas determinan la objetividad del objeto, de tal modo que cada objeto como tal, es decir, con respecto a su objetividad, se tiene que medir en la autoconciencia, es decir, en la esencia de la conciencia. Este es el único sentido del pensamiento a menudo citado y también a menudo malentendido y citado sólo fragmentariamente, que Kant expresa en el Prefacio a la segunda edición de su “Crítica de la Razón pura” (B XVI), en cuanto compara su cuestionamiento trascendental con el cuestionar de Copérnico. Las proposiciones rezan: “Hasta ahora se aceptó que todo nuestro conocimiento tiene que orientarse según los objetos; pero todos los intentos de determinar a priori algo sobre ellos a través de conceptos, a través de lo cual nuestro conocimiento sería ampliado, se desbarataron bajo este supuesto. De allí que se intente una vez, si no, no progresaríamos más en las tareas de la metafísica, aceptando que los objetos tengan que orientarse según nuestro conocimiento, lo que ya concuerda con la anhelada posibilidad de un conocimiento de los mismos a priori, que debe fijar algo sobre los objetos, antes de que nos sean dados. Con esto sucede como con el primer pensamiento de Copérnico, quien después de que con la explicación de los movimientos del cielo no lograba salir tan bien cuando admitía que todo el ejército de estrellas giraba en torno al espectador, intentó si no resultaba mejor si hacía girar el espectador y por el contrario [dejaba] las estrellas en calma”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Esta comparación para nada suena a “subjetivismo” en el sentido del pensar común. El espectador ha de girar en torno a las estrellas, no éstas en torno al espectador. Lo menciona Kant, para dilucidar su propio cuestionamiento a través de la comparación con el giro copernicano. ¿Pero dice Kant, sin embargo, que los objetos deben orientarse según nuestro conocimiento, por lo tanto las estrellas según el espectador? No — leamos con precisión. Dice: Los objetos deben orientarse “según nuestro conocimiento”, es decir, según la esencia de la conciencia. Esto quiere decir: Kant deja al ente en sí en calma y lo determina, no obstante, de tal modo que hace girar el aparecer y con ello el observador que representa a lo que aparece, en torno a la cosa misma. No quiere decir: este árbol aquí como árbol tendría que orientarse según lo que aquí pienso de él, sino: el árbol como objeto tiene la esencia de su objetividad en lo que previamente pertenece a la esencia de la objetividad. Ésta es la medida para el objeto; es decir, la originaria unidad de la autoconciencia y de su representar uniente es la regla de medida dada en la esencia de la autoconciencia para lo consiente como tal. HEGEL dice: la conciencia se da a sí misma su regla de medida, porque ya siempre se expresa sobre la objetividad de sus objetos y así sobre sí misma. Pero no se detiene como Kant en la autoconciencia humana, sino que también convierte aún a la autoconciencia misma expresamente en objeto de sí misma y de este modo hace desplegar en ella misma reglas de medida más originarias. De hecho también Kant procede así, en tanto hace enunciados acerca de la esencia de la autoconciencia, que son medidos en general en la esencia de la razón. Pero la proposición de HEGEL: “La conciencia da a sí misma su regla de medida”, no dice sólo que la regla de medida sea dada inmediatamente con la esencia de la conciencia y caiga en ésta; con el “da” dice al mismo tiempo que la conciencia, en su curso hacia su esencia, hace aparecer respectivamente la regla de medida de sí misma y de este modo es en sí conformadora de regla de medida. Ésta se modifica de grado en grado, en tanto paso a paso aparece la originaria elevation al absoluto y con ello éste mismo como la integridad de la esencia de la conciencia. Ella se relaciona como tal con su consiente (el “objeto”) y en tanto lo refiere a sí como sí misma, ya se relaciona también consigo misma. Según esto el objeto es lo que es para la autoconciencia. Pero también ésta es lo que es en tanto aparece para ella misma, a saber como lo que constituye la objetividad del objeto. La autoconciencia es en sí la regla de medida para su objeto. En tanto se relaciona con éste, el objeto, como lo por-medir, pero a la vez consigo misma como la que mide, se realiza en sí misma en esta doble relación la comparación de lo por-medir con su regla de medida. Para ella son simultáneamente lo por-medir y lo que mide como lo mismo. La conciencia es en sí misma esencialmente esta comparación. Y en tanto es en esta comparación, es esencialmente examen. Realiza el examen de su esencia no ocasionalmente en situaciones críticas sino en todo tiempo, en tanto como autoconciencia piensa en su esencia, es decir, la objetividad del objeto. Por ello HEGEL dice: La conciencia se examina a sí misma (comp. parágrafo 13, WW II, 69). Cuanto menos la regla de medida es recién aportada a la conciencia de alguna parte, tanto menos el examen es realizado desde nosotros y ocasionalmente a ella. El curso de la conciencia hacia su propia esencia que aparece, es en sí a la vez conformador de regla de medida y examinador. Por lo tanto la conciencia es en sí una confrontación consigo misma. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero el curso de la conciencia tiene el rasgo fundamental de la sobreasunción (Aufhebung), en la que se expone a sí misma en la verdad de su esencia y lleva a aparecer sus figuras esenciales unitariamente como historia esencial. La conciencia es confrontación en un doble sentido. Es por una parte un explicarse disputante, examinador, controversia consigo misma. Es como este explicar y se pone aparte y de manifiesto y es el exponerse en la unidad de lo en sí reunido. La esencia de la reunión que expone y hace manifiesto es, expresado en griego, el legein. La esencia del logos es deloen, hypophanestai, hemeneuein. Por ello el tratado aristotélico sobre el logos lleva el título Peri Hermeneos (es decir: Sobre el hacer aparecer explicativo). (La relación interna con idea, con idein y con ekdinai es clara). El exponer explicativo en la unidad del diálogo que se confronta es el dialogos — el dialegesthai. La expresión de voz media nombra en una doble significación del dia como “a través” y “entre” el diálogo de un expresarse, que recorre un estado de cosas y lo lleva de este modo a aparecer. Ya para Platón el expresarse sobre el ser del ente es un diálogo del alma consigo misma. La esencia dialógica-agónica del dialegesthai vuelve como figura transformada, moderna e incondicionada en la determinación hegeliana de la esencia de la conciencia. El curso de la conciencia en tanto examinar triplemente sobreasumidor (aufhebende) y tético-antitético-sintético, conformador de regla de medida, es “dialéctico” en sentido originario. El curso de la conciencia, que ella elabora en sí misma, es un “movimiento dialéctico”. Ahora en los trece parágrafos vigentes, la esencia del curso de la conciencia que se presenta se ha aclarado de manera tan amplia y unitaria que HEGEL con el parágrafo 14, que constituye por sí el capítulo IV, puede pasar a la palabra decisiva de la “Introducción”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Puesto que HEGEL expresa el rasgo fundamental de la “Fenomenología del espíritu” en los tres parágrafos que siguen y últimos de la “Introducción”, es aconsejable resumir antes en una retrospectiva la dilucidación vigente de ésta. Al inicio de las presentaciones sobre la “Fenomenología del espíritu” se aludió al rol y posición diferentes de la “Fenomenología” al interior de la metafísica de HEGEL. En el primer sistema, que se denomina a sí mismo “Sistema de la ciencia”, la “Fenomenología del espíritu” conforma, bajo el título “Ciencia de la fenomenología del espíritu”, la primera parte. “La ciencia”, dicho simplemente, significa aquí: “la filosofía”. Y el título “Sistema de la ciencia” mienta “la filosofía” en la única figura a ella adecuada del “sistema” desplegado. La filosofía es como saber incondicionado, que condiciona a todo otro, en sí misma “sistemática”, es lo que es sólo como “sistema”. (Este nombre denomina la construcción esencial de la ciencia misma, no acaso la forma aportada de un orden posterior de los conocimientos filosóficos). El primer sistema, bipartito, sea denominado, atendiendo al rol omnideterminante de la “Fenomenología”, el “Sistema-Fenomenología”. El segundo, tripartito, que enseguida después de aparecer la “Fenomenología del espíritu” tiene que haber alcanzado primacía, conoce a la “Fenomenología del espíritu” sólo como parte constitutiva subordinada de la tercera parte principal. Lo que significa, pues, el desaparecer de la “Fenomenología del espíritu” del rol de primera parte del sistema para el sistema mismo y por consiguiente para la metafísica del idealismo alemán, sólo puede ser apreciado, y en general recién claramente interrogado, si la esencia de la “Fenomenología del espíritu” está suficientemente aclarada. Intentamos aquí hacer algunos pasos a este respecto y a saber en un camino simple. Heideggeriana: HegelFenomenologia

¿Qué es “la Fenomenología del espíritu”? La respuesta a esta pregunta la tomamos de la “Introducción”, que HEGEL hace preceder a la obra después de un extenso “Prefacio”. ¿Qué y cómo introduce la “Introducción”? Ella es la preparación del arranque del salto al pensar, que en la obra piensa. La preparación del salto se realiza como dilucidación del título “Ciencia de la experiencia de la conciencia”. Pero este titulo falta en la obra publicada en 1807, igualmente en la publicación de 1832. Por ello no es de inmediato manifiesta la verdadera determinación de la “Introducción”. Que HEGEL denomine “sistema” a una parte esencial misma del “Sistema de la ciencia”, es comprensible después del precedente de la “Teoría de la ciencia” de Fichte. Del mismo modo no puede extrañar que para el sistema de la metafísica moderna, que ha encontrado su fundamento y suelo en la “conciencia”, “la conciencia” sea tema. La caracterización de la metafísica como “ciencia de la conciencia” parece evidente. Por el contrario nos sorprende que en el título de una obra de la metafísica especulativa absoluta asome la palabra “experiencia”; pues lo “empírico” es, sin embargo, justamente aquello que en toda metafísica, no sólo en la moderna, permanece inesencial y sólo menesteroso de la esencialidad de la esencia. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La aclaración del concepto de “experiencia” al interior del título “Ciencia de la experiencia de la conciencia” tiene que acertar el centro del despejamiento de este título y con ello el núcleo de la dilucidación de la esencia de la “Fenomenología del espíritu”. La calidad de única de esta obra surge de la posición fundamental que entretanto ha alcanzado la metafísica occidental. La metafísica es el conocimiento del ente como tal en totalidad a partir de su fundamento. Reconoce al verdadero ente en su verdad. Este es a consecuencia de la esencia onto-teológica de la metafísica el máximo ente de todo ente (ens entium), el ente sólo desde sí y por sí, el absoluto. El conocimiento metafísico es en su “objetivo final” (Kant) el conocimiento del absoluto. Recién la metafísica del idealismo alemán ha reconocido, clara y decididamente, que el conocimiento del absoluto sólo puede ser tal si al mismo tiempo conoce de manera absoluta. La pretensión de saber absoluto de la metafísica se ha de concebir ahora en su necesidad esencial. De allí que equitativamente esta pretensión tenga que legitimarse en su derecho, puesto que excede esencialmente los límites del conocer diario de las cosas finitas. El conocer tiene que ser examinado acerca de si y cómo puede ser un conocimiento absoluto. Este examen es hasta plenamente inevitable al interior del pensamiento moderno, según su propia actitud cognoscente; pues para el pensamiento moderno “verdad” significa la indudable certeza que se legitima a sí misma. Por eso tampoco la metafísica absoluta, y ella menos, puede sustraerse a la exigencia de “examen” y legitimación. Sin embargo, la pregunta decisiva es precisamente de qué tipo puede ser este examen del conocimiento absoluto y cómo tiene que ser realizado. Es, a saber, examinado el conocimiento; entonces existe ya antes de toda realización del examinar, para éste, una opinión previa sobre la esencia del conocer por examinar. Y la representación corriente del conocer se dirige a que éste es o un “instrumento”, o un medium y con ello en todo caso un “medio”, que se encuentra entre el cognoscente y lo conocido y no es ni uno ni otro. Pero si en el conocimiento absoluto el conocer fuera un mero “medio”, entonces permanecería “fuera” del absoluto y de este modo no sería absoluto. Pero como “relativo” el conocer está respectivamente “en relación con…, en referencia al absoluto. Por ello, es en cada caso necesario visualizar enseguida y previamente esta referencia al absoluto y tomarla por base como la esencia del conocer. Pero la referencia del conocer al absoluto sólo puede ser, supuesto que pensemos el absoluto como tal, la referencia del absoluto a nosotros, los cognoscentes. Pertenece al arte pensante de la fuerza pensante de presentación de HEGEL, que nombre en la “Introducción” a esta esencia del conocer absoluto, casi sólo de paso, hacia el final del primer parágrafo, en proposiciones subordinadas. En forma de proposiciones conductoras HEGEL dice sobre el absoluto y sobre el conocimiento del mismo esto: 1. El absoluto está en y para sí ya en nosotros y quiere estar en nosotros (comp. WW II, 60). 2. El conocer es “el rayo mismo, a través del cual la verdad nos toca” (ibíd.). Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero atendiendo a la necesidad del examen ahora se tiene que preguntar: ¿Qué es el conocer absoluto si no puede ser un “medio”? Y: ¿de qué tipo es el examen si no requiere investigar un “medio” en su aptitud? Es el conocer, nuestro conocer, en su esencia el rayo mismo, como el cual el absoluto nos toca, entonces el conocer se manifiesta, visto desde nosotros como un irradiar, que reflejamos en tanto tocados por el rayo, para en este reflejo seguir al rayo que nos toca en su dirección opuesta. Pero así el conocer ya no es un “medio”, sino “camino”. Este rasgo fundamental del conocer, que se anuncia desde el inicio del pensar occidental como othos (methodos), es siempre nombrado de nuevo en la “Introducción” a la “Fenomenología del espíritu”. Al servicio de la tarea de la “Introducción”, de partir continuamente de representaciones corrientes, pero haciéndolas a su vez visibles como inadecuadas, HEGEL determina en qué sentido el conocer del absoluto tiene el rasgo fundamental del “camino”. En primer lugar podría, evidentemente, aún decirse también ahora: La caracterización del conocer como camino lo toma asimismo como medio. Hablamos por cierto, en el mismo giro, de “los medios” y “caminos”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La segunda proposición de la conciencia dice: “La conciencia se da a sí misma su regla de medida (es decir, la verdad de su esencia)” (parágrafo 12, WW II, 68). Y en tanto la conciencia esencialmente aparece y este aparecer es el examinar en el sentido de tal “acusar”, rige la tercera proposición de la conciencia: “La conciencia se examina a sí misma” (parágrafo 13, WW II, 69). Por el contrario a nosotros nos queda sólo “el puro estar mirando” en este aparecer de la conciencia, que es un movimiento que la conciencia ejerce en ella misma. Se trata de ver de qué manera nosotros, como examinadores, somos la realización del ejercicio de este movimiento mismo. Se trata de concebir qué entiende HEGEL por “experiencia de la conciencia”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Lo que HEGEL denomina “experiencia” en la “Fenomenología del espíritu”, no se refiere al ente perceptible a diario, ni en general al ente, ni es la “experiencia” estrictamente un modo de conocer. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Si para HEGEL “la experiencia” no es todo esto, ¿qué es entonces? Experiencia (Erfahrung) es “la experiencia de la conciencia”. ¿Pero qué mienta esto? Intentaremos ahora, en una enumeración aparentemente externa, nombrar los momentos de la esencia de la experiencia, en continua referencia a la dilucidación de la “Introducción” hasta ahora ofrecida. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La experiencia de la conciencia es, en tanto este pasar por de doble sentido, el pasaje por la sobreasunción (Aufhebung) de triple sentido. Pero a ésta pertenece la negación de la tesis a través de la antítesis, de tal modo que lo negado en esta negación es conservado, y por su parte la negación de la antítesis es negada a través de la síntesis. El pasar-por tiene el rasgo fundamental de esta originaria doble negación, que exige un continuo abandono de lo presuntamente alcanzado. El curso de la experiencia es un “camino de la desesperación” y por ello la experiencia es esencialmente una “dolorosa experiencia”. HEGEL piensa, pues, también el dolor siempre de modo metafísico, es decir, como un tipo de “conciencia”, la conciencia del ser otro, del desgarro, de la negatividad. La experiencia de la conciencia es, como experiencia trascendental-dialéctica, siempre la “mala” experiencia, en la que lo respectivamente conciente resulta de otro modo que como respectivamente aparece en primer lugar. La experiencia es el dolor trascendental de la conciencia. La experiencia de la conciencia es en tanto “el dolor” al mismo tiempo el pasar-por en el sentido de poner de relieve las figuras esenciales de la autoconciencia que aparece. La experiencia es “el trabajo del concepto”, quiere decir el ponerse de relieve de la conciencia en la integridad incondicionada de la verdad del concebirse a sí misma. Es el trabajo trascendental, que se ajetrea al servicio de la violencia incondicionada del absoluto. Es el trabajo trascendental de la conciencia. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero el experimentar como alcanzar es sólo el despliegue de la conciencia hacia la verdad de su ser. La experiencia de la conciencia no es sólo ni en primer lugar un tipo de conocimiento, sino un ser, y a saber el ser del absoluto que aparece, cuya esencia misma descansa en el incondicionado aparecer de sí mismo. El absoluto es para HEGEL “el concepto”, en el sentido del incondicionado concebirse a sí misma de la razón. Y este concepto incondicionado es la esencia del espíritu. El espíritu es en sí y para sí “la idea absoluta”. “Idea” quiere decir: el mostrarse, pero pensado modernamente: como representarse al mismo que representa — representación incondicionada, manifestación de sí mismo en la verdad incondicionada de su propia esencia, que modernamente determinada es certeza y saber. El espíritu es el saber absoluto. La experiencia de la conciencia es el presentarse del saber en su aparecer. “La experiencia de la conciencia” es la esencia de la “Fenomenología”. Pero ésta es “la Fenomenología del espíritu”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero el concepto hegeliano de “experiencia” es pues esencialmente — es decir, infinitamente — diferente — por lo tanto no sólo en algún aspecto — tanto de la empeiria de Aristóteles como también de la “experiencia” de Kant. Aunque Kant, a diferencia de Aristóteles, precisamente recién concibe como “experiencia” lo que según Aristóteles se diferencia esencialmente de la empeiria, a saber el conocimiento del diñti (expresado kantianamente [en] la representación de la síntesis-causa-efecto), sin embargo Aristóteles y Kant concuerdan en que la “experiencia” y la empeiria se refieren al ente accesible inmediatamente a diario. Lo que por el contrario HEGEL denomina “experiencia” no se refiere al ente perceptible a diario, ni en general al ente, ni tampoco es la “experiencia” estrictamente tomada un “conocimiento” en el sentido de un proceder sólo representativo del hombre. ¿Qué es entonces la “experiencia” para HEGEL? ¿Qué es su “objeto”, en tanto la experiencia se dirige en general a “algo”? Después de la primera proposición del parágrafo 14 y ante todo después de las palabras espaciadas en esta proposición, “experiencia” es el hacer surgir el “nuevo verdadero objeto”. Este hacer surgir lo realiza la conciencia. De este modo, el hacer surgir se muestra como un movimiento ejercido en la conciencia, de la conciencia misma. En este movimiento, el objeto que surge del mismo es devuelto a la conciencia, como ya perteneciente a ella de manera oculta, expresamente como su posesión esencial. La proposición final del parágrafo hasta dice: “Este nuevo objeto contiene la nulidad del primero, es la experiencia hecha sobre él” (WW II, 79). Heideggeriana: HegelFenomenologia

En primer lugar ha de preguntarse: ¿Qué mienta aquí el discurso acerca “del nuevo verdadero objeto”? De la proposición introductoria resulta que la experiencia es ejercida en la conciencia como “movimiento dialéctico”. Pero la conciencia es en sí el tener conciente un objeto, al que está inmediatamente referida. Sin embargo, en tanto se habla de un “nuevo verdadero objeto” que surge antes que todo “de la conciencia”, ella “tiene” en esta experiencia propiamente “dos objetos”. HEGEL dice: “Vemos que la conciencia ahora tiene dos objetos, el uno el primer en si, el segundo el ser-para-ella de este en sí” (ibíd). Consideremos, por ejemplo, la conciencia en la figura de una intuición sensible, como ésta de este libro aquí. El objeto de esta intuición sensible (en sentido amplio) es este libro aquí, y es mentado como este objeto sensible. Este libro aquí, según la opinión de la intuición sensible el ente en sí, es sin embargo “también” intuido y “es” por ello como intuido al mismo tiempo por cierto “para ella”, a saber para la conciencia que intuye. En el “en sí” como lo así mentado enteramente legítimo, se encuentra sin embargo el “ser-para-ella (la conciencia)” del en sí. Pero este ser-para-sí no es otra cosa que el ser objeto del objeto “libro”. El ser objeto y todo lo que le pertenece se llama la objetividad de este objeto. La objetividad no es ella misma nada, sino algo tal que hasta ahora y continuamente sólo permaneció desconocido al intuir sensible. La objetividad del objeto es, en tanto sale por encima de todo objeto conocido y habitual, algo “nuevo”. Si acaso la objetividad misma es expresamente representada y mentada, entonces ella es “el nuevo objeto”. El ser objeto del objeto (libro) se determina a través del ser-para-la conciencia del libro y parece precisamente no ser otra cosa que el saber acerca del libro en el modo del intuir al mismo. Sólo que, examinada con precisión, la objetividad del objeto no es algo que sólo es adherido al objeto, sin interesarle por el contrario “algo”. El primer objeto (libro) se convierte ahora él mismo más bien en otro; pues ahora como objeto recién ha llegado a lo que es, es decir, a su esencia, a saber, a la objetividad. Pero la esencia de algo es lo “verdadero” “en” un objeto. La objetividad como esencia del objeto es por ello no sólo “el nuevo objeto”, sino al mismo tiempo y ante todo “el verdadero objeto”. Y este nuevo verdadero objeto contiene según la proposición final del parágrafo “la nulidad del primero”. Esto quiere decir: El primer objeto no es “en sí” lo verdadero y a saber precisamente porque es sólo “en sí”, de modo que su objetividad, es decir, su verdad, no surge aún. El primer objeto (por ejemplo, el libro) es, visto así, lo no-verdadero, no-propiamente-verdadero, visto desde la esencia, lo “nulo”. Sin embargo, el nuevo objeto como objetividad del objeto “es” su verdad. Pero de este modo “contiene” lo que el no verdadero es en verdad como no verdadero; contiene su nulidad. El nuevo objeto “es” la experiencia hecha sobre el primero. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Con ello sale el primer rasgo fundamental y sostenedor de todos los otros momentos del concepto hegeliano de experiencia, a diferencia del aristotélico pero también del kantiano. La empeiria se dirige al ente accesible a diario por doquier. La “experiencia” kantiana es la ciencia natural matemática y como tal se orienta al objeto existente “naturaleza”. Sólo que justamente Kant es quien — pero también él por primera vez al interior del pensamiento moderno — ha realizado claramente la pregunta por el ser del ente y desplegado propiamente este preguntar en cuestionamiento y caracterizado a éste mismo. Para el pensamiento moderno el ente es en la conciencia y para ésta lo a ella representado y remitido. El ente es ahora sólo Gegen-stand u Objekt. “Gegenstand” es el nombre moderno para lo que realmente se opone al re-presentar que se sabe a sí mismo, el “objeto” para el sujeto. Pensado modernamente es lo real, es decir, el ente, esencialmente objeto. En el pensamiento griego no se encuentra en ninguna parte el concepto del Gegenstand y del Objekt, porque es imposible, dado que el hombre no se experimenta como “sujeto”. Aunque verdad es que, a través de la teoría platónica de las ideas, de manera decisiva, es preparada la interpretación del ser del ente como objetividad del objeto. En tanto, pues, según Kant la metafísica pregunta completamente en el sentido de los griegos no por el ente sino por el ser, pero al mismo tiempo en el sentido de Descartes la verdad del ente, por lo tanto el ser descansa en la certeza de la representatividad, kantianamente pensada, la pregunta por el ser del ente es la pregunta por la objetividad del objeto. Este asir la objetividad del objeto es un conocimiento enteramente propio y en relación con el conocer inmediato del ente, “de la naturaleza”, de tipo nuevo. Y por ello dice Kant: “Yo denomino trascendental a todo conocimiento que en general se ocupa no tanto con objetos sino con nuestro modo de conocimiento de objetos, en tanto éste debe ser posible a priori. Un sistema de tales conceptos habría de llamarse filosofía trascendental” (Crítica de la razón pura, Introducción, B 25). El conocimiento que se ocupa de los objetos mismos es según Kant la experiencia. Pero el conocimiento que piensa la objetividad de los objetos, pregunta por las condiciones de posibilidad del objeto de la experiencia. Este asir la objetividad del objeto de la experiencia en sentido kantiano es el conocimiento trascendental u ontológico. Y justamente a este hacer surgir el nuevo verdadero objeto a diferencia del antiguo, no verdadero, al asir trascendental de la objetividad del objeto denomina HEGEL “experiencia”. Por lo tanto, para HEGEL “la experiencia” no es como para Kant el conocimiento óntico, sino el ontológico. Esta experiencia trascendental hace surgir la objetividad del objeto “de la conciencia”, ante todo originarse, de tal modo que ahora esta objetividad misma es el objeto recién originado y por ello nuevo. Este, el objeto trascendental, es esencialmente, no sólo de paso, “el nuevo” objeto. Su objetividad consiste en la “novedad”, en el originamiento del originarse a través de la experiencia. Pero “originarse” (”ent-stehen”), no significa aquí: ser confeccionado como cosa, sino llegar a estar en medio del re-presentar y para éste, es decir, aparecer, pensado platónicamente: hacerse “visible”. Pero en tanto según el paso fundamental de Kant, determinado desde Descartes, las condiciones de posibilidad del objeto de la experiencia se encuentran “en la conciencia”, es decir, no son otra cosa que la “autoconciencia”, el objeto esencialmente nuevo, es decir, trascendental, es decir, de la “experiencia” hegeliana, no es otra cosa que la autoconciencia como tal. Pero en tanto ésta constituye la esencia de la conciencia, la experiencia trascendental es esencialmente “experiencia de la conciencia” y ello en el triple sentido: La conciencia es lo experimentado en esta experiencia, a saber la objetividad del objeto. Pero es al mismo tiempo la que experimenta, la que ejercita la experiencia. Y es entonces aquello a que lo experimentado y el experimentar pertenece, de modo que ella misma “es” esta experiencia. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La experiencia como el hacer surgir trascendental del nuevo verdadero objeto está necesariamente referida a una infinitud, es decir, a la conciencia como lo in-finito, o sea, no finito, sino originariamente uno, es decir, a la conciencia como lo incondicionado que todo lo condiciona. Pero la referencia de la experiencia trascendental a lo incondicionado de la conciencia es de tal tipo que esta “experiencia de la conciencia” hace aparecer a ésta en su incondicionada verdad y mostrarse en su completo condicionamiento, que determina unitariamente a todo objeto en su posibilidad. Según ello, el concepto hegeliano de “experiencia” es no sólo en general — a diferencia del concepto kantiano, óntico ontológico —, expresado kantianamente, trascendental, sino que la experiencia en sí trascendental se dirige a lo incondicionado de todo condicionamiento y de este modo a todo el contexto de condicionamiento. La “experiencia” es incondicionalmente un trascendental hacer surgir la conciencia, el hacer aparecer sus figuras en la incondicionalidad de su condicionar de todo objeto condicionado como tal. HEGEL — y la metafísica del idealismo alemán en general — toma con seriedad el “asomarse a esa infinitud de representaciones y conceptos de propia autoría”. Pero tomar con seriedad no significa aquí sólo agregar este asomarse como complemento al planteo trascendental kantiano y recién en él ver el fin, sino iniciar con este asomarse en lo incondicionado y hacer determinarse todo “ver” desde aquí. Heideggeriana: HegelFenomenologia

De esto se hace claro que HEGEL reivindica la palabra “experiencia” como nombre para el “conocimiento” trascendental incondicional. Este tipo de experiencia se diferenciará por ello esencialmente de la habitualmente así llamada. Al inicio del próximo parágrafo 15 hace referencia expresa a una tal diferencia, para con ayuda de esta alusión introducir el paso hacia aquella determinación de la esencia de la “experiencia” que intenta captar su más íntimo núcleo. La experiencia rectifica (conduce a la verdad). HEGEL dice: “en esta presentación del transcurso de la experiencia hay un momento a través del cual no parece concordar con aquello que se suele entender por experiencia. El tránsito del primer objeto y el saber del mismo al otro objeto, en el cual se dice que la experiencia ha sido hecha, fue indicado de tal modo, que el saber del primer objeto, o el para-la-conciencia del primer en-sí, debe convertirse en el segundo objeto mismo. Por el contrario, no parece sino que hiciéramos la experiencia de la no verdad de nuestro primer concepto en otro objeto, que acaso encontraríamos como casual y exteriormente, de modo que cayera en nosotros sólo la mera aprehensión de lo que es en y para si” (Hoffmeister p. 73). Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero ¿qué ocurre con el tránsito en la experiencia trascendental? Pone en vista y consideración la objetividad del objeto. Lo que es el primer objeto, o sea lo que experimentamos sobre él como objeto, su objetividad, no se muestra aquí en “otro” objeto, sino justamente en este primero mismo y sólo en él. Aquí no dejamos ir al primer objeto, sino que lo experimentamos, pasamos por él en cierto modo a través. Y a saber, se muestra lo que experimentamos, o sea la experiencia que hacemos, de tal modo, en el primero, que él mismo se convierte en otro, es decir, resulta en su objetividad. Este otro objeto, en el cual tenemos ahora en consideración lo a experimentar, surgió sin embargo recién a través de la experiencia como este otro devenido. En la experiencia habitual, vamos del primer objeto a otro objeto ya presente en la dirección directa de la conciencia acostumbrada, apartándonos de [ese] algo para sólo comprender este otro. Por el contrario, en aquella experiencia trascendental permanecemos justamente en el primer objeto de la conciencia, de modo que se muestra lo conciente como conciente de una conciencia de él. El primer objeto y no otro sino él mismo se muestra ahora él mismo pero en la dirección de su o-ponerse al representar. En esta dirección, en la que el objeto se opone a la conciencia, la objetividad del objeto — es decir, el otro nuevo objeto — llega a “consideración”. Por ello HEGEL dice de esta consideración, con referencia a lo que llega a “consideración” en la experiencia trascendental: “Pero en esa consideración se muestra el nuevo objeto como devenido a través de la inversión de la conciencia misma” (p.73 y sig.). Con ello se dice: 1. La objetividad del nuevo objeto es el originamiento (Enständnis). 2. La experiencia trascendental en la que se da este originarse es una autoinversión de la conciencia. La experiencia trascendental, en la que se ha de mostrar el otro nuevo objeto mismo, no es según ello ninguna mera aprehensión y ningún mero “mirar”. La inversión de la conciencia, que domina y sostiene la experiencia trascendental, es un mirar singular y tan “singular” que HEGEL tiene que decir lo siguiente de este tipo de consideración: “Esta consideración de la cosa es nuestra intervención, por la cual la serie de experiencias de la conciencia se eleva al curso científico, y la cual no es para la conciencia que consideramos” (p.74). Heideggeriana: HegelFenomenologia

Por lo tanto, la “experiencia”, es decir, el dejarse mostrar del objeto en su objetividad, no es por cierto ningún mero mirar ni asumir, sino [una] “intervención”. Sin embargo, ahora recordamos que HEGEL en los parágrafos precedentes, que se dirigen al concepto esencial de experiencia — y su delimitación al inicio del parágrafo 14 —, orienta todo a mostrar que la presentación del saber que aparece tiene que permanecer en su aparecer [como] un “mero mirar”. HEGEL anota expresamente al final del parágrafo 12: “Pero lo esencial es fijar para toda la investigación que estos dos momentos, concepto y objeto, ser para otro y ser en sí mismo, caen en el saber mismo que investigamos y con ello no necesitamos aportar reglas de medida ni aplicar nuestras ocurrencias y pensamientos en la investigación; en tanto los dejamos alcanzamos a considerar la cosa como ella misma es en y para sí (p.71). Y el inicio del parágrafo 13 que se conecta inmediatamente prosigue aún con mayor claridad: “Pero no sólo según este aspecto de que concepto y objeto, regla de medida y lo a examinar, están presentes en la misma conciencia, una intervención nuestra se hace superflua, sino que somos dispensados también del esfuerzo de comparación de ambos y del verdadero examen, de tal modo que en tanto la conciencia misma se examina, también desde este aspecto nos queda sólo el mero mirar” (p.72). Heideggeriana: HegelFenomenologia

Nuestra intervención es la “inversión de la conciencia”. En tanto preguntamos trascendentalmente, es decir, [en tanto] dirigimos nuestra mira a que se muestre la objetividad del objeto, giramos la dirección de la mirada de la conciencia, que si no va a los objetos, [va] a la dirección opuesta, a saber, a la conciencia de los objetos. El objeto que se muestra en esta percepción trascendental, a saber, el anterior en el cómo de su objetividad, es decir, ésta misma, es el objeto que así recién se origina y [es] con ello nuevo. HEGEL denomina a este objeto nuevo, trascendental, en la decisiva determinación de la esencia de la experiencia, pero al mismo tiempo [lo llama] el “objeto verdadero”. La verdad del objeto se encuentra en lo que condiciona y constituye su objetividad en su esencia. Pero la experiencia hegeliana trascendental no se detiene en la autoconciencia como condición de la objetividad del objeto natural sino que — después del proceso de Fichte y Schelling — también interroga a la autoconciencia kantiana trascendental finita, como primer objeto nuevo, en su objetividad, y de este modo se interna a preguntar en un contexto indicador de condiciones y [en] su condicionamiento, que se trasciende hasta lo incondicionado. La novedad del nuevo objeto y la verdad del objeto verdadero consisten en la integridad de su surgimiento, es decir, de su originarse. Esta integridad del aparecer reposa sin embargo originariamente en la autoconciencia incondicionada, absoluta. La conciencia absoluta “es” la verdad del objeto verdadero. La conciencia absoluta, es decir, esencialmente absolverte, “es” el originamiento, es decir, la novedad del nuevo objeto, es decir, su continuo aparecer. El aparecer es precisamente el ser-nuevo.(Un “nuevo libro” nos es “nuevo” en tanto que aparece, concebido en el aparecer). Heideggeriana: HegelFenomenologia

En lo que HEGEL denomina la “inversión de la conciencia” se encuentra entonces, contemplado con rigor, una doble inversión: por una parte, el giro del objeto a su objetividad, perteneciente a la esencia de lo trascendental en general; por otra, el volverse a la alienación, exigida necesariamente a partir de la incondicionalidad y la sistemática de la conciencia absoluta trascendental, volverse que, como renuncia dirigida a lo incondicional recién inaugura el curso del regreso. Pero esta en sí doble “inversión de la conciencia”, el giro trascendental y el absoluto volverse a la alienación es pues, según el enunciado mencionado de HEGEL “nuestra intervención”. Como tal parece estorbar al “puro mirar”, cuando no aniquilarlo. Sólo que es verdad lo contrario. Pues sólo cuando a través de la doble inversión está abierta y allanada la mirada a lo incondicional y en la vía del regreso a él, se da en esta vía abierta la posibilidad de mostrarse del “nuevo verdadero objeto”. Recién esta intervención de la inversión da al mirar la posibilidad de vista y parecer. Pero el “puro mirar” no es tampoco nunca un mero pasivo tomar, sino que todo mirar es en sí un perseguir que acompaña, un arrojar una mirada, que requiere previamente de un pasaje inaugurado. Tampoco el dejar y no aplicar nuestras “ocurrencias” es nada. El dejar no se hace por sí mismo. El poder dejar lo inadecuado está esencialmente determinado por el continuo previo aventurarse en el nuevo verdadero objeto y su verdad incondicionada, como la misma regla de medida que aparece. Heideggeriana: HegelFenomenologia

La pureza del mero mirar no consiste de manera alguna en el despojo de todo hacer, antes bien en la máxima realización del hecho que es esencialmente necesario para este ver y su posibilidad. Lo añadido de este hecho es aquí el prever lo incondicionado. El prever, como intervención del mirar, se muestra con ello como mero tomar a su cargo lo que en el mirar ya se encuentra como su condición esencial y lo que nos es irradiado por el nuevo verdadero objeto como el rayo y es exigido por nosotros: que expresamente lo aportemos. Únicamente la intervención, que domina en la inversión, posibilita el puro mirar esencialmente justo. La esencia así concebida de este mirar es la esencia de ese “ver” (speculari), que en la metafísica absoluta de la conciencia se llama “especulación”. El pensamiento especulativo hace mostrarse sistemáticamente a la conciencia en su verdad trascendental incondicionada y es de este modo un “a-cusar”, tomada la palabra en el sentido riguroso que tiene en el lenguaje de HEGEL. (”Aufzeigen”, “acusar” = “saber no inmediato”; comp. certeza sensible, parágrafo 1.9). El a-tusar es un abrir que precede (la inversión), de modo que en lo abierto de esta apertura las figuras de la conciencia, saliendo a su objetividad, recién pueden mostrarse. El acusar es un mostrarse y a la vez un hacer-surgir(-originarse). De este modo el “mero mirar” como acusar trascendental tiene en cierta manera el carácter de la “actividad” (abrir), pero al mismo tiempo también el de la “pasividad” (hacerse mostrar y asumir). La unidad originaria de la facultad representativa, que en su representar sobre todo es “activa” y “pasiva”, se revela en lo que Kant — y con él el idealismo alemán — denomina “la imaginación trascendental”. La “inversión” de la conciencia es la esencia de la “experiencia de la conciencia”. La experiencia es el acusar sistemático-trascendental, que hace surgir al “nuevo verdadero objeto”. Este hacer surgir sigue al objeto que se origina justamente en el camino del regreso a sí mismo. Cuya objetividad es este originamiento que se muestra en tal seguir. El originamiento “es” y se esencia sólo en el originarse para el acusar, es decir, en y como experimentar. La experiencia es esencialmente un “curso”, es decir, un camino, en el que y por el que y al interior del cual la objetividad de la conciencia misma es andada y experimentada. La experiencia “hecha” de este modo no se pierde; pues en tanto rectifica esencialmente, es decir, [en tanto] conduce al verdadero objeto, como tal rectificación es la objetividad del verdadero objeto. Este camino es, como curso, el movimiento del devenir de la objetividad del objeto. Pero éste es la conciencia misma y su objetividad es el originarse de la suya en la verdad de su esencia. El camino es la conciencia misma como origen de su verdad. La objetividad del objeto es lo “formal” en el sentido estricto de lo determinante. (Comp. por ejemplo, la diferenciación kantiana de la naturaleza en el aspecto “formal” y “material”. La forma mienta la “existencia de las cosas” como el ser del ente. Lo material concierne a la extensión del mismo ente). Lo “formal” no es la insignificante forma exterior, sino la esencia esenciante de la conciencia, en tanto es en sí el propio aparecer, en cuyo aparecer manifiesta su objetividad. La experiencia, como curso trascendental-sistemático hacia la verdad de la conciencia, es en tanto acusar, al mismo tiempo, la presentación del saber que aparece. Como sistemática trascendental esta presentación es en sí misma “científica”, es decir, corresponde a la esencia del saber absoluto que se sabe a sí mismo. Por ello HEGEL, inmediatamente después de la decisiva referencia a la “inversión de la conciencia”, dice de ella lo siguiente: “Esta consideración de la cosa es nuestra intervención, por la cual la serie de experiencias de la conciencia se eleva al curso científico, y la cual no es para la conciencia que consideramos” (p.74). Según la esencia de la experiencia, determinada por la inversión de la conciencia, subsiste en la experiencia necesaria y continuamente la diferencia entre lo que es “para nosotros” y “para ella”, es decir, para la conciencia. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero lo que en la experiencia de la conciencia es “para nosotros”, la verdad esencial de su objetividad, se muestra sólo según la inversión. En ésta tomamos al objeto no según lo que por el contenido nos atrae en él, de modo que dirigiéndonos hacia él lo tomemos por delante. En la inversión de la conciencia, es decir, en el mirar a la objetividad del objeto, no nos dirigimos a éste sino que vamos en torno y lo tomamos en cierto modo por detrás. Pero la objetividad a la que mira la experiencia que invierte, es la conciencia misma. Por ello HEGEL dice acerca del origen del nuevo objeto, que “en cierto modo procede detrás de sus espaldas (a saber, de la conciencia)” (ibíd.). Para la conciencia, es decir, “para ella”, todo lo que en ella se origina es sólo como lo originado mismo. “Para nosotros” el objeto originado es como el “nuevo verdadero objeto”, es decir, en su originarse, es decir, el objeto “al mismo tiempo como movimiento y devenir” (ibíd.). Pero este originarse es en su originamiento la esencia y la verdad de la conciencia. Este originarse es con ello, como esta esencia, un necesario destacarse, una necesidad de la conciencia misma, si por otra parte su verdad es la incondicionada certeza de sí misma en la integridad de lo esencialmente por saber. Heideggeriana: HegelFenomenologia

De ahí resulta que la presentación trascendental sistemática no es propuesta como añadidura de la experiencia de la conciencia, sino que la misma experiencia como el hacer surgir al “nuevo verdadero objeto” es un a-cusar y con ello una pre-sentación. Este presentar sigue al regreso de las condiciones al condicionamiento de lo incondicionado y es a través de ello un curso, que recibe su necesidad de la esencia de la objetividad del nuevo objeto. De este modo se da para HEGEL la proposición, en la que resume la discusión vigente de la “Introducción”, para expresar a través de ella la interpretación del título de la obra: “A través de esta necesidad es este camino hacia la ciencia, ya él mismo ciencia, y con ello según su contenido ciencia de la experiencia de la conciencia “ (ibíd) En otras palabras y dicho retrospectivamente al inicio de la “Introducción” esto significa: la “experiencia de la conciencia” es la perteneciente a su esencia y a ella como curso que conduce a la autoconciencia. Porque el conocer del absoluto es esencialmente curso, es decir, camino, el examen que examine al conocer absoluto nunca puede tomar este conocer como un “medio”, ni como un “instrumento” disponible, ni como un “medium” presente. La presentación del saber que aparece es, en tanto la ciencia incondicionada trascendental-sistemática, aquello hacia donde la misma experiencia de la conciencia se despliega: el éter a ella adecuado. El aparecer de esta ciencia no incurre en la apariencia de cualquier entrar en escena, a tiro de pistola, en un circuito indeterminado. El aparecer de la ciencia es el presentarse de la experiencia, que — desde su esencia, a saber, desde la inversión — inaugura el ámbito del aparecer de la conciencia para ésta, pero a la vez determina necesariamente también el inicio, el progreso y ante todo el objetivo del curso del aparecer. (Comp. Prefacio, sobre la “experiencia”, p.32). En el mismo regreso, ya tracendentalmente dirigido, de la conciencia absoluta desde la alienación a sí misma, se realiza justamente el aparecer del condicionamiento de lo incondicionado. La conciencia aparece, es decir, sale de sí a la “vista”, en tanto vuelve a sí. Se manifiesta en la entrada a su concepto (logos), que es para sí misma. La conciencia es phainomenon, lo que aparece, como logia en el modo de tal ciencia. La conciencia es conciencia como “Fenomenología”. Pero porque la conciencia es el saber que aparece, mas el saber absoluto de sí es el espíritu, la Fenomenología es esencialmente “la Fenomenología del espíritu”. En el curso de su aparecer la conciencia, porque se destaca en el regreso, es esencialmente una “inversión”. Pero si la inversión es nuestra “intervención” para con el “mirar”, entonces esta intervención no agrega nada extraño a la conciencia. Sólo lleva el mirar a la realización de su más íntima esencia. Es el acto primero y sumo del mirar, que de este modo previamente mira, es decir, mira y atiende a que el absoluto sea considerado como absoluto y de este modo llegue a aparecer sólo él y no cualquier otra cosa. La “experiencia de la conciencia” es la “fenomenología del espíritu”. Pero la “experiencia” es sólo tal en tanto se presenta como ciencia. La “Ciencia de la experiencia de la conciencia” es la “Ciencia de la fenomenología del espíritu”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Tomado rigurosamente, el lenguaje no tiene ninguna forma “gramática” para estas referencias de la esencia de la conciencia, es decir, para la realidad de lo real pensada moderna-metafísicamente. El lenguaje, que según HEGEL siempre “expresa” sólo inmediatamente lo universal y de este modo se aparta de sí, no es capaz entonces de decir lo que se ha de pensar en dirección contraria a toda manifestación del espíritu, a saber, en atención a su regreso a sí mismo. Por ello el lenguaje tiene que desaparecer frente a la “conciencia misma” por pensar en verdad, exactamente como en tanto expresión en la comunicación del sonido se va extinguiendo con éste. HEGEL dice una vez en sus “Cursos de Jena”, que en partes esenciales preparan la elaboración de la “Fenomenología del espíritu”: “El lenguaje tiene que ir extinguiéndose en la conciencia, así como se va extinguiendo hacia fuera”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Pero entonces ¿por qué HEGEL ha hecho desaparecer el título “Ciencia de la experiencia de la conciencia”? ¿Le estaba la palabra “experiencia” demasiado fuertemente gravada en dirección del empleo no especulativo, es decir, “empírico”? Sólo que la palabra “experiencia” y “experimentar” vuelve continuamente a la obra — y a saber en el sentido de la “Introducción” — en el curso de la “Fenomenología del espíritu”, asimismo impreso en cursiva en el Prefacio, escrito después de la Introducción (Hoffmeister p.32) (lo inmediato como lo inexperimentado). Entonces esta palabra y lo que ella significa no puede oponerse al mismo espíritu y su “fenomenología”. Y tampoco le es opuesto. Pues, ¿qué es el “espíritu”? HEGEL concluye su segundo y definitivo sistema, el “sistema-Enciclopedia”, no con una palabra propia, sino con un texto griego, cuyas proposiciones están tomadas del libro A de la “Metafísica” de Aristóteles (cap.7). En las proposiciones habla el inicio de la metafísica occidental, como cuyo acabamiento HEGEL entiende su propia obra. En las proposiciones hace decir al mismo espíritu de la metafísica occidental, desde su inicio, lo que el espíritu es. El espíritu es el noein. Y de la “realidad” del noein Aristóteles dice en el pasaje citado por HEGEL: he gar nous energeia zoe (A 7,1072 b 27). “El estar a partir de sí en la obra, es decir, el estar presente del percibir a la presencia de todo presente, es vida”. Modernamente traducido: “La realidad del espíritu, a saber, es vida”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

2. Proposiciones conductoras con respecto al concepto de experiencia de HEGEL Heideggeriana: HegelFenomenologia

Entonces sabemos: La conciencia es el espíritu que aparece, por lo tanto “la vida” en su aparecer-se. Pero si la “experiencia” se determina a partir de la esencia de la conciencia, surge su esencia de la esencia “de la vida”. A la vida pertenece la “experiencia”. Vivir la “vida” no significa otra cosa que estar experimentado en la experiencia de la vida. Si reflexionamos en este contexto, entonces ya no puede extrañar que en el concepto de “experiencia” de HEGEL, justamente porque está tomado trascendentalmente y de este modo mienta el experimentar no empírico, especulativo del espíritu, vengan a luz los elementos esenciales ocultos y dispersos de la “experiencia”. Sea intentado, en la serie de sucintas proposiciones conductoras nombrar los momentos esenciales, que se manifiestan en tal concepto. Heideggeriana: HegelFenomenologia

7. En el atreverse y aventurarse, el experimentar interviene (eingreift) en lo que aparece, y de modo que este intervenir justamente produce a lo que aparece en su aparecer. El producir interviniente y asidor, que se pone al servicio del aparecer, es la esencia del trabajo. La experiencia es esencialmente trabajo. En tanto la experiencia es experiencia de la conciencia y ésta es para sí misma su concepto, el mismo concepto tiene que ser “trabajo”. HEGEL habla, por ello, reiteradamente del “trabajo del concepto”. No mienta con ello el esfuerzo y fatiga corporal-anímicos del pensar, sino el modo esencial de proceder en el concebir, el cual a consecuencia de éste toma a su cargo el hecho de la intervención (Zutat) y está al servicio de la “inversión”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

De tan abismal esencia es la experiencia. HEGEL, si por otra parte había concebido el aparecer de la conciencia como un curso de esencial des-engaño, tenía que haberse encontrado con esta esencia de la experiencia, que es la esencia misma de la vida. Heideggeriana: HegelFenomenologia

Y no obstante HEGEL hizo desaparecer el título “Ciencia de la experiencia de la conciencia”. ¿No le era sin embargo la plena esencia de la “conciencia” bastante uniformemente presente, para que pudiera hacerse valer como palabra conductora del título? Por qué el título quedó suprimido? No lo sabemos. Heideggeriana: HegelFenomenologia

HEGELDescartes (objetividad y verdad en su unidad). Heideggeriana: HegelFenomenologia

Comp. “Fenomenología”, “Introducción”, parágrafo final y “Lógica” 1812, “Introducción”, p. Xs. Aquí dice HEGEL: “En la Fenomenología del espíritu (atender el título abreviado) (Bamberg y Wurzburg 1807) he presentado la conciencia en su avance desde la primera inmediata oposición de sí y del objeto hasta el saber absoluto. Este camino recorre todas las formas de la relación de la conciencia con el objeto, y tiene el concepto de la. ciencia como su resultado. Este concepto no requiere por lo tanto (prescindiendo de que surge al interior de la Lógica misma) aquí de ninguna justificación, porque la ha recibido aquí mismo; y no es hábil de ninguna otra justificación más que sólo esta producción del mismo por la conciencia, en la que sus propias figuras todas se resuelven hacia el mismo (el concepto) como hacia la verdad”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

HEGEL no niega la precedencia de un examen del conocer absoluto antes del conocimiento absoluto acabado del absoluto. Pero su esencia es de otro tipo, a saber el dejarse tocar por el rayo — seguir al rayo. Heideggeriana: HegelFenomenologia

15. La metafísica de Schelling y HEGEL. La metafísica de Schelling y de HEGEL como acuñada por la filosofía trascendental de Kant (?) y retroceso esencialmente aclarado a Leibniz, de modo que su metafísica es ahora concebida metafísicamente en sentido trascendental — óntico. Heideggeriana: HegelFenomenologia

17. Confrontación con HEGEL. 1. Conciencia, de allí; 2. Lo trascendental — ser como objetividad, el antiguo no verdadero objeto — realidad como idea. 3. La verdad como certeza. 4. El hombre como sujeto — autoconciencia. 5. El máximo ente — lo absoluto; subjetividad como sujeto-objeto incondicionado. 6. El sistema y la organización de la historia. Metafísica absoluta y técnica. 7. El nuevo verdadero objeto, es decir, entidad corno entidad conciente [que es objeto del representar. Poner-ante-sí — voluntad sabedora — ser como voluntad. El absoluto quiere estar con nosotros. 8. La negatividad y la verdad del ente como ser. Heideggeriana: HegelFenomenologia

18. HEGEL (conclusión). Metafísica absoluta, especulación incondicionada y “experiencia”. Experiencia — comp. “Enciclopedia” (7-8)-. El principio de la modernidad. El estar-allí del hombre; no sólo “también” allí, sino instancia esencial de legitimación — ante el entendimiento (Einsicht) — evidencia. (Comp. 37 y sigs). “Empirismo”. Heideggeriana: HegelFenomenologia

“Ciencia de la experiencia de la conciencia”: así reza el título que HEGEL coloca en cabeza de su publicación de la Fenomenología del Espíritu el año 1807. La palabra experiencia aparece en cursiva y en medio de las otras dos palabras. “La experiencia” nombra aquello que es “la Fenomenología”. ¿Qué piensa HEGEL cuando emplea tan enfáticamente la palabra “experiencia”? La respuesta nos la da el fragmento con el que comienza la obra después del prólogo sobre el “Sistema de la Ciencia”. Su texto reza así según la edición original: “Es una representación natural pensar que, en filosofía, antes de entrar en la cosa misma, es decir, en el conocimiento efectivamente real de lo que es de verdad, es necesario llegar a un previo acuerdo sobre el conocimiento que consideramos como el instrumento con el que nos apropiamos de lo absoluto o como el medio gracias al que lo divisamos. Esta preocupación parece justa, en parte porque pudiera haber distintos tipos de conocimiento y, entre ellos, alguno más adecuado para alcanzar este fin último — lo que implica la posibilidad de una elección errónea entre ellos — y en parte porque, dado que el conocimiento es una facultad de un tipo y un alcance determinados, si no se señala con precisión su naturaleza y sus límites se alcanzarían las nubes del error en lugar del cielo de la verdad. Esta preocupación puede incluso transformarse en la convicción de que toda intención de ganar para la conciencia por medio del conocimiento lo que es en sí mismo, es en su concepto un contrasentido y de que entre el conocimiento y lo absoluto se alza una barrera que los separa de manera absoluta. Porque, si el conocimiento es el instrumento para adueñarse de la esencia absoluta, resulta evidente que la aplicación de un instrumento a una cosa no sólo no la deja tal como es ella para sí misma, sino que la somete a una modelación y transformación. Y si el conocimiento no es el instrumento de nuestra actividad, sino en cierto modo un medium pasivo por medio del cual llega hasta nosotros la luz de la verdad, tampoco recibiremos la verdad tal como es en sí, sino tal como es a través de ese medium y en él. En ambos casos estamos utilizando un medio que produce de inmediato lo contrario de su fin o tal vez el contrasentido sea el propio hecho de recurrir a un medio. Es verdad que parece como si pudiera resolverse este inconveniente conociendo el modo de actuación del instrumento, porque este conocimiento hace posible restarle al resultado la parte que le corresponde al instrumento en la representación que nos formamos de lo absoluto por medio de él y, de este modo, hace posible obtener lo verdadero en su pureza. Pero esta corrección se limitaría a devolvernos a nuestro punto de partida. Si a una cosa formada le restamos lo que le ha añadido el instrumento, dicha cosa — aquí, lo absoluto — volverá a ser para nosotros exactamente igual que antes de este esfuerzo manifiestamente vano. Si, por medio del instrumento, el absoluto pudiera aproximarse aunque sólo fuera un poco a nosotros sin transformarse para nada, del mismo modo que las varas untadas de liga nos aproximan a los pájaros que se dejan apresar en ellas, seguramente se reiría de esta astucia, si es que no estaba y no quería estar ya en sí y para sí junto a nosotros desde un principio. Porque, efectivamente, el conocimiento sería en este caso una astucia, ya que por medio de sus múltiples esfuerzos aparentaría estar haciendo algo completamente diferente que limitarse simplemente a producir una relación inmediata y por lo tanto sin esfuerzo. O bien, si el examen del conocimiento, que nos representamos como un medium, nos enseña a conocer la ley de refracción de los rayos, entonces tampoco sirve de nada restar la refracción del resultado, porque el conocimiento no es la refracción del rayo, sino el propio rayo, por medio del cual nos alcanza la verdad, y si restamos el rayo la única indicación que tendremos será una mera dirección o el lugar vacío. Heideggeriana: HegelExperiencia

El primer párrafo nombra el asunto de la filosofía. “Ella contempla lo presente en cuanto presente y de este modo (contempla) lo que ya predomina en él (en lo presente) de antemano y por sí mismo”,(Aristóteles, Met. L, 1, 1.003 a 21). El predominio concierne el venir-a-la-presencia en el desocultamiento. La filosofía contempla lo que se presenta en su presencia. La contemplación considera lo que se presenta. De tal manera lo pone en su punto de mira que sólo ve lo que se presenta en cuanto tal. La filosofía observa: lo que se presenta en cuanto a su aspecto. En la visión de esta contemplación no se oculta ningún sentido profundo. La theoria es el desencanto de todo conocimiento. HEGEL dice en el lenguaje de su pensar: la filosofía es “el conocimiento efectivamente real de lo que es de verdad”. Mientras tanto, aquello verdaderamente ente se ha mostrado como lo efectivamente real cuya realidad efectiva es el espíritu. Pero la esencia del espíritu reside en la autoconciencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

En su Lección sobre la Historia de la Filosofía Moderna (O. C., vol. XV, 328), después de hablar de Bacon y de Jakob Boehme, HEGEL dice así: “En realidad sólo ahora llegamos a la filosofía del nuevo mundo y la inauguramos con Descartes. Es con él con quien verdaderamente entramos en una filosofía independiente que sabe que procede de forma autónoma de la razón y que la autoconciencia es un momento esencial de lo verdadero. Aquí, podemos decir que estamos en casa y como el navegante tras un largo viaje alrededor de una mar tempestuoso podemos gritar “tierra”… En este nuevo período el principio es el pensamiento, el pensar que parte de mismo… Heideggeriana: HegelExperiencia

El pensar busca en la inquebrantable certeza de lo pensado por él su fundamentum absolutum. La tierra en la que la filosofía construye su hogar a partir de ese momento es la autocerteza incondicionada del saber. Esta tierra sólo se conquista y se mide por completo paso a paso. Sólo se consigue la posesión absoluta cuando el fundamentum absolutum es pensado como el absoluto mismo. Lo absoluto es para HEGEL el espíritu: aquello que en la certeza del saberse incondicionado está presente en sí mismo. El conocimiento efectivamente real de lo ente en tanto que ente, es ahora el conocimiento absoluto de lo Absoluto en su absolutez. Heideggeriana: HegelExperiencia

Sin embargo, aunque sea tan de pasada que hasta lo esconde en una frase subordinada, HEGEL dice lo siguiente: lo absoluto está ya en sí y para sí con nosotros y quiere estar con nosotros. Este estar-con-nosotros (parousia) es ya en sí la manera en que la luz de la verdad, el propio absoluto, nos ilumina. El conocimiento de lo absoluto se encuentra bajo el rayo de esta luz, lo devuelve lo refleja y es, así, en su esencia el propio rayo, no un mero medio a través del que el rayo tenga primero que encontrar su camino. El primer paso que tiene que dar el conocimiento de lo absoluto consiste en aceptar y recibir sencillamente a lo absoluto en su absolutez, esto es en su estar-con-nosotros Este estar-con-nosotros, la parusía, es parte de lo absoluto en sí y para sí. Si la filosofía, en tanto que conocimiento de lo absoluto, se toma en serio lo que ella es en tanto que tal conocimiento, entonces es ya conocimiento verdaderamente efectivo que representa lo que lo efectivamente real mismo es en su verdad. Al comienzo y en el transcurso del primer párrafo parece como si HEGEL quisiera corresponder a las exigencias críticas del modo de representar natural que reclaman un examen del conocimiento. Pero lo que de verdad le importa es remitirnos a lo absoluto en su parusía con nosotros. Con esto, sólo se nos remite propiamente a la relación con lo absoluto en la que ya nos encontramos. De esta manera, HEGEL parece desechar todos los logros críticos de la filosofía moderna. ¿Acaso no abandona con ello todo examen en general a favor de una recaída en la afirmación y la suposición arbitrarias? De ningún modo. Lo que hace HEGEL es preparar el examen. El primer paso de la preparación consiste en que abandonemos la representación habitual del conocimiento. Pero si el conocimiento no es ningún medio, el examen tampoco puede consistir ya en una estimación sobre las capacidades del conocimiento para mediar. Tal vez ya tengamos suficiente materia de examen con pararnos a observar qué es el conocimiento, si es que de entrada no puede ser un medio. No sólo aquello que hay que examinar, el conocimiento, sino el propio examen muestran otra esencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

La filosofía es la ciencia en la medida en que, conociendo absolutamente, permanece dedicada a su tarea. Es ajena a “semejantes reparos” del tipo de los que viene formulando hasta el momento el análisis crítico frente al conocimiento. HEGEL dice con cierto escrúpulo “semejantes reparos”. No pretende que la ciencia pueda ponerse a la tarea sin reparo alguno, desechando cualquier tipo de examen. El conocimiento absoluto es mucho más escrupuloso de lo que nunca podría serlo la actitud escrupulosa de la anterior crítica con respecto al conocimiento de lo absoluto. Es verdad que la habitual preocupación crítica frente a un conocimiento de lo absoluto teme equivocarse. Pero sólo puede equivocarse en el seno de una relación que ya se presupone como verdadera sin ningún reparo, en la medida en que, tomado como medio, el conocimiento se convierte a su vez en un errar. La preocupación por errar, aparentemente examinadora, es ella misma el error. ¿En qué medida? Desde el momento en que el conocimiento es tomado como un medio (instrumento o intermediario) — ¿y durante cuánto tiempo todavía y por qué motivo es tomado como tal? —, pasa por ser algo que aparece por sí mismo entre lo absoluto y aquel que conoce. El conocimiento existe con independencia tanto de lo absoluto como de nosotros, los que lo manejamos. Así pues y completamente separados entre sí, por un lado está lo absoluto y, por otro, los que conocen. Pero ¿qué especie de absoluto es éste que está de un lado, qué es eso absoluto que sólo se sitúa en un lado? En ningún caso es lo absoluto. Heideggeriana: HegelExperiencia

Pero con todo y por muy lejos que llegue, cualquier explicación sigue dejando vacías estas proposiciones. Hasta se puede decir que acrecienta el malentendido, porque lo que dichas proposiciones nombran es la fenomenología del espíritu. Ésta es en su presentación. Esta es la razón por la que HEGEL introduce estas proposiciones de forma abrupta sin importarle la apariencia de arbitrariedad que causa con ello. Pero nos dice estas proposiciones con la intención de prepararnos para aquello que la ciencia quiere a modo de conocimiento absoluto. De acuerdo con su modo de ser, la ciencia sólo quiere lo que quiere lo absoluto. La voluntad de lo absoluto es estar ya con nosotros en sí y para sí. Esto significa ahora: en la medida en que lo absoluto alberga semejante voluntad y desde el momento en que nosotros somos los que conocemos, en nosotros solo hay lo absolutamente verdadero. Aquel que a pesar de todo siga sosteniendo que junto al conocimiento absoluto, que la filosofía se atribuye sin previo examen se presenta otro tipo de verdadero, no sabe lo que dice. En cuanto nombra algo verdadero ya ha representado a lo absoluto. Por el contrario, mientras bajo la apariencia de la preocupación y el cuidado se siga distinguiendo entre un verdadero que sea absoluto y otro tipo de verdadero, nos seguiremos debatiendo en las cenagosas aguas de una confusa distinción. Habremos elevado la confusión a principio de la crítica y criterio de decisión sobre la ciencia. Ahora bien, lo cierto es que sólo a la ciencia toca lograr que las palabras absoluto, conocimiento, verdadero, objetivo y subjetivo, lleguen a ser lo que significan. Pero para esto se requiere que la ciencia, desde su primer paso, alcance la parusía de lo absoluto, esto es, que esté en su propia absolutez. De otro modo no sería la ciencia. Si así ocurre, ya choca contra su naturaleza el hecho de abandonarse a escrúpulos que se encuentran fuera del ámbito de lo verdadero y por debajo de su nivel. Con todo, aunque la ciencia se mantenga al margen de escrúpulos críticos inadecuados, siempre sigue estando bajo la sospecha de que, si bien es verdad que se afirma absolutamente como conocimiento absoluto, no presenta las debidas garantías. De este modo, viola de la manera más grave la exigencia de certeza, a pesar de que pretende ser su más puro cumplimiento. Por eso, la ciencia debe presentarse ante el único foro capaz de dirimir en qué consiste su examen. Este foro sólo puede ser la parusía de lo absoluto. Así pues, se trata nuevamente de aclarar convenientemente la absolutez de lo absoluto. Heideggeriana: HegelExperiencia

La absolutez de lo absoluto, la absolución que se absuelve absolventemente, es el trabajo del comprenderse de la autocerteza incondicionada. Es la penosa tarea de soportar el dolor y el desgarro bajo cuyo signo se encuentra la relación in-finita en la que se consuma la esencia de lo absoluto. Muy pronto HEGEL anota lo siguiente: “Una media zurcida es mejor que una media rota, pero no ocurre así con la autoconciencia”. Cuando HEGEL habla del trabajo del concepto no se refiere al sudor causado por el exprimir de cerebro de los eruditos, sino a la lucha por salir fuera de sí que mantiene lo absoluto mismo para llegara la absolutez de su comprenderse desde la autocerteza incondicionada. Pero este modo de ser del esfuerzo de lo absoluto también puede conciliarse con la falta de esfuerzo que caracteriza a la parusía en la medida en que es la relación de la presencia que hay en nosotros. Como tal absoluto, lo absoluto sencillamente forma parte de esa relación. Al esfuerzo de lo absoluto por hacer aparecer a su propia presencia y así mismo dentro de ella, corresponde el esfuerzo de la ciencia. A partir de las penalidades de aquél, se definen los esfuerzos de ésta. Por el contrario, la celosa actividad del examen crítico pasa de largo junto a lo más penoso que alberga el esfuerzo de la ciencia: reflexionar sobre el hecho de que el conocimiento, que debe ser examinado críticamente, es conocimiento absoluto, esto es, filosofía. En lo tocante al conocimiento filosófico, el quehacer habitual de la crítica al uso se asemeja al proceder de los que quieren representarse un roble sin tomar en cuenta para nada que se trata de un árbol. Heideggeriana: HegelExperiencia

Por eso, podríamos sentirnos tentados de considerar un engaño ese proceder crítico que pretende examinar algo sin molestarse siquiera en someterlo a examen. Pretende causar la impresión de que ya posee los conceptos esenciales, cuando en realidad lo que de verdad importa es empezar por dar los conceptos de absoluto, de conocimiento, de verdadero, de objetivo y subjetivo. La preocupación crítica no está en modo alguno metida en el asunto del que habla constantemente. Esta manera de examinar es una “manifestación vacía del saber”. ¿Qué ocurriría si la ciencia se ahorrase el esfuerzo de una controversia con semejante crítica, puesto que precisa de todos sus esfuerzos para mantenerse dentro de su esencia? ¿Qué pasaría si la ciencia se conformase con aparecer ella misma en escena sin previas negociaciones críticas? Pero llegados aquí, HEGEL escribe en medio del párrafo un “pero” decisivo: “Pero, desde el momento en que entra en escena, la ciencia es ella misma una manifestación.” La ciencia emerge como cualquier otro saber. Cierto que puede asegurar que ella es el conocimiento absoluto ante el que las demás representaciones tienen que desaparecer. Pero con semejantes pretensiones lo único que consigue es ponerse en el mismo plano que las manifestaciones vacías del saber. Limitarse a asegurar que están ahí es algo que ellas también pueden hacer. Una manera de asegurar es tan estéril como la otra. La mera aseveración de algo no será lo que haga brotar la savia viva del saber verdadero. Ahora bien, la ciencia puede desmarcarse de otra manera frente a la manifestación vacía del saber. Podría remitir al hecho de que es ella misma ese saber que busca dentro de sí, sin saberlo, el saber no verdadero. La ciencia podría aparecer como eso verdadero que se presiente dentro de lo no verdadero. Pero con ello la ciencia caería nuevamente en la mera aseveración. Además, se reclamaría de un modo de aparición que no se adecuaría nada a ella en su calidad de conocimiento absoluto. Que lo verdadero permanezca como meramente presentido es algo bien distinto de ser lo verdadero en sí y para sí. Heideggeriana: HegelExperiencia

La proposición de HEGEL: “Pero desde el momento en que entra en escena, la ciencia misma es una manifestación”, ha sido proferida con ambigüedad y ello con una intención muy elevada. La ciencia no es sólo una manifestación en el sentido en que la vacía manifestación de la ciencia no verdadera, desde el momento en que se tiene que mostrar, es también una manifestación. Antes bien, la ciencia ya es en sí una manifestación en el único sentido de que, en tanto que conocimiento absoluto, es el rayo bajo cuya forma lo absoluto, la luz de la verdad misma, nos alumbra. El manifestarse a partir de esta aparición del rayo significa: venir a la presencia con todo el brillo de la representación que se presenta a sí misma. La manifestación es la auténtica presencia misma: la parusía de lo absoluto. De acuerdo con su absolutez, lo absoluto se encuentra junto a nosotros por sí mismo. En la voluntad de estar con nosotros, lo absoluto se presenta. Trayéndose en sí a sí mismo de este modo, es para sí. Es sólo por mor de la voluntad de la parusía por lo que es necesaria la presentación del saber que se manifiesta. Se ve obligada a permanecer orientada hacia la voluntad de lo absoluto. La presentación misma es un querer, es decir, no un desear y aspirar, sino el propio hacer, en la medida en que se repliega a sí mismo en su esencia. En el momento en que reconozcamos esa necesidad tendremos que meditar qué es esa presentación, a fin de saber cómo es, lo que nos permitirá ser a su manera, es decir, llevarla a cabo. Heideggeriana: HegelExperiencia

Esto es efectivamente lo que le sucede a la presentación del saber que se manifiesta cuando se la contempla con los ojos del representar natural. Éste siempre permanece referido a lo que le parece tener ante sí en cada caso. Pero ¿puede una opinión relativa llegar a contemplar jamás el saber absoluto? No. Lo que se le representa a la conciencia natural bajo el nombre de saber que sólo se manifiesta y que debe ser lo primero en conducirla a lo verdadero, es una mera apariencia. Sin embargo, hasta la propia filosofía sigue opinando hasta el día de hoy que la Fenomenología del Espíritu es un itinerario, una descripción de viaje que conduce a la conciencia cotidiana hasta el conocimiento científico de la filosofía. Pero la Fenomenología del Espíritu no es en su esencia lo que parece desde esta perspectiva. Ahora bien, esta apariencia no engaña por casualidad. Acompaña a su esencia, lucha por situarse delante de ella y la oculta. Tomada en si misma, la apariencia confunde. El representar natural, que se ha deslizado aquí dentro de la filosofía, toma al saber que se manifiesta sólo como aquel saber que se manifiesta, pero detrás del cual se mantiene oculto un saber que no se manifiesta. Ahora bien, la presentación no es de ningún modo la presentación del saber que sólo se manifiesta a diferencia del saber verdadero hacia el que debería conducirnos la presentación. Por el contrario, la presentación probablemente sólo sea la presentación del saber que se manifiesta en su manifestarse. Ese “sólo” no quiere decir que la presentación no sea todavía ciencia, sino que no es la ciencia desde todos los puntos de vista. El manifestarse del saber que se manifiesta es la verdad de la ciencia. La presentación del saber que se manifiesta en su manifestarse es ella misma la ciencia. Desde el momento en que comienza, la presentación ya es la ciencia. HEGEL dice: “…como esta presentación sólo tiene como objeto el saber que se manifiesta, no parece ser… la ciencia, sino que puede… ser entendida… HEGEL no habla ni de un saber que sólo se manifiesta ni dice que la presentación sólo se desarrolle en dirección a la ciencia ni afirma que dicha presentación no pueda ser entendida más que como itinerarium, si es que queremos comprenderla en su esencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

HEGEL utiliza los nombres “conciencia” y “saber” para lo mismo. Ambos se explican mutuamente. Conciencia — es decir, ser-consciente — significa: estar en estado de saber. El propio saber entrega, presenta y determina así el modo de ese “ser-” como ser-consciente. En semejante estado se encuentran a un tiempo lo sabido, esto es, aquello que aquel que sabe representa inmediatamente, él, el mismo que representa y el modo de representar en calidad de su conducta. Pero saber significa: vidi, he visto, tengo una visión de algo, he examinado algo. El perfecto del haber-visto es el presente del saber, en cuya presencia lo visto está presente. Aquí, ver es pensado como tener-ante-sí en la re-presentación. Ésta presenta independientemente de que lo presente sea algo percibido con los sentidos o algo no sensible, pensado o querido o sentido. El representar observa ya desde antes, es contemplación de lo visto, es idea, pero en el sentido de perceptio. Escoge en cada ocasión un presente como tal, lo repasa, lo inspecciona y lo asegura. El re-presentar reina en todos los modos de la conciencia. No es ni solamente un intuir ni ya un pensar, en el sentido del concepto que juzga. El re-presentar reúne por adelantado en un haber-visto (co-agitat). En la reunión está presente lo visto. La conscientia es la reunión en la presencia, al modo de la presencia de lo representado. El re-presentar introduce en la presencia, al modo del haber-visto, el aspecto, la imagen. El re-presentar es esa introducción de la imagen que reina en el saber al modo del haber-visto: la imaginación. Ser-consciente (conciencia) significa: estar presente en esa aportación a partir de la representabilidad. Son de este modo, y lo son perteneciéndose mutuamente, lo recién representado, lo que representa y su representar. Heideggeriana: HegelExperiencia

Por eso, a HEGEL no le queda más remedio que comenzar la caracterización de la esencia de la presentación mediante una frase con la que diferencia al saber real como tal. “La conciencia natural demostrará ser sólo concepto del saber o saber no real.” Heideggeriana: HegelExperiencia

Se distingue al saber natural frente al saber real. Por lo tanto, lo natural no es real y lo real no es natural. Se podría pensar que ambos son lo mismo. Lo natural es aquello que surge de la naturaleza, que forma parte de ella y a ella corresponde. La naturaleza es lo ente mismo sin esfuerzo. Pero, ¿acaso no es esto lo real, bajo lo que se entiende sin embargo a lo efectivo, que no es otra cosa que lo propiamente ente, la naturaleza? HEGEL utiliza la distinción entre natural y real en relación con el saber o la conciencia, la cual es en sí misma aquello que se manifiesta. En el modo del manifestarse está presente el sujeto, con el que, al mismo tiempo y concretamente en su relación con él, se presenta el objeto. El sujeto que se manifiesta es el saber que se presenta, la conciencia natural. Pero, según la frase de HEGEL, la presentación del saber que se manifiesta probará que la conciencia natural es aquello que no es el saber real. La conciencia natural prueba ser incluso “sólo concepto del saber”. Podríamos opinar que HEGEL piensa que la naturaleza es un mero concepto y por ende nada efectivamente real. Se podría pensar, a la vista de este desvanecimiento de la naturaleza en una mera abstracción, que hay que devolverle a la naturaleza sus derechos en calidad de aquello efectivamente real. Pero HEGEL no niega que la naturaleza sea algo efectivamente real, sino simplemente que no puede ser la realidad efectiva, el ser de lo ente. Por tanto, HEGEL tampoco dice en absoluto que la naturaleza sólo sea un concepto. Sin embargo, sí dice que la conciencia natural probará ser “sólo concepto del saber o saber no real”. Qué significa aquí “sólo concepto del saber” es algo que sólo se puede determinar a partir de lo que piensa HEGEL con la expresión “saber real”. Heideggeriana: HegelExperiencia

HEGEL usa en este pasaje la palabra “concepto” en el sentido tradicional de la doctrina de la lógica, que determina el pensar natural en sus formas y reglas. El concepto es la representación de algo en general; “sólo concepto” quiere decir que este representar ni siquiera capta propiamente aquello que representa. Sin embargo, es parte del carácter de la conciencia natural no surgir siempre y únicamente en ese ente representado, sino también considerar a dicho ente como lo único verdadero y, por lo tanto, tomar a su saber por el saber real. Por eso, HEGEL continúa en el texto: “Pero al tomarse de inmediato a sí misma (la conciencia natural) como el saber real, este camino (es decir, el camino de la presentación del saber que se manifiesta en su manifestación), tendrá para ella un significado negativo, … Por mucho que el saber real saque a la luz al ser de lo ente, el saber natural no se interesa por ello, porque, de hacerlo, su propia verdad quedaría en tela de juicio. El saber natural se atiene a lo suyo. Todo lo que se presenta ante él cae dentro de la proposición: es y permanece lo mío y es, en tanto que eso mío mentado, lo ente. Cuando HEGEL comprende el representar como opinión, escucha y agrupa en esta palabra varios significados: el opinar como ese inmediato dirigirse hacia; opinar (minne) como la aceptación confiada de lo dado, y opinar en el sentido de conservar y afirmar algo como suyo dentro de uno mismo. Este opinar es la constitución fundamental de todo representar en el que se mueve la conciencia natural. Por eso puede decir HEGEL en este párrafo que la conciencia natural “se oculta en el sistema del opinar”. Heideggeriana: HegelExperiencia

Lo que HEGEL llama conciencia natural no se oculta en absoluto bajo la conciencia sensible. El saber natural vive en todas las figuras del espíritu, vive cada una de ellas a la manera propia de cada una, también y muy precisamente la del saber absoluto, ese que ocurre en tanto que metafísica absoluta y sólo de cuando en cuando le es dado ser visto a unos pocos pensadores. Esta metafísica no sólo no se ha venido abajo ante el positivismo de los siglos XIX y XX, sino que, antes bien, el moderno mundo técnico, en su exigencia incondicionada, no es otra cosa que la conciencia natural que consuma a la manera de su opinar la productibilidad incondicionada y autoaseguradora de todo lo ente en la objetivación irrefrenable de todo y de cada cosa. Pero de todos modos, la metafísica absoluta no es la causa de aquello que se establece a su manera como confirmación de lo que ocurre en la esencia de la técnica. Lo natural de la conciencia no reside en lo sensible y perceptible con los sentidos, sino en aquello que surge inmediatamente a la conciencia y que al abrirse de este modo la penetra de modo inmediato. De esta manera, la conciencia natural acoge también a todo lo no-sensible, ya sea lo insensible de lo racional y lógico, ya sea lo suprasensible de lo espiritual. Heideggeriana: HegelExperiencia

La presentación del saber que se manifiesta en su manifestación, visto desde la conciencia natural, está siempre minando aquello que vale como verdadero para ésta. Este socavamiento de la verdad puede ser entendido como la duda. Sólo que el camino de la pura duda, tal como muestra la marcha de las meditaciones de Descartes, es de otro tipo. Ciertamente cuestiona muchas maneras de representación, pero sólo para permanecer en la posición de partida, aquella desde la que se inició la consideración para aprender la duda, la cual nunca es a su vez objeto de duda. El camino de la duda lo único que deja claro es que ya se ha introducido la duda en una seguridad que vale como fundamentum absolutum. Pero la absolutez de este absoluto no es ni puesta en duda ni cuestionada, ni tan siquiera nombrada en su esencia. El camino de HEGEL es, por lo tanto, otro, desde el momento en que sabe que un saber absoluto sólo puede serlo si de alguna manera comienza ya con la absolutez. Es por esta razón por la que la conciencia natural aparece por vez primera en el pensamiento de HEGEL dentro del paisaje que le es propio, mientras que por mucho que sea verdad que Descartes pisa la tierra de la filosofía moderna con el sujeto como ego cogito, en el fondo no ve en absoluto el paisaje. Heideggeriana: HegelExperiencia

La presentación del saber que se manifiesta se conduce por completo a sí misma a lo permanente de la desesperación. Ella es la consumación de la desesperación. HEGEL dice que es el “escepticismo que se consuma”. Con ello recuperamos el significado originario de la palabra skepsis; skepsis significa, el ver, el mirar, el observar, que inspecciona qué es lo ente en cuanto ente y cómo es. La skepsis así entendida persigue con su mirada al ser de lo ente. Su observar ha visto de antemano el ser de lo ente. Desde esta visión contempla a la cosa misma. Los pensadores son, por su origen, los escépticos de lo ente a partir de la skepsis en el ser. Heideggeriana: HegelExperiencia

La skepsis camina y se sitúa a la luz de ese rayo, bajo cuya forma ya nos toca la absolutez de lo absoluto, que está con nosotros en sí y para sí. El haber-visto de la skepsis es ese vidi (he visto y veo ahora) que la realidad de lo real tiene a la vista. Pero si la realidad es la manifestación del saber que se manifiesta, la manifestación sólo llega a la presentación cuando esta última sigue a la manifestación y se mueve como tal sucesión suya. En este movimiento, la manifestación de lo que se manifiesta llega a la presentación. En esta llegada desaparece eso mismo que se manifiesta, desde el momento en que se considera como lo real. Este ir y venir unido en sí, constituye el movimiento que es la propia conciencia. La conciencia está en la unidad del saber natural y el saber real, unidad en la que, dependiendo del saber que tenga en cada caso, se pone por sí misma para llegar a sí misma y en esa posición aparece. Así, la conciencia es, en cada caso, una figura. La skepsis cae dentro de la propia conciencia, que se despliega en el escepticismo, el cual, en la manifestación de lo que se manifiesta, produce el traslado de una figura de la conciencia a otra. La conciencia es la conciencia al modo del escepticismo consumándose. Ésta es la historia de la propia conciencia, que no es ni solamente la conciencia natural en sí, ni sólo el saber real para sí, sino antes que nada la unidad originaria de ambos en sí y para sí. Este movimiento de la venida de la manifestación y la partida de lo que se manifiesta es el suceso que, de figura en figura, lleva a la conciencia delante del aspecto, esto es, delante de la imagen de su esencia. La historia de la conciencia produce con la imagen a la propia conciencia en su manifestarse. Esta historia es “la historia exhaustiva de la formación de la conciencia misma en ciencia”. HEGEL no dice la formación de la conciencia natural en conciencia filosófica, porque sólo piensa en la manifestación de la conciencia que se manifiesta a la vista de su aparición completa, bajo la que la conciencia ya es la propia ciencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

El escepticismo que se consuma es la historicidad de la historia, esa bajo cuya forma la conciencia se configura en la manifestación del saber absoluto. El escepticismo ya no vale aquí sólo como una conducta del sujeto humano singular. Así, sólo sería la propuesta subjetiva de no construir nunca basándose en una autoridad extraña, sino de comprobar todo uno mismo, es decir, en el sentido de este sujeto. Es verdad que este escepticismo se reclama de la concepción propia de un Yo que se representa a sí mismo, pero no es una skepsis del ser de lo ente. Tal skepsis no se repliega dentro del estrecho horizonte de una evidencia limitada. En la medida en que mira por encima de la manifestación del saber que se manifiesta, contempla toda la extensión que abarca el saber que se manifiesta. El ego cogito que se representa aisladamente a sí mismo, permanece prisionero de esa extensión. Pero tal vez, pensada de manera más esencial de lo que podía hacerlo HEGEL, dicha extensión sólo sea el recuerdo del esse del ens certum del ego cogito, concretamente bajo la figura de su ampliación dentro de la realidad del saber absoluto. Ahora bien, tal ampliación precisa de la skepsis previa en la extensión del manifestarse de la subjetidad incondicionada. Pero este proceso previo es al mismo tiempo la vuelta decidida y completa a aquella verdad de lo ente que como certeza absoluta se toma por el propio ser. Heideggeriana: HegelExperiencia

Llegados aquí no se puede esquivar por más tiempo la necesaria explicación de la terminología empleada. Desde la época de la fijación de su terminología, HEGEL llama con el nombre “ente” a eso que se torna objetivo para la conciencia en el representar inmediato. Eso objetivo es lo que aparece representado unilateralmente, sólo desde el lado de lo que está enfrente, sin tomar en consideración al representar ni al que representa. El ser, en cuanto nombre para lo ente así denominado, es el nombre para aquello que, en verdad, todavía no es lo verdadero y real. HEGEL usa “ser” para nombrar a la realidad que a su modo de ver aún no es verdadera También interpreta la filosofía antigua de acuerdo con esa pauta. Como ésta todavía no ha pisado la tierra de la filosofía, la autoconciencia, en la que por primera vez aquello objetivo representado es como tal, piensa lo real sólo como lo ente. “Ser” vale siempre para HEGEL únicamente dentro de la limitación del “sólo ser”, porque lo verdaderamente ente es el ens acto, lo efectivamente real, cuya actualitas, realidad efectiva, consiste en el saber de la certeza que se sabe a sí misma. Ésta es la única que puede pretender ahora, a partir de la certeza del saber absoluto, ser siempre toda realidad esto es, “ser” la realidad. Y así es como el ser vuelve al lugar del que se supone tenía que haber desaparecido. Pero el saber absoluto de la ciencia no se hace cargo de ello. Heideggeriana: HegelExperiencia

A diferencia del uso lingüístico de HEGEL, usamos el nombre “ser” tanto para aquello que HEGEL, junto con Kant, llama la objetividad, como para aquello que él representa como lo verdaderamente efectivo, llamándolo realidad efectiva del espíritu. No interpretamos el einai, el ser de los griegos, desde el punto de vista de HEGEL, como objetividad del representar inmediato de una subjetividad que aún no ha llegado a sí misma, esto es, no lo interpretamos desde tal, sino desde el griego aletheia, en tanto que venida a la presencia a partir de y en el desocultamiento. Pero la presencia, que acontece en la representación de la skepsis de la conciencia, es un modo de presencia que, como la ousiade los griegos, está presente a partir de una esencia todavía impensada de una época oculta. La entidad de lo ente, que desde los inicios del pensamiento griego hasta la doctrina de Nietzsche del eterno retorno de lo igual, ha acontecido como verdad de lo ente, para nosotros sólo es un modo del ser, si bien decisivo, que de ningún modo aparece necesariamente sólo como presencia de lo que se presenta. A juzgar por el modo en que HEGEL emplea la palabra ser, desde un punto de vista riguroso, no debería seguir llamando a aquello que considera la verdadera realidad efectiva de lo efectivamente real, el espíritu, por medio de un nombre que todavía contiene la palabra “ser”. Sin embargo, eso es lo que ocurre en todas partes, desde el momento en que la esencia del espíritu permanece autoconciencia [ser-consciente-de sí]. Desde luego, este uso de la lengua no es el resultado de una terminología imprecisa o inconsecuente, sino que tiene su fundamento en la oculta manera en la que el ser se desvela y se oculta a sí mismo. Heideggeriana: HegelExperiencia

Cuando, por el contrario, nuestro recorrido por el texto de HEGEL le impone el nombre de “ser” tanto a la manifestación del saber que se manifiesta, como a la absolutez de lo absoluto, a primera vista esto puede parecer una arbitrariedad. Sin embargo, este uso lingüístico no es ni arbitrario ni un caso de mera terminología, siempre que supongamos que el lenguaje del pensar debe ser coincidente con una terminología que, según su esencia, es un instrumento de las ciencias. Pero el lenguaje del pensar, crecido a partir de su destino, llama a lo pensado por otro pensar hacia la claridad de su pensar mismo, el del lenguaje, a fin de liberar a ese otro en su propia esencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

Pero cuando juzga sobre la presentación del saber que se manifiesta el punto de vista que sostiene la conciencia natural habla a menudo desde las objeciones que se elevan contra la filosofía de HEGEL y que pasan por ser filosóficas. Para rechazarlas, el propio HEGEL dice en este párrafo que la nada a la que supuestamente conduce la presentación del saber que se manifiesta en su manifestarse, no es una nada vacía, sino “la nada de la que resulta”. Ahora bien, el manifestarse procede de aquello mismo que se manifiesta. Si, por lo tanto, aquello que resulta para la presentación en su progreso, resulta a partir del lugar del que surge la marcha y de ningún modo del lugar a donde se dirige en primera instancia su próximo paso, no puede extrañarnos que la marcha de la presentación siga pareciéndole algo extraño a la conciencia natural. Por eso, aún será más necesario impedir de antemano que el punto de vista unilateral que tiene la conciencia natural sobre el progreso de la presentación lo confunda todo. Heideggeriana: HegelExperiencia

El octavo párrafo esboza el carácter de movimiento de la marcha histórica en la que transcurre la historia de la formación de la conciencia. El progreso a través de la serie completa de figuras del saber, debe darse por sí mismo. “Por sí mismo” sólo puede querer decir aquí a partir de la manera en que la conciencia es, en sí, una marcha. Por eso, ahora hay que dirigir la mirada a la conciencia. De acuerdo con esto, este párrafo conduce a la primera de las tres proposiciones sobre la conciencia que HEGEL expresa en el presente fragmento. “Formación de la conciencia” quiere decir que la conciencia se dispone a sí misma en cuanto a su esencia, que consiste en ser la ciencia en el sentido del saber absoluto. Esto quiere decir dos cosas: la conciencia se manifiesta en su manifestación y al mismo tiempo se instala en la luz de su propia esencia según las perspectivas esenciales de su aparición y de este modo se organiza como reino de sus figuras. La propia conciencia no es ni solamente la conciencia natural ni solamente la conciencia real. Tampoco es el mero acoplamiento de ambos. La propia conciencia es la unidad originaria de ambas. Sin embargo, el saber real y natural no residen a modo de elementos inertes en la conciencia. La conciencia es ambos, en la medida en que se manifiesta en la unidad originaria de ambos y en cuanto tal. Ambos son distintos en la conciencia. La diferencia aparece en la medida en que reina como la inquietud del saber natural frente al saber real y viceversa. La propia conciencia es, en sí, la inquietud de un diferenciarse entre el saber natural y el saber real. El movimiento de la marcha de la historia reside en esta inquietud de la propia conciencia y también obtiene de ella su orientación. La conciencia no es llevada a posteriori al movimiento ni le viene señalada a priori su orientación. Heideggeriana: HegelExperiencia

Tal vez ahora la frase que hemos llamado la primera proposición de la conciencia resulte esclarecedora: “Ahora bien la conciencia es para sí misma su concepto… La proposición dice algo distinto a la indicación que se encuentra al principio del sexto párrafo: “La conciencia natural demostrará ser sólo concepto del saber… . Ya no se habla de conciencia natural, sino de conciencia a secas. Ahora se destaca la palabra “concepto”. “Concepto” significa ahora el manifestarse de la conciencia en su verdad. Su esencia consiste en la certeza incondicionada. De acuerdo con ella, algo sabido aún no ha sido entendido conceptualmente si sólo es representado en general. Antes bien, en su ser-sabido, debe ser referido al saber correspondiente y ser representado con él mismo en esta referencia. Es sólo de este modo como lo sabido puede estar omnilateralmente en el saber, el cual — de esta manera — se ha convertido en un representar (o concebir) general en un sentido global y al mismo tiempo incondicionado. En relación con este concepto, en el que la propia conciencia se concibe a sí misma, la conciencia natural no es nunca sino “sólo concepto”. En efecto, en la medida en que es conciencia, tiene en general una representación de lo que es ser-sabido. La conciencia natural — en tanto que parte de la propia conciencia — puede quedarse ahí detenida, es decir, ser sólo concepto del saber, únicamente porque es para sí misma su concepto. De todos modos, sólo entenderemos suficientemente la primera frase sobre la conciencia siempre que no tomemos únicamente en cuenta la distinción remarcada por HEGEL entre “concepto” y “sólo concepto”, sino que pensemos también en lo que constituía la meditación en el transcurso de los últimos párrafos. En la proposición “Ahora bien, la conciencia es para sí misma su concepto” el acento recae sobre el “es”. Quiere decir que la conciencia consuma su propio manifestarse, de tal manera, que construye en el manifestarse para sí el lugar de la manifestación, un lugar que forma parte de su esencia. Así es como la conciencia se encuentra a sí misma en su concepto. Heideggeriana: HegelExperiencia

Puesto que con la primera proposición sobre la conciencia se ha tornado visible la verdad de la misma, HEGEL ya puede explicar ahora la conciencia natural desde la perspectiva de que es el saber no real. También llama a la conciencia natural la no-verdadera, pero esto no significa que la conciencia natural sólo sea el depósito de lo falso, engañoso y erróneo. Significa más bien que la conciencia natural es en cada caso la que todavía no es verdadera y se ve poseída y dominada por la violencia que la arrastra a su verdad. La conciencia natural siente esta violencia y cae en el temor por su propia subsistencia. HEGEL, cuyo racionalismo nunca podrá ser suficientemente alabado ni desdeñado, habla en ese pasaje decisivo en el que nombra la relación del saber natural con el ser de lo ente, del “sentimiento de violencia”. Este sentir la violencia de la voluntad, bajo cuya forma lo absoluto es, caracteriza el modo en que la conciencia natural “sólo es concepto del saber”. Pero sería absurdo pensar que HEGEL opina que el temor natural que hace retroceder a la conciencia ante el ser de lo ente, en tanto que esa relación natural con el ser, es también la manera en la que, o el órgano por el que la filosofía piensa el ser de lo ente, como si allí donde el pensar se ve obligado a remitir al sentimiento, la filosofía se viera entregada al puro sentimiento en un juego de manos en lugar de verse fundamentada sobre la ciencia. Esta opinión superficial, que hoy como ayer sigue haciendo escuela, forma parte por sí misma de la vanidad del entendimiento, que se recrea en la inercia de su falta de pensamiento y disuelve todo en ella. Al final del mismo párrafo, que con su primera frase sobre la conciencia se adentra en la visión de la verdad del saber, la no-verdad del mismo se manifiesta bajo la figura del “Yo escueto”, que encuentra su única satisfacción en su limitación a eso ente que sale a su encuentro. Heideggeriana: HegelExperiencia

El noveno párrafo vuelve a retomar sin embargo esta representación natural del conocer. Ahora bien, esto sólo ocurre con el fin de volver a plantear la cuestión de la comprobación del conocer absoluto. El examen del conocer no cae en desuso por el mero hecho de que el conocer no sea un medio, sino que por el contrario es sólo a partir de ahora cuando el conocer puede hacerse valer como aquello cuestionable. Si la presentación produce el saber que se manifiesta en su manifestación, entonces sitúa a la conciencia aún-no-verdadera en su verdad. Mide aquello que se manifiesta, en cuanto tal, según su manifestación. Éste es el rasero por el que se mide. ¿De dónde lo saca la presentación? En la medida en que la ciencia se hace cargo del examen del saber que se manifiesta, ella misma aparece como instancia y por tanto como criterio de dicho examen. Aunque su aparición en escena consista en el desarrollo de la presentación, no por ello deja de tener que aportar desde su primer paso un criterio de examen ya probado. Por un lado, a fin de poder desarrollarse, la ciencia precisa del criterio; por otro lado, tal criterio sólo puede darse en el propio desarrollo, si damos por supuesto que un conocer absoluto no puede sacar su criterio de cualquier sitio. Si verdaderamente tiene que medir el saber no verdadero en su verdad, la presentación se ve obligada a conciliar lo inconciliable. Una imposibilidad se le cruza en el camino. ¿Cómo despejar ese obstáculo? El décimo párrafo prosigue la reflexión de una manera que muestra que HEGEL no allana ni aparta con argumentos lógicos lo que se contradice en la esencia de la presentación. Eso que aparentemente es inconciliable no reside en la esencia de la presentación. Reside en la manera insuficiente en la que, dominados todavía por el modo de representar de la conciencia natural, vemos la presentación. La presentación atañe a la manifestación del saber. La presentación también es un saber. Ambos caen dentro de la propia conciencia. Si la cuestión del criterio y del examen tiene algún tipo de apoyo, entonces sólo puede interrogar a aquello por lo que pregunta a partir de la propia conciencia y en ella. En tanto que conciencia ¿es la propia conciencia en sí misma algo así como una medida y criterio? ¿Es la conciencia como tal, a partir de sí misma, un examen? La propia conciencia se sitúa de forma más visible en el horizonte de la esencia. Sin embargo, todavía no se ve a qué rasgo fundamental dentro de la esencia de la conciencia apunta la meditación. Heideggeriana: HegelExperiencia

Como si no hubiera dicho en los párrafos anteriores absolutamente nada sobre la conciencia, HEGEL empieza indicando dos determinaciones “tal como se hallan en la conciencia”. Las llama el saber y la verdad. Se denominan “determinaciones abstractas” en la medida en que surgen de una mirada a la conciencia que aparta la vista de la esencia plena de la constitución de la conciencia y de su unidad. Aquí, se toma a la conciencia tal como se ofrece de manera inmediata, esto es, tal como se le aparece siempre unilateralmente a la representación natural. Heideggeriana: HegelExperiencia

Ser-consciente [conciencia] significa que una cosa se encuentra en el estado de ser sabido. Pero lo sabido está en el saber y es en tanto que un saber. Lo sabido es aquello a lo que se refiere la conciencia a la manera del saber. Lo que está así en esa relación, es lo sabido. Es en la medida en que es “para” la conciencia. Lo que es de este modo, es a la manera de “ser para… Pero “ser para… es un modo del saber. En este modo algo es “para lo mismo”, esto es, para la conciencia, para la que sin embargo es otra cosa en tanto que sabido. En el saber en tanto que “ser para… — una u otra cosa — es siempre “para lo mismo”. Pero lo sabido no sólo es representado de modo general en el saber, sino que este representar comprende lo sabido como un ente que es en sí, es decir, verdaderamente. Este ser en sí de lo sabido es lo que se llama verdad. También la verdad es una y otra cosa (algo representado y algo que es en sí) “para lo mismo”, para la conciencia. Ambas determinaciones de la conciencia, el saber y la verdad, se distinguen en tanto que “ser para” y “ser en sí”. HEGEL se limita a dirigir las miradas en dirección a esas dos determinaciones sin meterse en “lo que verdaderamente hay dentro de ellas”. Sin embargo, de este modo, muy sutil pero intencionadamente, HEGEL remite a un rasgo fundamental destacado de la conciencia. Las primeras frases del párrafo incluso lo citan de pasada. Heideggeriana: HegelExperiencia

HEGEL caracteriza la naturaleza del objeto de la presentación, que representa al saber que se manifiesta, por medio de una segunda proposición sobre la conciencia. La primera, expresada en el octavo párrafo, reza así: “Ahora bien, la conciencia es para sí misma su concepto”. A ésta le sigue la segunda proposición: “La conciencia da su criterio en ella misma”. La frase llama la atención por su lenguaje. Pero este uso lingüístico que tan curioso nos resulta le era familiar a HEGEL y ello a partir de lo que se le muestra en tanto que naturaleza del objeto. ¿Por qué dice HEGEL “en ella misma” en lugar de “en sí misma”? Porque le atañe a la conciencia el que haya un criterio para ella. El criterio no se toma de cualquier sitio para que la conciencia lo tome en sí y, de este modo, lo tenga para sí. El criterio tampoco se aplica en primer lugar a la conciencia. Reside en ella misma porque ya resulta de ella misma lo susceptible de criterio, desde el momento en que es, doblemente, medida y medido. Pero ¿no sería igual de correcto o incluso mejor decir que la conciencia da su criterio en sí misma? Entonces ¿qué es la conciencia en sí misma? La conciencia es en sí cuando está junto a sí y está junto a sí cuando es propiamente para sí y de tal manera que es en sí y para sí. Si la conciencia diera su criterio en sí misma, estrictamente esto querría decir que la conciencia se da el criterio para sí misma. Pero la conciencia normalmente no se vuelve hacia lo que es de verdad. Por otro lado, la verdad no le cae a la conciencia desde cualquier parte. Ella misma es ya, para sí misma, su concepto. Por eso tiene su criterio en ella. Por eso pone ella misma el criterio a su propia disposición. El “en ella misma” significa dos cosas: la conciencia tiene el criterio en su esencia. Pero precisamente eso que reside así en ella y no en cualquier otro lugar, no se lo da a sí misma directamente. Da el criterio en ella misma. Da y al mismo tiempo no da. Heideggeriana: HegelExperiencia

En la medida en que la conciencia natural representa a lo ente en sí, lo representado es lo verdadero y lo es “para ella”, para la conciencia inmediatamente representadora. De acuerdo con el “en ella misma”, HEGEL usa este “para ella” cuando quiere decir que la conciencia toma por verdadero aquello que ella representa directamente. Representando directamente, la conciencia se abre en lo representado y no lo refiere propiamente a sí en tanto que aquello que representa. Es verdad que la conciencia tiene su representado en su representar, pero no para sí, sino sólo “para ella”. Pero con lo verdadero, que la conciencia representa para ella, ha dado al mismo tiempo en ella misma “para nosotros”, que nos preocupamos de la verdad de lo verdadero, la verdad de lo verdadero, esto es, el criterio. Presentando al saber que se manifiesta como tal, tomamos la manifestación a modo de criterio para medir con él el saber que toma por verdadero eso que se manifiesta. En el saber que se manifiesta, lo por él sabido es lo verdadero. Si llamamos a esto verdadero el objeto y al saber el concepto, la presentación examinadora de lo que se manifiesta en relación con su manifestación, consistirá en que comprobemos si el saber, es decir, aquello que la conciencia natural toma por su saber, corresponde a aquello que es lo verdadero. O si, por el contrario, llamamos al saber que examinamos el objeto y al en-sí de lo sabido el concepto, el examen consistirá en comprobar si el objeto corresponde al concepto. Lo decisivo que se trata de captar con esto es lo siguiente: cada vez que representamos aquello que se manifiesta en su manifestación, lo que medimos y aquello con lo que medimos caen dentro de la propia conciencia. La conciencia aporta en ella misma los dos momentos esenciales del examen. Para nosotros, los que presentamos, de ahí resulta la máxima que guía todo representar de lo que se manifiesta en su manifestación. Dicha máxima reza: dejad a un lado vuestras ocurrencias y opiniones acerca de lo que se manifiesta. Según esto, la postura fundamental del conocer absoluto no consiste en atropellar a la conciencia que se manifiesta con un cúmulo de conocimientos y argumentos, sino en dejar todo eso de lado. Con este dejar de lado entramos en la pura contemplación de lo que la manifestación nos pone a la vista. En esta contemplación conseguimos considerar “la cosa tal como es en sí y para sí”. Pero la cosa es el saber que se manifiesta en tanto que aquello que se manifiesta. El carácter de cosa de la cosa, la realidad de lo real, es el manifestarse mismo. Heideggeriana: HegelExperiencia

La conciencia que se manifiesta es en ella misma aquello que hay que medir y el criterio de medida. La manera en la que HEGEL matiza que ambos caen dentro de la propia conciencia, parece un dudoso juego de meras palabras que deja en el aire una sospecha. El saber y lo verdadero sabido por él, forman parte de la conciencia. Parece que acaba siendo lo mismo que llamemos al primero concepto y al segundo objeto o viceversa, a este concepto y a aquel objeto. De hecho viene a ser efectivamente lo mismo. Pero no por eso es en absoluto igual, ni por lo tanto es indiferente, cómo usamos los nombres concepto y objeto. Si aquello verdadero representado en la conciencia natural se llama objeto, entonces éste es el objeto “para ella”, para la conciencia natural. Pero si es al saber al que llamamos objeto, entonces, en tanto que aquello que se manifiesta, el saber es “para nosotros” que contemplamos lo que se manifiesta desde el punto de vista de su manifestación, el objeto. Si el saber por el que la conciencia natural representa lo sabido, se llama concepto, entonces el concebir es el representar algo en cuanto algo. La palabra “concepto” es entendida en el sentido de la lógica tradicional. Si por el contrario nombramos concepto a lo verdadero representado en la conciencia, concepto por el que se mide el saber en tanto que objeto para nosotros, entonces dicho concepto es la verdad de lo verdadero, la manifestación en la que el saber que se manifiesta es conducido a sí mismo. Heideggeriana: HegelExperiencia

El uso a primera vista casual de los nombres objeto y concepto, no es en absoluto arbitrario. Está vinculado de antemano a la naturaleza de la conciencia expresada en la primera proposición sobre la conciencia: “Ahora bien, la conciencia es para sí misma su concepto”. En eso que la conciencia toma por verdadero, se realizará una figura de su verdad. Lo verdadero es el objeto “para ella”. La verdad es el objeto “para nosotros”. Como la conciencia es para sí misma su concepto, por eso da su criterio en ella misma. En lo que se manifiesta, se manifiesta — no “para ella”, sino “para nosotros” — la manifestación de lo que se manifiesta. HEGEL expresa esto en esa frase que ahora comprendemos mejor después de haberla acentuado como lo hemos hecho: “Por lo tanto, en aquello que la conciencia declara dentro de sí como el en-sí o lo verdadero, nosotros (concretamente nosotros que conocemos absolutamente) tenemos el criterio que ella misma dispone para medir con él su saber”. Heideggeriana: HegelExperiencia

En la naturaleza de la conciencia el saber y el objeto se encuentran escindidos y, sin embargo, nunca pueden separarse. En la naturaleza de la conciencia el objeto y el concepto también están escindidos en el “en cuanto” y sin embargo nunca pueden separarse. En la naturaleza de la conciencia esta misma doble pareja está escindida y sin embargo no puede nunca separarse. Que HEGEL distinga todo esto, pero al mismo tiempo nivele las distinciones en una distinción general y de este modo no les permita surgir tal como son propiamente, tiene su razón oculta en la esencia de la metafísica y no en la posición metafísica fundamental de la filosofía de HEGEL. También procede de la esencia oculta de la metafísica el hecho de que el nivel por el que se nivelan las diferencias se determine a partir de la discreción del uno y del otro, discreción que se representa en la distinción de la ratio. HEGEL concibe la distinción como la negación de la negación. Heideggeriana: HegelExperiencia

Con el necesario cuidado y prudencia y desde la perspectiva las distinciones establecidas por HEGEL, se podría aportar una diferencia que ya ha sido nombrada en otro lugar anterior. En la medida en que se dirige directamente hacia el objeto, como algo que es, así como al saber del objeto, asimismo como algo ente, y siempre permanece, la conciencia natural podría recibir el nombre de conciencia óntica. La expresión óntico, inspirada en el griego to on, lo ente, significa aquello que atañe a lo ente. Pero el griego on, “ente”, encierra dentro de sí una esencia propia de entidad (ousia), que en el transcurso de su historia nunca permanece igual. Si utilizamos las palabras on y “ente” pensándolas, el primer presupuesto es que pensemos o, lo que es lo mismo, que nos percatemos en qué medida el significado se transforma y se fija históricamente en cada ocasión. Cuando lo ente se manifiesta como objeto, en la medida en que la entidad ha aparecido a la luz de la objetividad, y cuando de acuerdo con ello el ser es interpelado como lo no objetivo, todo esto reposa ya sobre aquella ontología gracias a la que on ha sido determinado como hypokeimenon, éste como subiectum y su ser a partir de la subjetidad de la conciencia. Como on significa tanto “ente” como “lo que es”, on en tanto que “ente” puede ser reunido (legein) en dirección a “lo que es”. Hasta se puede decir que, de acuerdo con su ambigüedad, on está ya reunido como ente por mor de su entidad. Es ontológico. Pero con la esencia de on y a partir de ella, ese reunir que es, el logos, se transforma en cada caso y con ella, la ontología. Desde que on, lo que se presenta, se abrió como physis, la presencia de lo que se presenta reside, para los pensadores griegos, en el phainesthai, en la manifestación de lo no oculto que se muestra a sí misma. De acuerdo con esto, la multiplicidad de lo que se presenta, ta onta, es pensada como aquello que en su manifestación es simplemente aceptado como lo que se presenta. Aceptar significa aquí tomar sin más ni más y atenerse a lo que se presenta. La aceptación (dechesthai) se queda sin continuidad. Efectivamente, no sigue pensando más allá en la presencia de lo que se presenta. Se queda en la doxa. Por el contrario, el noein es aquel percibir que percibe expresamente lo presente en su presencia y a partir de ahí la emprende con él. Heideggeriana: HegelExperiencia

El decimocuarto párrafo comienza con la frase: “Este movimiento dialéctico que ejerce la conciencia sobre sí misma, tanto en su saber como en su objeto, en la medida en que de él surge para ella su nuevo y verdadero objeto, es propiamente aquello que denominamos experiencia”. ¿Qué nombra HEGEL con la palabra experiencia? Nombra al ser de lo ente. Entretanto, lo ente se ha convertido en sujeto y, con él, en objeto y objetivo. Ser significa desde tiempo inmemorial: estar presente. El modo en que la conciencia, lo que es a partir del estado de sabido, se hace presente, es la manifestación. La conciencia es, en cuanto eso ente que es, el saber que se manifiesta. Con el nombre experiencia, HEGEL nombra a lo que se manifiesta en cuanto aquello que se manifiesta, el on he on. En la palabra experiencia está pensado el he. A partir del he (qua, en tanto que) lo ente es pensado en su entidad. Experiencia no es ya el nombre para un tipo de conocimiento. Experiencia es ahora la palabra para el ser, en la medida en que éste es percibido a partir de lo ente en cuanto tal. Experiencia nombra a la subjetidad del sujeto. Experiencia dice lo que significa el “ser” en la palabra ser-consciente [conciencia], de tal modo que sólo a partir de este “ser” se torna claro y vinculante lo que queda por pensar en la palabra “consciente”. Heideggeriana: HegelExperiencia

Por lo tanto, como nombre para el ser de lo ente la extraña palabra experiencia recae dentro de la meditación porque ha llegado a su madurez. Cierto que su uso cae completamente fuera del uso lingüístico corriente, así como del filosófico, pero cae como fruto del propio asunto, ante el que el pensar de HEGEL sigue detenido. La justificación del uso lingüístico, que es algo esencialmente distinto a la simple manera de hablar en cada caso, reside en eso que HEGEL ha traído a la vista por medio de los anteriores párrafos en relación con la naturaleza de la conciencia. Las tres proposiciones sobre la conciencia bosquejan la estructura de esa naturaleza esquemáticamente. Heideggeriana: HegelExperiencia

Por medio de la precedente meditación ha surgido algo, a partir de las tres proposiciones sobre la conciencia, que no se podía dejar de nombrar, porque a su manera es algo inevitable. El propio HEGEL expresa esto en el párrafo en el que cae la decisiva palabra experiencia. Los verbos de las tres frases son ambiguos: el “es” de la primera, el “da” de la segunda y el “examina” de la tercera. Heideggeriana: HegelExperiencia

Con esta ambigüedad, la conciencia delata el rasgo fundamental de su esencia: ser ya algo que al mismo tiempo todavía no es. El ser en el sentido de conciencia significa mantenerse en el todavía-no del ya, y eso de tal modo que el ya esté presente en el todavía-no. La presencia es en sí el autorremitirse al ya. Se pone en camino hacia éste. Se construye a sí misma el camino. El ser de la conciencia consiste en que se mueve creando camino. El ser, que HEGEL piensa como experiencia, tiene el carácter fundamental del movimiento. HEGEL comienza la frase que expresa la esencia de la experiencia con las palabras: “Este movimiento dialéctico … es propiamente eso que se llama experiencia y concretamente, aquí, en la meditación sobre lo que presenta la ciencia del saber que se manifiesta. Opinar que HEGEL sólo caracteriza la presentación como un tipo de experiencia con el fin de destacar que debe atenerse a los fenómenos y guardarse de pervertirse convirtiéndose en una construcción, sería la peor manera de malinterpretar el texto. La experiencia que se trata de pensar aquí, no forma parte de la presentación como una característica de su naturaleza particular, sino que forma parte de la esencia de la experiencia. Ésta es la manifestación de lo que se manifiesta como tal. La presentación del manifestarse forma parte de la manifestación y le pertenece como al movimiento en el que la conciencia realiza su realidad. Heideggeriana: HegelExperiencia

Destacándolo gráficamente, HEGEL llama a este movimiento “dialéctico”. No aclara esta apelación, que sólo usa aquí, ni en los párrafos precedentes ni en los siguientes. En consecuencia, intentamos comprender lo dialéctico de acuerdo con la precedente meditación sobre la naturaleza de la conciencia. Se podría querer explicar lo dialéctico a partir de la unidad de tesis, antítesis y síntesis o a partir de la negación de la negación. Sin embargo, todo lo que es tético de algún modo tiene su esencia en la conciencia, en la que también se funda la negatividad en la medida en que es comprendida a partir de la negación. Pero la esencia de la conciencia debe determinarse en primer lugar a través del despliegue de su naturaleza. Asimismo, habrá que dejar de lado el problema de si la dialéctica es sólo un método del conocimiento o si forma parte de lo real objetivo mismo en tanto que algo real. El problema es sólo aparente mientras no se determine en qué consiste la realidad de lo real, en qué medida esa realidad reside en el ser de la conciencia y qué relación guarda con dicho ser. Las explicaciones sobre la dialéctica se parecen al método que intenta explicar el brotar del manantial a partir de la aguas residuales estancadas. Tal vez el camino a la fuente aún esté lejos. Pero debemos intentar orientarnos en su dirección recabando la ayuda de HEGEL. Heideggeriana: HegelExperiencia

Lo dialógico de la conciencia óntico-ontológica sólo se puede destacar a partir de lo tético de su representar, motivo por el que la caracterización de la dialéctica por medio de la unidad de tesis, antítesis y síntesis es siempre correcta, pero también siempre sólo derivada. Lo mismo se puede decir de la interpretación de lo dialéctico como negatividad in-finita. Esta se funda en el recogerse — que todo lo atraviesa — de las figuras del diálogo de la conciencia en el concepto absoluto, el cual es la conciencia en su verdad consumada. Lo tético-posicional y la negación negadora presuponen la manifestación originariamente dialéctica de la conciencia, pero no constituyen nunca la composición de su naturaleza. Lo dialéctico no se deja explicar lógicamente a partir de la posición y negación del representar, ni se deja comprobar ónticamente en tanto que una actividad y una forma de movimiento especiales dentro de la conciencia real. Lo dialéctico, en tanto que modo de la manifestación, pertenece al ser, que se despliega como entidad de lo ente a partir de la presencia. HEGEL no concibe la experiencia dialécticamente, sino que piensa lo dialéctico a partir de la esencia de la experiencia. Esta es la entidad de lo ente, que en cuanto subiectum se determina a partir de la subjetidad. Heideggeriana: HegelExperiencia

La essentia del ens en su esse es la presencia. Pero la presencia está presente en el modo de la presentación. Como, mientras tanto, el ens, el subiectum, ha llegado a ser res cogitans, la presentación es, en sí misma y al mismo tiempo, re-presentadora, esto es, representación. Eso que HEGEL piensa con la palabra experiencia dice en primer lugar lo que es la res cogitans a modo de subiectum co-agitans. La experiencia es la presentación del sujeto absoluto que se hace presente en la representación y de este modo se absuelve. La experiencia es la subjetidad del sujeto absoluto. La experiencia es, en tanto que presentación de la representación absoluta, la parusía de lo absoluto. La experiencia es la absolutez de lo absoluto, su manifestación en el manifestarse absolvente. Todo depende de pensar la experiencia aquí nombrada como ser de la conciencia. Pero ser quiere decir presencia. La presencia se muestra como manifestación. La manifestación es ahora manifestación del saber. En el ser, en cuya calidad se hace presente la experiencia, reside como carácter de la manifestación el representar en el sentido del presentar. Incluso cuando utiliza la palabra experiencia en su sentido habitual de empíria, HEGEL tiene especial cuidado con el momento de la presencia. Entonces entiende bajo experiencia (vid. el prólogo al “Sistema de la Ciencia” en la Fenomenología del Espíritu, ed. Hoffmeister p. 14) “la atención a lo presente como tal”. HEGEL no se limita a decir con cautela que la experiencia sea un prestar atención a algo presente, sino también a eso presente en su presencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

El decimoquinto párrafo enlaza con la representación que tiene la conciencia natural de aquello que se suele llamar experiencia. Esta representación va en contra de la experiencia pensada por HEGEL. Esto quiere decir que la experiencia pensada metafísicamente permanece inaccesible a la conciencia natural. Es la entidad de lo ente y por eso no se puede encontrar nunca dentro de lo ente como parte integrante suya. Cuando se tiene una buena experiencia con un objeto, por ejemplo cuando usamos una herramienta, esa experiencia la tenemos con el objeto sobre el que se aplica ese otro objeto con el que realizamos la experiencia. Cuando tenemos una mala experiencia con una persona, la tenemos en una ocasión concreta, en la situación o circunstancias en las que esa persona tenía que demostrar lo que era. No tenemos la experiencia con el objeto directamente sobre éste, sino sobre otro objeto que aportamos y en el que confiamos. En la experiencia habitual (experiri) vemos el objeto que hay que examinar desde las condiciones bajo las que ha sido situado por otros objetos. Es a partir de estos, desde donde resulta lo que ocurre con el objeto. Si hay que alterar las representaciones que teníamos hasta ahora del objeto que se trata de examinar, lo diferente de la alteración nos vendrá de los nuevos objetos añadidos. La no-verdad del antiguo objeto se muestra en el nuevo objeto que representamos enseguida a fin de situarlo, también representando, en la relación comparativa con el objeto ya conocido, con el que queremos tener la experiencia. Por el contrario, ocurre precisamente a la inversa con la experiencia, que es la propia conciencia. Heideggeriana: HegelExperiencia

En el manifestarse de la manifestación reina una “inversión de la propia conciencia”. El rasgo fundamental de la experiencia de la conciencia es esta inversión. Es incluso “nuestra aportación”. Lo que se presenta a la conciencia en este tornarse no es “para la conciencia”, concretamente no es para la conciencia natural. Lo que se presenta en la inversión no es “para ella”, la conciencia, a la “que contemplamos”, sino “para nosotros”, que la consideramos. ¿Quiénes son esos “nosotros”? Son los que en la inversión de la conciencia natural, aunque dejan que ésta persista en su opinión, al mismo tiempo y de modo expreso están a la expectativa de la manifestación de lo que se manifiesta. Esta expectación, que observa expresamente la manifestación, es esa observación bajo cuya forma se consuma la skepsis, la cual ha previsto la absolutez de lo absoluto y se ha provisto de ella por adelantado. Lo que hace su aparición en el escepticismo que se consuma, se muestra “para nosotros”, esto es, para aquellos que pensando en la entidad de lo ente ya están provistos del ser. La inversión de la conciencia que reina en la skepsis, es la marcha de ese proveerse por medio del cual la conciencia se provee ella misma de la manifestación. Lo que se muestra a eso así provisto, forma ciertamente parte de la propia conciencia según su contenido y es “para ella”. Pero la manera en que se muestra lo que se manifiesta, a saber, en tanto que manifestación, es el aspecto de lo que se manifiesta, su eidos, que configura todo lo que se manifiesta, lo pone a la vista y lo conforma, la morphe, la forma. HEGEL lo llama “lo formal”. Éste no es nunca “para ella”, para la conciencia natural inmediatamente representadora. En la medida en que lo formal es para ella, no lo es siempre más que como objeto, pero nunca como objetividad. Lo formal, la entidad de lo ente, es “para nosotros”, que en la inversión no dirijamos de modo inmediato nuestra mirada a lo que se manifiesta, sino a la manifestación de lo que se manifiesta. La inversión de la conciencia, que es una inversión del representar, no se vuelve desde el representar directo a un camino lateral, sino que se dirige, dentro del representar natural, hacia aquello de donde le viene en primer lugar al representar directo lo que percibe como eso que se presenta. Heideggeriana: HegelExperiencia

¿Pero no ha recurrido HEGEL en los párrafos anteriores (sobre todo en el duodécimo) a todo el poder de la meditación para mostrar que a la hora de la presentación del saber que se manifiesta debemos dejar precisamente de lado todas nuestras ocurrencias y pensamientos con el fin de que nos quede “la pura visión”? ¿Acaso no dice expresamente en el decimotercer párrafo que la conciencia se examina a sí misma y, por eso, se vuelve superflua “muestra aportación”? Abandonando todas las aportaciones debemos conseguir que eso que se manifiesta se muestre por sí mismo en su manifestación. Pero este abandono no se logra por sí mismo. Si alguna vez un dejar hacer es un hacer, es desde luego en este caso del abandono. Este hacer es necesariamente el hacer de una aportación. Porque sólo gracias a que la skepsis del escepticismo que se consuma a sí mismo pre-vee el ser de lo ente, es como lo ente puede manifestarse libremente a partir de sí mismo y dejar que aparezca su manifestación. La aportación de la inversión de la conciencia es el dejar manifestarse a lo que se manifiesta como tal. La aportación no le impone a la experiencia algo que le sea ajeno. Por el contrario, la experiencia sólo produce expresamente a partir de sí misma lo que reside en ella a modo de ser de la conciencia, la cual, según la primera frase sobre la conciencia, es para sí misma su concepto. Por eso, la aportación no puede eliminar nunca la pura expectación necesaria para la presentación. En la aportación y por medio de ella más bien comienza la pura expectación. Por eso, la expectación permanece en la aportación. Heideggeriana: HegelExperiencia

En el párrafo anterior HEGEL dice que la experiencia es el movimiento que la propia conciencia ejerce sobre sí misma. Este ejercicio es el reino del poder, bajo cuya forma la voluntad de lo absoluto quiere que éste se haga presente junto a nosotros en su absolutez. La voluntad, que es lo absoluto, reina al modo de la experiencia. Esta es ese alcanzar que sale en pos y ansía llegar, bajo cuya forma se manifiesta la manifestación. En tanto que ese alcanzar (presencia), la experiencia caracteriza la esencia de la voluntad, que se oculta en la esencia del ser con la esencia de la experiencia. La experiencia que hay que pensar aquí, no es ni un modo de conocer ni un modo de querer tal como se representa corrientemente. En tanto que experiencia reina la voluntad de lo absoluto de estar junto a nosotros, esto es, de manifestarse para nosotros como eso que se manifiesta. Para nosotros se presenta lo que se manifiesta en su manifestación, en la medida en que llevamos a cabo la aportación de la inversión. Según esto, la aportación quiere la voluntad de lo absoluto. La propia aportación es lo querido de la absolutez de lo absoluto. La inversión de la conciencia no le añade al absoluto nada egoísta de nuestra parte. Nos restablece en nuestra esencia, que consiste en venir a la presencia en la parusía de lo absoluto. Esto quiere decir para nosotros: presentar la parusía. La presentación de la experiencia es querida a partir de la esencia de la experiencia como aquello que le pertenece. El aporte hace aparecer que estamos y cómo estamos hechos en la expectación de la absolutez de lo absoluto. Heideggeriana: HegelExperiencia

HEGEL resume el resultado de la meditación, que se ofrece en el decimocuarto y decimoquinto párrafo versados sobre la esencia de la experiencia, en una frase que separa y aísla del resto del texto, el cual sigue su curso. De este modo, la frase reagrupa todos los párrafos precedentes del texto en un pensamiento decisivo que dice así: “Por medio de esta necesidad el camino hacia la ciencia es él mismo ya ciencia y, por sus contenidos, es ciencia de la experiencia de la conciencia.” Heideggeriana: HegelExperiencia

Si juntamos las palabras subrayadas de la frase, obtendremos el título que HEGEL colocó en un primer momento al principio de la Fenomenología del Espíritu: ciencia de la experiencia de la conciencia. Los párrafos anteriores contienen, literalmente, la interpretación de este título. La experiencia es la manifestación del saber que se manifiesta en cuanto que se manifiesta. La ciencia de la experiencia de la conciencia presenta lo que se manifiesta como eso que se manifiesta. Lo que se manifiesta es el on, lo ente en el sentido de la conciencia. La skepsis de la presentación “observa lo que se presenta (en la manifestación) en tanto que eso que se presenta (así) y (observa) de este modo lo que en este (en lo que se manifiesta en su manifestación) ya predomina por sí mismo y desde sí mismo”. Heideggeriana: HegelExperiencia

La presentación se provee del poder de la voluntad, bajo cuya forma quiere lo absoluto su estado de presencia (parusía). Aristóteles llama a esa contemplación de lo ente como ente, caracterizada por él mismo, episteme tis, un modo de nuestro ver y percibir, de estar junto a, concretamente junto a lo que se presenta como tal. La episteme es ella misma, en tanto que un modo de estar junto a lo permanentemente presente, una manera de estar presente el hombre junto a lo presente desocupo. Nosotros mismos nos lanzamos al error si traducimos la palabra episteme por ciencia y dejamos al buen entender de cada cual el darle a esa palabra el sentido que precisamente ya conocemos en general bajo el título de ciencia. Si, por el contrario, traducimos aquí episteme por ciencia, dicha interpretación sólo será correcta en la medida en que entendamos el saber como el haber-visto y pensemos el haber-visto a partir de ese ver que es anterior al aspecto de lo que se presenta, en tanto que eso que se presenta, y dirige su mirada a la propia presencia. A partir del saber así pensado, la episteme tis de Aristóteles, conserva, y no por casualidad, la relación esencial con aquello que HEGEL llama “la ciencia”, cuyo saber sin embargo se ha transformado en virtud de la transformación de la presencia de lo que se presenta. Si sólo entendemos el nombre “ciencia” en este sentido, entonces las ciencias que solemos denominar así, son sólo ciencia en segunda línea. Las ciencias son, en el fondo, filosofía, pero lo son de tal modo que abandonan su propio fundamento y se instalan a su modo en eso que la filosofía les ha abierto. Se trata del dominio de la techne. Heideggeriana: HegelExperiencia

De acuerdo con esto, HEGEL no llama a la presentación del saber que se manifiesta ciencia de la experiencia de la conciencia, sino “ciencia”. Sólo es una parte “de la” ciencia. Por eso, por encima del título “Ciencia de la experiencia de la conciencia” pone expresamente “Primera parte”. La ciencia de la experiencia de la conciencia remite en sí a la otra parte de la ciencia. La otra parte no se encuentra, en cuanto a su rango, colocada detrás de la primera, del mismo modo que la teología, dentro de la filosofía primera, no está detrás de la ontología. Pero aquélla tampoco va delante de ésta. Ambas tampoco están en el mismo orden. Ambas son, cada una a su modo, lo mismo. Hablar de una primera y una segunda parte es algo externo, aunque no casual, porque desde Platón y Aristóteles hasta Nietzsche, el fundamento de la unidad de la esencia onto-teológica de la metafísica permanece tan oculto que no se ha preguntado ni una sola vez por él. En lugar de ello, la ontología y la teología vacilan, dependiendo del punto de vista, entre si es una o la otra ciencia la que se puede considerar primera y auténtica dentro de la filosofía primera. Para HEGEL, la ciencia de la experiencia de la conciencia, esto es, la ontología de lo verdaderamente ente en su existencia, remite a la otra parte de la ciencia como a “la auténtica ciencia”. Heideggeriana: HegelExperiencia

El título elegido en primer lugar, “Ciencia de la experiencia de la conciencia”, desaparece en el transcurso de la impresión de la obra. Pero el texto que lo explica permanece. El título es sustituido por otro. Reza: “Ciencia de la Fenomenología del Espíritu”. De este modo, el texto que permanece y que no habla para nada de una fenomenología del espíritu, se convierte en la verdadera interpretación del nuevo título. Éste también aparece en el título global bajo el que se edita la obra en 1807: “Sistema de la Ciencia, Primera Parte, La Fenomenología del Espíritu”. Cuando vuelve a aparecer la obra, sin ningún cambio, poco después de la muerte de HEGEL, a modo de segundo volumen de las Obras Completas (1832), el título ya sólo reza “Fenomenología del Espíritu”. Bajo la desaparición imperceptible del artículo “la” se oculta una decisiva transformación en el pensamiento de HEGEL y en el modo de darla a conocer. La transformación atañe, desde el punto de vista del contenido, al sistema, que comienza en el tiempo poco después de la publicación de la “Ciencia de la Fenomenología del Espíritu” y presumiblemente nace y se refuerza gracias a las clases en el instituto de Nuremberg. La enseñanza escolar ha impreso después su sello a la actividad docente que volvió a tener lugar después en la Universidad. Heideggeriana: HegelExperiencia

El título global, “Sistema de la Ciencia”, es en el momento de la primera aparición de la Fenomenología del Espíritu un título polivalente desde el punto de vista dialéctico-especulativo. No significa las ciencias clasificadas en grupos según un orden determinado. Tampoco significa la filosofía presentada como ciencia en su contexto y estructura. “Sistema de la ciencia” significa que la ciencia es, en sí, la absoluta organización de la absolutez de lo absoluto. La subjetidad del sujeto se presenta de tal modo que, sabiéndose a sí misma, se instala en la completitud de su estructura. Este instalarse es el modo del ser, en el que está la subjetidad. “Sistema” es la aparición conjunta de lo absoluto, que se recoge en su absolutez y por medio de su estructura es permanente en su propia presencia. La ciencia es el sujeto del sistema, no su objeto. Pero es el sujeto de tal manera que la ciencia, que forma parte de la subjetidad, constituye con ella la absolutez de lo absoluto. La ciencia es para HEGEL, en la época de la primera publicación de la Fenomenología del Espíritu, el saber onto-teiológico de lo verdaderamente ente en tanto que ente. Despliega su totalidad doblemente en la “Ciencia de la Fenomenología del Espíritu” y en la “Ciencia de la Lógica”. La “Ciencia de la Lógica” de HEGEL es, en torno a esta época, la absoluta teiología y no la ontología. Ésta se ha desplegado más bien como “Ciencia de la experiencia de la conciencia”. La fenomenología es la “ciencia primera”, la lógica es la auténtica ciencia dentro de la filosofía primera, en tanto que verdad de lo ente como tal. Esta verdad es la esencia de la metafísica. Pero al igual que, antes, Kant y, después, el tardío Schelling, HEGEL no es en absoluto dueño del poder de la sistemática didáctica de la metafísica escolar, afianzado desde hace tiempo. Si Nietzsche arremete contra dicha sistemática, es únicamente porque su pensamiento tiene que permanecer dentro del sistema esencial onto-teiológico de la metafísica. Heideggeriana: HegelExperiencia

¿Por qué abandona HEGEL el título escogido en primer lugar, “Ciencia de la experiencia de la conciencia”? No lo sabemos. Pero podemos suponerlo. ¿Se asustó de la palabra destacada por él mismo en el centro del título, “experiencia”? La palabra es ahora el nombre para el ser de lo ente. Para Kant es el nombre que designa el único conocimiento teórico posible de lo ente. ¿Es que parecía demasiado atrevido darle una nueva sonoridad a la resonancia que ya tenía el significado originario de la palabra “experimentar” y que seguramente vibraba todavía en el pensamiento de HEGEL, esto es, entender experiencia como ese alcanzar que sale ansioso en pos y dicho alcanzar como el modo de la presencia, del einai, del ser? ¿Parecía demasiado atrevido elevar ese antiguo tono a la categoría de tono fundamental del lenguaje en el que habla la obra, incluso allí donde la palabra experiencia no aparece? Aparece en todos los pasajes decisivos de su marcha, en los pasajes de transición. Cierto que desaparece en la última parte principal, que presenta la manifestación de la conciencia como espíritu. Por otra parte, el prólogo escrito después de concluir la obra habla todavía de “sistema de la experiencia del espíritu”. Heideggeriana: HegelExperiencia

Pero ¿qué es la fenomenología del espíritu, si es la experiencia de la conciencia? Es el escepticismo que se consuma. La experiencia es el diálogo entre la conciencia natural y el saber absoluto. La conciencia natural es el espíritu que existe históricamente en su tiempo en cada ocasión. Pero este espíritu no es ninguna ideología. Es, en tanto que subjetidad, realidad efectiva de lo efectivamente real. Los espíritus históricos permanecen, en toda ocasión, internados en sí mismos en su propio recuerdo. Pero el saber absoluto es la presentación de la manifestación del espíritu existente. Lleva a cabo “la organización” de la constitución del ser del reino del espíritu. La marcha del diálogo se recoge en el lugar que sólo crea y alcanza en su marcha, para, atravesándolo, instalarse en él y, habiéndolo alcanzado, estar presente en él. Esa marcha del diálogo, que sale ansiosa en pos, es el camino de la desesperación, en el que la conciencia pierde en cada caso su todavía-no-verdadero y lo sacrifica a la manifestación de la verdad. En la consumación del diálogo del “escepticismo que se consuma” cae la sentencia: se ha consumado. Cae en el lugar del camino en el que la propia conciencia muere su muerte, a la que es arrastrada por el poder de lo absoluto. Al final de la obra, HEGEL llama a la fenomenología del espíritu “el calvario del espíritu absoluto”. Heideggeriana: HegelExperiencia

El chocante pensamiento de la muerte de un dios, del morir de los dioses, ya le era familiar al joven Nietzsche. En un apunte de la época de elaboración de su primer escrito, “El origen de la tragedia”, Nietzsche escribe (1870): “Creo en las palabras de los primitivos germanos: todos los dioses tienen que morir”. El joven HEGEL dice así al final del tratado “ Fe y saber” (1802): el “sentimiento sobre el que reposa la religión de la nueva época es el de que Dios mismo ha muerto”. La frase de HEGEL piensa algo distinto a la de Nietzsche, pero de todos modos existe entre ambas una conexión esencial escondida en la esencia de toda metafísica. La frase que Pascal toma prestada de Plutarco: “Le gran Pan est mort” (Pensées, 695), también entra en el mismo ámbito, aunque sea por motivos opuestos. Heideggeriana: NietzscheDeus

Si Nietzsche cierra su caracterización de la esencia del valor con la palabra devenir hay que concluir que esa palabra final nos señala el ámbito fundamental al que únicamente y en general pertenecen los valores y la instauración de valores. “El devenir” es, para Nietzsche, “ la voluntad de poder”. La “voluntad de poder” es por tanto el rasgo fundamental de la “vida”, palabra que Nietzsche también usa a menudo en un sentido amplio que la pone al mismo nivel que el “devenir” dentro de la metafísica (vid. HEGEL). Voluntad de poder, devenir, vida y ser en su sentido más amplio significan en lenguaje de Nietzsche lo mismo (Voluntad de Poder, afor. 582 del año 1885-86 y afor. 689 del año 1888). Dentro del devenir, la vida, esto es, lo vivo, se configura en centros respectivos de la voluntad de poder. Estos centros son en consecuencia formaciones de poder. Es en cuanto tales como Nietzsche entiende el arte, el Estado, la religión, la ciencia la sociedad. Por eso puede decir (Voluntad de Poder, afor. 715) lo siguiente: “’Valor’ es esencialmente el punto de vista para la consolidación o la debilitación de estos centros de dominio” (concretamente en lo tocante a su carácter de dominio). Heideggeriana: NietzscheDeus

El pensamiento de Nietzsche que piensa el transhombre, nace del pensamiento que piensa ontológicamente lo ente como ente y, de este modo, se atiene a la esencia de la metafísica, aunque sin poder experimentar dicha esencia dentro de la metafísica. Por eso le queda oculto, como le ocurre a toda la metafísica anterior a él, en qué medida la esencia del hombre se determina a partir de la esencia del ser. Por este motivo, en la metafísica de Nietzsche queda necesariamente velado el fundamento de la relación esencial entre la voluntad de poder y la esencia del transhombre. Pero en todo velamiento reina ya una manifestación. La existentia, que forma parte de la essentia de lo ente, esto es, de la voluntad de poder, es el eterno retorno de lo mismo. El ser allí pensado contiene la relación con la esencia del trashombre. Pero esta relación permanece necesariamente impensada en su esencia conforme al ser. Por eso también a Nietzsche le queda a oscuras en qué relación se encuentra ese pensamiento que piensa el transhombre bajo la figura de Zarathustra, con la esencia de la metafísica. Por eso permanece oculto el carácter de obra de “Así habló Zarathustra”. Sólo cuando un pensamiento futuro sea capaz de pensar ese “libro para todos y para ninguno” junto con las “Investigaciones acerca de la esencia de la libertad humana” de Schelling (1809) y, por lo tanto, junto con la “Fenomenología del Espíritu” de HEGEL (1807) y con la “Monadología” de Leibniz (1714) y, además, sea capaz de pensar estas obras no sólo metafísicamente, sino a partir de la esencia de la metafísica, entonces y sólo entonces se habrá puesto el fundamento para el derecho y el deber, para el suelo y el horizonte de una adecuada controversia. Heideggeriana: NietzscheDeus

HEGEL por J. Scheleisinger. El acabamiento de la Metafísica empieza con la Metafísica de HEGEL, la Metafísica del saber absoluto como voluntad del espíritu. Heideggeriana: SuperarMetafisica

A pesar de la cháchara bidimensional sobre la quiebra de la Filosofía hegeliana, sigue en pie esto: que en el siglo XIX esta Filosofía era la única que determinaba la realidad, aunque no en la forma externa de una doctrina aceptada y seguida, sino como Metafísica, como dominio de la entidad en el sentido de certeza. Los movimientos contrarios a esta Metafísica pertenecen a ella. Desde la muerte de HEGEL (1831), no sólo en Alemania sino también en Europa, todo son movimientos contrarios. Heideggeriana: SuperarMetafisica

Lo característico de la Metafísica es que en ella, de un modo general y sin excepción, de la existentia, si es que se trata de ella, se trata sólo de un modo breve y como algo evidente y de lo que no hace falta hablar (cfr. la pobre explicación del postulado de realidad que se encuentra en la Crítica de la Razón Pura de Kant). La única excepción la constituye Aristóteles, que piensa a fondo la energeia, sin que nunca, en el futuro, este pensamiento haya podido convertirse en algo esencial en su originariedad. La transmodelación de la energeia en actualitas y realidad ha sepultado todo lo que aparecía en la energeia,. La conexión entre ousia, y energeia se oscurece. HEGEL es el primero que vuelve a pensar a fondo la existentia, pero en su “Lógica”. Schelling la piensa en la diferenciación entre fundamento y existencia, una diferenciación, sin embargo, que está enraizada en la subjetividad. Heideggeriana: SuperarMetafisica

¿De dónde viene el hecho de que la Metafísica de Nietzsche haya llevado al menosprecio del pensar reclamándose de “la vida”? Viene de esto, de que no se vio que el aseguramiento de lo consistente por la planificación y la representación (por medio del poder), según la doctrina de Nietzsche es igualmente esencial para la vida que la “intensificación” y la elevación. A ésta se la ha tomado sólo por el lado de la ebriedad (psicológicamente) y, una vez más, no desde el punto de vista, decisivo, que ve que aquella elevación es también lo que le da al aseguramiento de las existencias el impulso propio y siempre nuevo y la justificación de la intensificación. De ahí que lo propio de la voluntad de poder sea el dominio incondicionado de la razón calculadora y no las brumas y la confusión de un turbio bucear en la vida. El culto torcido a Wagner ha rodeado al pensamiento de Nietzsche y a la exposición de este pensamiento de un halo de “artisticidad” que, después del proceso de mofa de la Filosofía (es decir, HEGEL y Schelling), que tuvo lugar por obra de Schopenhauer y después de la exégesis superficial que éste hizo de Platón y de Kant, dio lugar a que los últimos decenios del siglo XIX estuvieran maduros para un entusiasmo al que lo superficial y nebuloso de la ausencia de historia acontecida, tomados ya en sí mismos, sirvieran como signo distintivo de lo verdadero. Heideggeriana: SuperarMetafisica

La devastación de la tierra empieza como proceso querido, pero que en su esencia no es sabido ni se puede saber, un proceso que se da en el tiempo en el que la esencia de la verdad se cerca como certeza en la que lo primero que se asegura a sí mismo es el representar y el producir del hombre. HEGEL concibe este momento de la historia de la Metafísica como aquel en el que la absoluta autoconciencia se convierte en principio del pensar. Heideggeriana: SuperarMetafisica

La falta de Dios y de lo divino es ausencia. Ahora bien, la ausencia no se identifica con la nada sino que es precisamente la presencia de la que primero hay que apropiarse, en la ocultada plenitud de lo sido y de lo así esenciante, de lo divino en el mundo griego, en las profecías judías, en la predicación de Jesús. Este ya-no es de suyo un aún-no del velado advenimiento de su esencia inagotable. La guarda del ser, porque el ser no es nunca sólo lo que justamente es real, no puede en modo alguno equipararse a la función de un puesto de guardia que en un edificio protege de atracadores a unos tesoros guardados allí. La guarda del ser no mira fijamente hacia algo presente. En esto que está presente, tomado en sí mismo, no se puede encontrar nunca la interpelación del ser. Guarda es atención vigilante al sino que a la vez ha sido y está viniendo, desde un largo y siempre renovado estado de atención que presta atención a la indicación de cómo el ser interpela. En el sino del ser no hay nunca una mera sucesión: ahora estructura de emplazamiento, luego mundo y cosa, sino siempre paso y simultaneidad de lo temprano y de lo tardío. En la Fenomenología del Espíritu de HEGEL la aletheia esencia, aunque transformada. Heideggeriana: Coisa1949

Los predicados que el pensar de la Metafísica atribuye desde antiguo al ser, según su última y suprema y por ello acabada figura, Schelling los encuentra en el querer. Sin embargo, la voluntad de este querer no está aquí pensada como capacidad del alma humana. La palabra “querer” es aquí el nombre del ser del ente en su totalidad. Éste es voluntad. Esto nos suena extraño y además lo será mientras sigan siéndonos extraños los pensamientos fundamentales de la Metafísica occidental. Seguirán siéndolo mientras no pensemos estos pensamientos sino que lo único que hagamos sea hablar de ellos. Se puede, por ejemplo, dar cuenta de un modo históricamente exacto, de los enunciados de Leibniz sobre el ser del ente sin que pensemos lo más mínimo de lo que él pensó cuando, a partir de la monada, determinaba el ser del ente como unidad de perceptio y appetitus, como unidad de representar y aspirar, es decir, como voluntad. Lo que piensa Leibniz llega, a través de Kant y Fichte, al habla como voluntad racional, una voluntad sobre la que HEGEL y Schelling, cada uno a su manera, reflexionan. Lo mismo quiere decir Schopenhauer cuando da a su obra fundamental el título “El mundo (no el hombre) como voluntad y representación”. Lo mismo piensa Nietzsche cuando reconoce al ser originario del ente como voluntad de poder. Heideggeriana: NietzscheZaratustra

Pero un avión de pasajeros que está en la pista de despegue no deja de ser un objeto. Sin duda. Podemos representar al avión así, pero entonces éste se oculta en aquello que es y en el modo como es. En cuanto que desocupado, está él en la pista de rodadura sólo como algo en existencias, en la medida en que está solicitado para poner a seguro la posibilidad del transporte. Para ello tiene que ser susceptible de ser solicitado, es decir, estar preparado para el despegue, en toda su estructura, en cada una de las partes que lo componen. [Aquí sería el lugar de dilucidar la definición que da HEGEL de la máquina como un instrumento autónomo. Desde el punto de vista de la herramienta del oficio artesanal, su definición es correcta. Sólo que así la máquina no está pensada precisamente desde la esencia de la técnica a la que ella pertenece. Desde el punto de vista de las existencias, la máquina carece absolutamente de autonomía, porque su puesto lo tiene sólo y exclusivamente desde el solicitar de lo susceptible de ser solicitado.] Heideggeriana: PreguntaTecnica

La referencia histórica a la copertenencia entre forma, idea y Ser no quisiera confundir históricamente respecto a su obra, sino mostrar que sigue siendo natural de la metafísica. Conforme a ésta, todo ente, el cambiante y movido, móvil y movilizado, se representa desde un “Ser en reposo”, y esto también aun allí donde, como en HEGEL y Nietzsche, el “Ser” (la realidad de lo real) es pensado como devenir puro y movilidad absoluta. La forma es “poder metafísico” (El trabajador, págs. 113, 124, 146). [396] Heideggeriana: PreguntaSer

Su escrito Sobre la línea habla del nihilismo como “poder fundamental” (pág. 22); plantea la pregunta por el “valor fundamental” futuro (pág. 51); nombra de nuevo la “forma”, “también la forma del trabajador” (pág. 65). Esta ya no es, si lo veo bien, la única forma, “en la que mora el sosiego” (Ibíd). Usted dice, más bien, (pág. 23) que el ámbito de poder del nihilismo es de una clase tal que allí “falta la aparición principesca del hombre”. ¿O es, quizá, la forma del trabajador aquélla “nueva” en la que todavía se oculta el aparecer principesco? También para el ámbito de la línea cruzada lo importante es “la seguridad”. También ahora sigue siendo el dolor la piedra de toque. Lo “metafísico” impera también en el nuevo ámbito. ¿Habla aquí la palabra fundamental “dolor” todavía desde la misma significación que delimita su tratado Sobre el dolor, en el que la posición de El trabajador se lleva hasta el extremo? ¿Mantiene también lo metafísico más allá de la línea el mismo sentido que en El trabajador, a saber, el de lo “conformable”? ¿O es que ahora ocupa el lugar de la representación de la forma de una esencia humana, como única forma anterior de legitimación de lo real, el “trascender” hacia una [404] “trascendencia” y excelencia de especie no-humana sino divina? ¿Se manifiesta lo teológico imperante en toda metafísica? (Sobre la línea, págs. 26, 31, 33). Cuando usted dice en su escrito El libro del reloj de arena (1954), pág. 106: “En el dolor se prueba la forma”, entonces usted se mantiene, por lo que veo, en la estructura fundamental de su pensar, pero deja que las palabras fundamentales “dolor” y “forma” hablen en un sentido cambiado, pero todavía no propiamente explicado. ¿O me equivoco? Sería aquí el lugar de entrar en su tratado Sobre el dolor y sacar a la luz la conexión interna entre “trabajo” y “dolor”. Esta conexión se muestra en relaciones metafísicas que se le aparecen a usted desde la posición metafísica de su obra El trabajador. Para poder dibujar más claramente las relaciones que sustentan la conexión entre “trabajo” y “dolor”, sería necesario nada menos que repensar el rasgo fundamental de la metafísica de HEGEL, la unidad unitiva de la Fenomenología del Espíritu y de la Ciencia de la Lógica. El rasgo fundamental es la “absoluta negatividad” como “fuerza infinita” de la realidad, es decir, del “concepto existente”. En la misma (no la idéntica) copertenencia para con la negación de la negación manifiestan trabajo y dolor su más íntimo parentesco metafísico. Esa referencia basta ya para indicar qué explicaciones de largo alcance serían aquí exigibles para corresponder a la cosa. Incluso si alguien se atreviera a repensar de nuevo sobre la Lógica de HEGEL las relaciones entre “trabajo”, como el rasgo fundamental del ente, y el “dolor”, entonces se hablaría primero de la palabra griega para dolor, o saber algos. Presumiblemente algos está emparentado con alego, que como intensivo de lego significa el congregar íntimo. Entonces el dolor sería lo congregante en lo más íntimo. El concepto hegeliano de “concepto” y su “esfuerzo” correctamente entendido dicen lo mismo en el suelo cambiado de la metafísica absoluta de la subjetividad. [405] Heideggeriana: PreguntaSer

Según esto, habría que buscar la zona de la línea crítica, es decir, la localidad de la esencia del nihilismo consumado, allí donde la esencia de la metafísica despliega sus posibilidades extremas, y se recoge en ellas. Esto acontece allí donde la voluntad de la voluntad únicamente quiere, es decir, exige, coloca a todo presente sólo en la colocabilidad general y uniforme de su existencia. En cuanto reunión incondicionada de semejante colocar no desaparece el . Irrumpe en una inhospitalidad única. En la desaparición y en la reducción se muestra sólo lo de antiguo presente, que aún no ha capturado la voluntad de la voluntad, sino que ha dejado todavía en la voluntad del espíritu y de su automovimiento total, en el que se mueve el pensar de HEGEL. Heideggeriana: PreguntaSer

Sin embargo, podemos seguir preguntando: ¿Qué es eso que llamamos “árbol”? Con la pregunta formulada ahora llegamos ya a la proximidad del ti estin griego. Es aquella forma del preguntar que desarrollaron Sócrates, Platón y Aristóteles. Preguntan, por ej.: ¿Qué es lo bello? ¿Qué es el conocimiento? ¿Qué es la naturaleza? ¿Qué es el movimiento? Pero ahora debemos observar que en las preguntas recién mencionadas no sólo se busca una delimitación más exacta de lo que es naturaleza, movimiento, belleza, sino que: también al mismo tiempo se da una interpretación de lo que significa el “qué” (”Was”), en qué sentido ha de entenderse el ti. Lo que el qué (Was) significa se lo llama el quid est, ti quid: la quidditas, la Washeit. Sin embargo, la quidditas se la determina de distinta manera en las distintas épocas de la filosofía. Así, por ej., la filosofía de Platón es una peculiar interpretación de lo que significa el ti. Significa, a saber, la idea. Que cuando preguntamos por el ti, por el quid, signifiquemos con ello la “idea”, no es de ningún modo cosa que se comprenda de suyo. Aristóteles da del ti una interpretación distinta de la de Platón. Otra interpretación del ti la da Kant, otra HEGEL. Aquello que en el hilo conductor del ti, del quid, del “qué” se pregunta en cada caso, ha de determinarse cada vez de nuevo. De todos modos, vale lo siguiente: cuando en relación con la filosofía preguntamos: ¿Qué es eso?, entonces preguntamos una pregunta originariamente griega. Heideggeriana: QueFilosofia

Por el momento todavía no es necesario examinar con más precisión qué quiere decir Aristóteles con energeia y en qué medida la ousia se deja determinar por la energeia. Lo único importante es ahora que reparemos en cómo Aristóteles delimita la filosofía en su esencia. Dice en el primer libro de la “Metafísica” (Met. A 2, 982 b 9 sqq) lo siguiente: la filosofía es episteme ton proton archon kai aition theoretike. Se acostumbra traducir episteme por “ciencia” (Wissenschaft). Ello induce a error, porque dejamos demasiado fácilmente que se nos introduzca la representación moderna de “ciencia”. La traducción de episteme por “ciencia” es también errónea si entendemos “ciencia” en el sentido filosófico en que lo entienden Fichte, Schelling y HEGEL. La palabra episteme deriva del participium epistamenos. Así se llama el hombre en tanta es competente y hábil para algo (competencia [Zuständigkeit] en el sentido de appartenance). La filosofía es episteme tis, un modo de competencia, theoretike, que es capaz del theorein, es decir, de buscar algo con la mirada y poner a la vista y mantener en vista esto que aquélla busca con la mirada. La filosofía es por ello episteme theoretike. ¿Pero qué es lo que pone a la vista? Aristóteles lo dice al nombrar las … Se traduce: “los primeros fundamentos (Gründe) y causas” — a saber, del ente. Los primeros fundamentos y causas constituyen así el ser del ente. Ya sería hora, después de dos milenios y medio, de reflexionar qué tiene que ver el ser del ente con eso de “fundamento” y de “causa” Heideggeriana: QueFilosofia

¿Pero en qué reside el telos, la consumación (Vollendung) de la filosofía moderna, caso de que podamos hablar de ello? ¿Este fin (Ende) está determinado (bestimmt) por otro temple de ánimo (Stimmung)? ¿Dónde hemos de buscar la consumación de la filosofía moderna? ¿En HEGEL, o más bien en la última filosofía de Schelling? ¿Y qué pasa con Marx y Nietzsche? ¿Salen ya de la órbita de la filosofía moderna? Si no, ¿cómo ha de determinarse su posición? Parece como si planteásemos sólo preguntas historizantes (historische). Pero en verdad meditamos sobre la esencia futura de la filosofía. Intentamos escuchar la voz (Stimme) del ser. ¿En qué temple de ánimo (Stimmung) pone aquella voz al pensar de hoy? Apenas podrá contestarse unívocamente la pregunta. Presumiblemente impera un temple fundamental de ánimo (Grundstimmung). Pero todavía nos está oculto (verborgen). Ello sería un signo de que nuestro pensar actual todavía no ha encontrado su camino unívoco. Lo que encontramos es sólo esto: diversos temples (Stimmungen) del pensar. Se oponen duda y desesperación por un lado, por otro — ciega obsesión de principios (Prinzipien) no examinados. Temor y angustia se mezclan con esperanza y confianza. A menudo y a lo lejos parece como si el pensar según el modo del representar razonante (räsonnierend) y del calcular estuviera enteramente libre de todo temple de ánimo (Stimmung). Pero también la frialdad del cálculo, también la prosaica sobriedad del planificar son señal de una disposición (Gestimmtheit). No sólo esto; aun la razón, que se dispensa de todo influjo de las pasiones, está acorde (gestimmt), en tanto razón, con la confianza en la evidencia lógico-matemática de sus principios (Prinzipien) y reglas. Heideggeriana: QueFilosofia

Este seminario pretendía comenzar un diálogo con HEGEL. El diálogo con un pensador sólo puede tratar del asunto del pensar. Hemos determinado que “asunto” quiere decir caso de litigio, lo litigioso, lo único que puede constituirse en el caso del pensar. Pero en un caso de litigio, el pensar nunca provoca sin motivo lo litigioso. El asunto del pensar es lo que un litigio tiene en sí mismo de litigioso. Nuestra palabra “Streit” [litigio] (antiguo alto alemán: “strit”), no tiene el sentido particular de una discordia, sino el de un apremio. El asunto del pensar apremia al pensar hasta llevarlo a su asunto y desde éste a sí mismo. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Para HEGEL, el asunto del pensar es el pensar en cuanto tal. A fin de no malinterpretar ni de modo psicológico ni desde la teoría del conocimiento esta delimitación del asunto, esto es, el pensar en cuanto tal, tenemos que añadir, a modo de aclaración, que nos referimos al pensar en cuanto tal — en la plenitud desarrollada de lo que fue pensado sobre lo pensado-. Lo que esto quiere decir aquí, sólo es comprensible desde Kant, a partir de la esencia de lo trascendental, que HEGEL, sin embargo, piensa absoluta, lo que para él quiere decir, especulativa. A esto es a lo que se refiere HEGEL cuando dice que el pensar del pensar en cuanto tal se desarrolla “puro en el elemento del pensar” (Introducción a la Enciclopedia, § 14). Esto quiere decir, si lo nombramos con una denominación concisa aunque difícil de pensar de modo conforme a su asunto, que para HEGEL el asunto del pensar es “el pensamiento”, el cual, desarrollado hasta la máxima libertad de su esencia, es “la idea absoluta”. HEGEL dice de ella, hacia el final de la Ciencia de la lógica (ed. Lass., tomo II, 484): “sólo la idea absoluta es ser, vida imperecedera, verdad que se sabe a sí misma, y toda verdad”. Con ello, HEGEL mismo le da expresamente al asunto de su pensar ese nombre que está por encima de todo el asunto del pensar occidental: el nombre ser. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

(Ya se ha explicado en el seminario el uso vario, y con todo único, de la palabra “ser”. Para HEGEL, ser quiere decir en primer lugar, pero nunca únicamente, la “inmediatez indeterminada”. Aquí, el ser está visto desde la perspectiva de la mediación determinante, es decir, a partir del concepto absoluto, y, por eso mismo, apuntando hacia él. “La verdad del ser es la esencia”, esto es, la reflexión absoluta. La verdad de la esencia es el concepto, en el sentido del saber in-finito que se sabe a sí mismo. El ser es el absoluto pensarse a sí mismo del pensar. Sólo el pensar absoluto es la verdad del ser, “es” ser, y aquí, verdad quiere decir siempre el conocimiento con certeza de sí mismo de lo conocible en cuanto tal.) Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Sin embargo, HEGEL piensa al mismo tiempo el asunto de su pensar, conforme a éste, dentro de un diálogo con la historia ya transcurrida del pensar. HEGEL es el primero que puede y tiene que pensar así. La relación de HEGEL con la historia de la filosofía es de carácter especulativo, y sólo como tal, histórica. El carácter del movimiento de la historia es el de un acontecer en el sentido del proceso dialéctico. HEGEL escribe (Enc. § 14): “Este mismo desarrollo del pensar que es presentado en la historia de la filosofía, se presenta en la propia filosofía, pero liberado de aquella exterioridad histórica, puro en el elemento del pensar”. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Nos quedamos perplejos y paralizados. Según las propias palabras de HEGEL, la filosofía misma, y la historia de la filosofía, deben de encontrarse en una relación de exterioridad. Pero la exterioridad pensada por HEGEL, no es en modo alguno externa en el burdo sentido de lo meramente superficial e indiferente. En nuestro caso, exterioridad significa el dominio exterior en cuyo seno se cobijan toda historia y todo transcurso real frente al movimiento de la idea absoluta. La mencionada exterioridad de la historia respecto a la idea aparece como consecuencia de la autoenajenación de la idea. La propia exterioridad es una determinación dialéctica. Por ello, se permanece muy atrás respecto al auténtico pensamiento de HEGEL, si se mantiene que éste consiguió unificar en la filosofía la representación de tipo histórico y el pensar sistemático. Pues para HEGEL no se trata ni de historia ni de sistema en el sentido de una doctrina. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Pero, ¿qué pretenden estas observaciones acerca de la filosofía y su relación con la historia? Quieren dar a entender que, para HEGEL, el asunto del pensar es histórico en sí mismo, pero en el sentido de un acontecer cuyo carácter de proceso viene determinado por la dialéctica del ser. Para HEGEL, el asunto del pensar es el ser en cuanto pensar que se piensa a sí mismo, que sólo llega a sí mismo por medio del proceso de su desarrollo especulativo, y que, por lo tanto, va recorriendo distintos grados de formas desigualmente desarrolladas desde siempre, y en consecuencia, necesariamente no desarrolladas con anterioridad. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Sólo a partir de esta comprensión del asunto del pensar, surge para HEGEL una máxima genuina que le servirá de medida para el modo y la manera en que dialoga con los pensadores que le precedieron. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Por lo tanto, si pretendemos mantener un diálogo de pensamiento con HEGEL, tendremos que hablar con él, ya no sólo del mismo asunto, sino del mismo asunto y de la misma manera. Sólo que lo mismo no es lo igual. En lo igual desaparece la disparidad. En lo mismo aparece la disparidad. Aparece con tanto más empuje, cuanto con mayor decisión sea reclamado el pensar de la misma manera por el mismo asunto. HEGEL piensa el ser de lo ente de modo especulativo-histórico. Pero desde el momento en que el pensar de HEGEL tiene su lugar dentro de una época de la historia (lo cual no quiere decir en absoluto que pertenezca al pasado), intentaremos pensar de la misma manera, esto es, de modo histórico, el ser pensado por HEGEL. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

El pensar sólo puede permanecer dedicado a su asunto, si con esa permanencia se conforma cada vez más a él, si éste le resulta cada vez más litigioso. De esta manera, el asunto le exige al pensar que mantenga al asunto en el estado que le corresponde, que lo afirme frente al pensar por medio de una correspondencia, llevando el asunto a su resolución. Este pensar que permanece dedicado a su asunto, tiene que aceptar la resolución del ser, si es que este asunto es el ser. Y esto nos obliga en el diálogo con HEGEL y como preliminar a él, a aclarar mejor la mismidad de este mismo asunto, lo cual exige a su vez, según lo ya dicho, sacar a la luz a un tiempo a la disparidad del asunto del pensar y a la disparidad de lo histórico dentro de un diálogo con la historia de la filosofía. Pero tal aclaración habrá de hacerse aquí necesariamente de modo breve y somero. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Tendremos en cuenta tres cosas a fin de explicar la disparidad que reina entre el pensar de HEGEL el intentado por nosotros. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Preguntamos: 1. ¿Cuál es aquí y allá el asunto del pensar? 2. ¿Cuál es aquí y allá la medida para el diálogo con la historia del pensar? 3. ¿Cuál es aquí y allá el carácter de este diálogo? Respecto a la primera pregunta: Para HEGEL, el asunto del pensar es el ser en relación con lo que fue pensado sobre lo ente en el pensar absoluto y en cuanto tal. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Para nosotros, el asunto del pensar es lo mismo, y por lo tanto, el ser, pero el ser desde la perspectiva de su diferencia con lo ente. Digámoslo con más precisión todavía: para HEGEL, el asunto del pensar es el pensamiento como concepto absoluto. Para nosotros, el asunto del pensar — usando un nombre provisional —, es la diferencia en cuanto diferencia. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Respecto a la segunda pregunta: Para HEGEL, la norma que hay que adoptar para el diálogo con la historia de la filosofía, reza así: introducirse en la fuerza y el horizonte de lo pensado por los pensadores anteriores. No fue casual que HEGEL presentase su máxima en el transcurso de un diálogo con Spinoza y antes de un diálogo con Kant (Ciencia de la lógica, III, Lasson, tomo II, pp. 216 ss.). HEGEL encuentra consumado en Spinoza “el punto de vista de la substancia”, que sin embargo, no puede ser el más elevado, porque el ser aún no ha sido pensado desde el fundamento en cuanto pensar que se piensa a sí mismo en la misma medida y de modo tan decidido. El ser, en tanto que substancia y substancialidad, aún no se ha desarrollado como sujeto en su absoluta subjetividad. Con todo, Spinoza vuelve a expresar siempre de nuevo el pensamiento completo del Idealismo alemán, y al mismo tiempo lo contradice, porque hace comenzar el pensar con lo absoluto. Por el contrario, el camino de Kant es otro, y desde el punto de vista del pensar del Idealismo absoluto y de la filosofía en general, mucho más decisivo que el sistema de Spinoza. HEGEL ve en el pensamiento kantiano de la síntesis originaria de la apercepción “uno de los principios más profundos para el desarrollo especulativo” (op. cit., p. 227). HEGEL encuentra la fuerza de los pensadores en lo que pensó cada uno, en la medida en que esto puede ser asumido como un grado correspondiente del pensar absoluto. Y éste sólo es absoluto porque se mueve dentro de su proceso dialéctico-especulativo, para el que requiere la gradación. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Para HEGEL, el diálogo con la historia de la filosofía anterior a él, tiene un carácter de superación, [aufhebung] esto es, de comprensión mediadora en el sentido de la absoluta fundamentación. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Tras esta breve caracterización de la disparidad existente entre el pensar de HEGEL y el nuestro respecto al asunto, la norma, y el carácter de un diálogo con la historia del pensar, intentaremos emprender de forma un poco más clara el diálogo ya comenzado con HEGEL. Esto significa que vamos a intentar dar el paso atrás. La denominación “paso atrás” da lugar a múltiples malentendidos. “Paso atrás” no significa un paso aislado del pensar, sino el modo de movimiento del pensar y un largo camino. En la medida en que el paso atrás determina el carácter de nuestro diálogo con la historia del pensar occidental, conduce en cierto modo al pensar fuera de lo que hasta ahora ha sido pensado en la filosofía. El pensar retrocede ante su asunto, el ser, y con ello, lleva lo pensado a una posición contraria que nos permite contemplar el conjunto de esta historia, al prepararle el ámbito que va a ocupar, y en concreto, desde la perspectiva de lo que se constituye en fuente de todo ese pensar. A diferencia de lo que ocurre en HEGEL, éste no es un problema heredado y ya formulado, sino precisamente lo no preguntado por nadie a lo largo de toda esa historia del pensar. Lo llamaremos, provisional e inevitablemente, con palabras del lenguaje de la tradición. Hablamos de la diferencia entre el ser y lo ente. El paso atrás va desde lo impensado, desde la diferencia en cuanto tal, hasta lo por pensar: el olvido de la diferencia. El olvido que está aquí por pensar es ese velamiento pensado a partir de la lethe (encubrimiento) de la diferencia en cuanto tal, velamiento que se ha sustraído desde el principio. El olvido forma parte de la diferencia, porque ésta le pertenece a aquél. No es que el olvido sólo afecte a la diferencia por lo olvidadizo del pensar humano. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

La diferencia de ente y ser es el ámbito dentro del cual la metafísica, el pensamiento occidental en la totalidad de su esencia, puede ser lo que es. Por ello, el paso atrás va desde la metafísica hasta la esencia de la metafísica. La observación sobre el uso que hace HEGEL de la palabra conductora de múltiples sentidos “ser”, nos permite ver que el discurso sobre el ser y lo ente nunca se puede restringir a una época determinada de la historia de la manifestación del ser. El discurso sobre el ser tampoco entiende nunca este nombre en el sentido de un género dentro de cuya generalidad vacía tuvieran su lugar como casos singulares las doctrinas de lo ente concebidas históricamente. El “ser” habla en todo tiempo de modo destinado, de un modo, por lo tanto, penetrado por la tradición. Pero el paso atrás desde la metafísica hasta su esencia, recaba una duración y una capacidad de resistencia cuya medida desconocemos. Sólo está clara una cosa: el paso precisa de una preparación que debe ser intentada aquí y ahora, pero teniendo presente a lo ente en cuanto tal en su conjunto tal y como es ahora y como empieza a mostrarse cada vez de modo más claro. Lo que es ahora, se encuentra marcado por el dominio de la esencia de la técnica moderna, dominio que se manifiesta ya en todos los campos de la vida por medio de características que pueden recibir distintos nombres tales como funcionalización, perfección, automatización, burocratización e información. De la misma manera que llamamos biología a la representación de lo vivo, la representación y formación de ese ente dominado por la esencia de la técnica puede ser llamada tecnología. La expresión también puede servir para designar a la metafísica de la era atómica. El paso atrás desde la metafísica a la esencia de la metafísica es, visto desde la actualidad y a partir de la idea que nos hemos formado de ella, el paso que va desde la tecnología y la descripción e interpretación tecnológica de la época, a esa esencia de la técnica moderna que todavía está por pensar. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

A fin de ganar por medio de este seminario una visión del conjunto de la metafísica de HEGEL, recurrimos a la explicación del fragmento con el que comienza el primer libro de la Ciencia de la lógica: “La doctrina del ser”. Cada palabra del propio título del fragmento, da ya bastante que pensar. Éste reza así: ¿Cuál debe ser el comienzo de la ciencia? La respuesta de HEGEL a la pregunta, consiste en probar que el comienzo es de “naturaleza especulativa”. Esto quiere decir que el comienzo no es ni algo inmediato ni algo mediado. Ya intentamos enunciar esta naturaleza del comienzo por medio de una frase especulativa: “el comienzo es el resultado”. Según la ambigüedad dialéctica del “es”, esto quiere decir varias cosas. En primer lugar, que el comienzo — tomando a la letra el “resultare” — es el resalto hacia fuera de la consumación del movimiento dialéctico del pensar que se piensa a sí mismo. La consumación de este movimiento, la idea absoluta, es el todo completamente desplegado, la plenitud del ser. El resalto hacia fuera de esta plenitud da lugar al vacío del ser. Con él es con quien tiene que comenzar la ciencia (el saber absoluto que se sabe a sí mismo). El ser es en todas partes comienzo y final del movimiento, y antes que esto, movimiento mismo. El ser se manifiesta como movimiento que da vueltas en torno a sí mismo desde la plenitud a la más extrema enajenación, y desde ésta, hasta la plenitud consumada en sí misma. De este modo, el asunto del pensar es, para HEGEL, el pensar que se piensa a sí mismo en cuanto ser que gira en torno a sí. Dándole una vuelta, no sólo justificada, sino necesaria, la frase especulativa dice así acerca del comienzo: “El resultado es el comienzo”. En realidad, hay que comenzar con el resultado, puesto que el comienzo resulta de él. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Esto expresa lo mismo que la observación introducida por HEGEL (de modo pasajero, hacia el final, y entre paréntesis), en el fragmento sobre el comienzo (Lass., I, 63): “(y sería Dios el que tendría el más indiscutible derecho a que se comenzase por él)”. Según la pregunta que sirve de título al fragmento, se trata aquí del “comienzo de la ciencia”. Si tiene que comenzar por Dios, será la ciencia de Dios: la teología. Este nombre se emplea aquí con su significado tardío, según el cual, la teo-logía es la expresión del pensar representativo acerca de Dios. “Theologos”, “Theologia” significa en primer lugar el decir mítico-poético sobre los dioses, fuera de cualquier relación con alguna doctrina de fe o de una iglesia. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Pasemos a considerar ahora la procedencia de la esencia de la estructura onto-teológica de toda metafísica, dando ese paso. Nos preguntamos: ¿cómo entra el Dios, y de acuerdo con él, la teología, y junto con ella, la característica fundamental onto-teo-lógica, dentro de la metafísica? Planteamos esta pregunta en el marco de un diálogo con toda la historia de la filosofía. Pero al mismo tiempo, preguntamos con la mirada puesta particularmente en HEGEL. Y esto nos conduce a contemplar en primer lugar un asunto singular. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

HEGEL piensa el ser en su más vacía vacuidad, es decir, en lo más general. Al mismo tiempo, piensa el ser en su plenitud totalmente consumada. Y asimismo, llama a la filosofía especulativa, esto es, a la auténtica filosofía, “Ciencia de la lógica” en lugar de onto-teo-logía. Al llamarla así, HEGEL trae a la luz algo decisivo. Desde luego, resultaría muy fácil explicar en dos palabras el nombre “lógica” dado a la metafísica, indicando simplemente que para HEGEL el asunto del pensar es “el pensamiento”, entendiendo esta palabra como singulare tantum. El pensamiento, el pensar, es evidentemente, y según una antigua tradición, el tema de la lógica. No cabe la menor duda. Pero también es indiscutible que HEGEL, fiel a la tradición, encuentra el asunto del pensar en lo ente en cuanto tal y en su conjunto, en el movimiento del ser desde su vacuidad hacia su plenitud desarrollada. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Pero ¿cómo se le puede ocurrir al “ser” presentarse en tanto que “pensamiento”? ¿Y, cómo, sino debido a que el ser está marcado de antemano como fundamento y el pensar, empero, al formar parte integrante del ser, se reúne en el ser en tanto que fundamento a la manera de una profundización y fundamentación? El ser se manifiesta en tanto que pensamiento, lo que quiere decir que el ser de lo ente se desencubre como ese fundamento que yendo hasta el fondo de sí, se fundamenta a sí mismo. El fundamento, la ratio, son según su procedencia esencial, el “logos”, en el sentido del dejar (sub)-yacer unificador: el hen panta. En verdad, según esto, para HEGEL la “ciencia”, o lo que es lo mismo, la metafísica, no es precisamente “lógica” porque la ciencia tenga como tema el pensar, sino porque el asunto del pensar sigue siendo el ser, pero éste, desde el principio de su desencubrimiento en tanto que logos, en tanto que fundamento que funda, reclama al pensar en su calidad de fundamentador. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Estamos entendiendo la palabra “lógica” en el sentido esencial que también se encierra en la denominación empleada por HEGEL, que es el único que la aclara al entenderla como el nombre para ese pensar que profundiza siempre en lo ente como tal y lo fundamenta dentro del todo a partir del ser en cuanto fundamento (logos). La característica fundamental de la metafísica se llama onto-teo-lógica. Con esto estaríamos capacitados para explicar cómo entra el Dios en la filosofía. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

HEGEL cita en cierta ocasión el caso siguiente para caracterizar la generalidad de lo general: alguien desea comprar fruta en una tienda. Pide fruta. Le ofrecen manzanas, peras, melocotones, cerezas y uvas. Pero el comprador rechaza lo ofrecido. Quiere fruta a toda costa. Pero ocurre que, aunque lo que le ofrecen es fruta en cada caso, se hará manifiesto que, sin embargo, no hay fruta que comprar. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

¿Pero no oímos hablar del ser ser en el orden y la consecución históricos del proceso dialéctico que piensa HEGEL? Ciertamente. Pero el ser también se deja ver aquí únicamente bajo la luz que brilló para el pensar de HEGEL, lo que quiere decir que la forma en la que se da el ser se determina siempre ella misma a partir del modo en que éste se da luz a sí mismo. Pero este modo es un modo destinado, es siempre la marca de una época que sólo se nos manifiesta como tal si le damos la libertad de volver a su propio ser pasado. Sólo podemos llegar a la proximidad de lo destinado por medio de una súbita chispa de recuerdo que surge en un instante. Esto también vale para la experiencia que tenemos de la marca que lleva en cada ocasión la diferencia de ser y ente, a la que corresponde en cada caso una interpretación de lo ente como tal. Lo dicho también vale de modo particular para nuestro intento de salir del olvido de la diferencia como tal por medio del paso atrás, y de pensar en ésta como en la resolución entre la sobrevenida desencubridora y la llegada que se encubre a sí misma. Ciertamente, a un oído más atento se le revela que en nuestro discurso acerca de la resolución, ya dejamos que aquello que ha sido tomase la palabra, en la medida en que pensamos en un desencubrir y un encubrir, esto es, en una sobrevenida (trascendencia) y una llegada (presencia). Tal vez mediante esta explicación de que la diferencia de ser y ente se encuentra en la resolución en calidad de preámbulo de su esencia, salga a la luz algo permanente que atraviesa el destino del ser desde el principio hasta su consumación. Pero con todo, sigue siendo difícil decir cómo debe ser pensada esa permanencia, puesto que, ni es algo general que valga para cada caso, ni una ley que garantice la necesidad de un proceso en sentido dialéctico. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

La dificultad se encuentra en el lenguaje. Nuestras lenguas occidentales son, cada una a su modo, lenguas del pensar metafísico. Debe quedar abierta la pregunta acerca de si la esencia de las lenguas occidentales sólo lleva en sí misma una marca metafísica, y por lo tanto definitiva, por medio de la onto-teo-lógica, o si estas lenguas ofrecen otras posibilidades del decir, lo que también significa del no-decir que habla. Ya se nos mostró con demasiada frecuencia durante los ejercicios de seminario, la dificultad a la que queda expuesto el decir que piensa. La pequeña palabra “es”, que toma voz en todas partes dentro de nuestra lengua, y que habla del ser — incluso en donde éste no aparece propiamente —, contiene ya, desde el esti gar einai de Parménides, hasta el “es” de la proposición especulativa de HEGEL y hasta la disolución del “es” en una posición de la voluntad de poder en Nietzsche, todo el destino del ser. Heideggeriana: OntoTeoLogia1957

Así, la fórmula más adecuada del principio de identidad, A es A, no dice sólo que todo A es él mismo lo mismo, sino, más bien, que cada A mismo es consigo mismo lo mismo. En la mismidad yace la relación del “con”, esto es, una mediación, una vinculación, una síntesis: la unión en una unidad. Este es el motivo por el que la identidad aparece a lo largo de la historia del pensamiento occidental con el carácter de unidad. Pero esta unidad no es de ningún modo el vacío inconsistente de lo que, privado en sí mismo de relación, se detiene y persiste en una uniformidad. El pensamiento occidental ha precisado más de dos mil años para que la relación. de lo mismo consigo mismo que reina en la identidad y se anunciaba desde tiempos tempranos, salga decididamente con fuerza a la evidencia como tal mediación, así como para encontrar un lugar a fin de que aparezca la mediación en el interior de la identidad. Pues la filosofía del idealismo especulativo, preparada por Leibniz y Kant, y mediante Fichte, Schelling y HEGEL, fue la primera en fundar un lugar para la esencia en sí misma sintética de la identidad. Tal lugar no puede ser mostrado aquí. Sólo hay que tener en cuenta una cosa: que desde la época del idealismo especulativo, al pensamiento le ha sido vedado representar la unida de la identidad como la mera uniformidad y prescindir de la mediación que reina en la unidad. En donde esto ocurre, la identidad se representa de modo solamente abstracto. Heideggeriana: PrincipioIdentidade

El pensamiento imaginativo y creador que hizo que la “Schatzkaestlein” haya llegado a ser la obra literaria que nosotros admiramos, constituye esta actitud poética que nos hace reconocer a Hebel como el “Amigo de la Casa”. Pero en la “Schatzkaestlein” están al mismo tiempo conservados (aufgehoben) los “Poemas, Alemánicos”, conservados en el triple sentido que ate atribuye a esa palabra (aufheben) uno de los grandes contemporáneos del poeta, el pensador Georg-Wilhelm-Friedrich HEGEL, originario de Suevia. Heideggeriana: HebelAmigo

El título de esta conferencia se puede transformar en una pregunta: La pregunta se expresa así: ¿cómo expone HEGEL la filosofía de los griegos en el horizonte de su propia filosofía? Podríamos responder a esta pregunta considerando históricamente la filosofía de HEGEL desde un punto de vista actual y aclarando al mismo tiempo la relación en que él, por su parte, ve histórica mente la filosofía griega. Esta manera de proceder darla por resultado una investigación histórica sobre conexiones históricas. Semejante propósito se podría justificar y tendría su utilidad. Heideggeriana: HegelGregos

Pero lo que está aquí en juego es algo diferente. El nombre “los griegos” se refiere al comienzo de la filosofía; el nombre “HEGEL”, a su culminación. HEGEL mismo ve su filosofía en el marco de esta ordenación. Heideggeriana: HegelGregos

A través del titulo “HEGEL y los griegos” nos habla la totalidad de la filosofía en su historia. Y esto ocurre ahora, en una época en que la disolución de la filosofía se hace evidente, pues ella emigra hacia la logística, la psicología y la sociología. Estos campos independientes de investigación, como formas de funcionamiento y como instrumentos de éxito del mundo político-económico, es decir del mundo técnico en un sentido esencial, conquistan una importancia siempre creciente y un influjo en múltiples direcciones. Heideggeriana: HegelGregos

Lo siguiente se limita a mostrar una posibilidad en la cual el asunto del pensar se hace visible. Pero ¿ a qué viene el rodeo pasando por HEGEL y los griegos, si de lo que se trata es de llegar al asunto del pensar? Porque necesitamos este camino, que, por cierto, no es en su esencia un rodeo. Pues la tradición conquistada en una experiencia adecuada nos abre el presente, esto es, lo que, de este modo, está en juego. La tradición auténtica no es el remolcador del lastre del pasado. Por el contrario, ella nos libera para lo presente — en el sentido de lo que nos hace frente —, convirtiéndose así en la indicación que nos conduce al asunto del pensar. Heideggeriana: HegelGregos

HEGEL y los griegos — esto suena como: Kant y los griegos, Léibniz y los griegos, la escolástica medieval y los griegos. Suena así, pero es diferente. Pues HEGEL piensa por primera vez la filosofía de los griegos como un todo, y este todo lo piensa filosóficamente. Lo cual es posible porque HEGEL determina la historia de tal manera, que ella, en su rasgo fundamental, tiene que ser filosófica. La historia de la filosofía es para HEGEL el proceso unitario y, por ello, necesario de la marcha del Espíritu hacia sí mismo. La historia de la filosofía no es una serie de opiniones y doctrinas diferentes que se van sucediendo las unas a las otras sin ninguna conexión entre sí. Heideggeriana: HegelGregos

HEGEL dice en la introducción a las Lecciones sobre la historia de la filosofía pronunciadas en Berlín: “La historia que tenemos frente a nosotros es la historia del proceso en que el pensamiento se encuentra a sí mismo” (ed. Hoffmeister 1940, t. I, p.81, nota). “Pues la historia de la filosofía expone sólo la filosofía misma” (Ibídem, p. 235 s.). Según esto, la filosofía como el autodespliegue del Espíritu hacia el saber absoluto y la historia de la filosofía son para HEGEL lo mismo. Ningún filósofo anterior a HEGEL había alcanzado semejante concepción fundamental de la filosofía, la cual hace posible y exige que la filosofía se mueva al mismo tiempo en su historia y que este movimiento sea la filosofía misma. Pero, según una frase de HEGEL en su primera lección dictada aquí en Heidelberg [i], la “meta” de la filosofía es la “verdad” (ib. p. 14). Heideggeriana: HegelGregos

La filosofía en cuanto idéntica con su historia es, como dice HEGEL en una nota al margen en el manuscrito de estas Lecciones, el “reino de la verdad pura — no los hechos de la realidad externa, sino el interno permanecer consigo mismo del Espíritu” (ib. p.6, nota). “La verdad” — esto significa aquí: lo verdadero en su realización pura, la cual expone al mismo tiempo la verdad de lo verdadero, esto es, su esencia. Heideggeriana: HegelGregos

¿Podemos tomar la determinación hegeliana de la meta de la filosofía, que es la verdad, como pista para una meditación sobre el asunto del pensar? Probablemente, pero sólo cuando hayamos esclarecido suficientemente el tema “HEGEL y los griegos”. Es decir, cuando hayamos esclarecido la filosofía en la totalidad de su destino, teniendo a la vista su meta, la verdad. Heideggeriana: HegelGregos

HEGEL dice: “Con él (con Descartes), ingresamos verdadera mente en una filosofía autónoma… Podemos decir que aquí estamos en casa, y, como los navegantes después de una travesía por el mar agitado, podemos gritar: ‘¡Tierra !’” (Obras, XV, 328). HEGEL quiere dar a entender con esta imagen lo siguiente: el “ego cogito sum”, el “yo pienso, yo soy” es el suelo firme, sobre el cual puede establecerse la filosofía verdadera y completamente. En la filosofía de Descartes el ego se convierte en el subjectum regulativo, es decir, en lo subyacente de antemano. Con todo, llega a tomarse posesión de este sujeto en forma adecuada, en forma trascendental y completa en sentido kantiano, es decir, en el sentido del idealismo especulativo, sólo cuando se ha desplegado la estructura total y el movimiento de la subjetividad del sujeto, y cuando se ha elevado dicha subjetividad al autosaberse absoluto. Cuando el sujeto se sabe como este saber que condiciona toda objetividad, es él, en cuanto es dicho saber, idéntico a lo absoluto mismo. El Ser verdadero es el pensar que se piensa en sí mismo de manera absoluta. Para HEGEL, el Ser y el pensar son lo mismo, en el sentido de que todo es recogido en el pensar y determinado como lo que él llama sencillamente el “pensamiento”. Heideggeriana: HegelGregos

La dialéctica es el proceso de la producción de la subjetividad del sujeto absoluto y, como tal, su “actividad necesaria”. De acuerdo con la estructura de la subjetividad, el proceso de producción tiene tres etapas. En primer lugar, el sujeto como conciencia se refiere inmediatamente a sus objetos. Lo representado así, en forma inmediata y, a pesar de ello, indeterminado, lo llama HEGEL también “el Ser”, lo universal, lo abstracto. Pues allí no se tiene en cuenta todavía la relación del objeto con el sujeto. Sólo cuando se establece la relación regresiva del objeto al sujeto, es decir, la reflexión, el objeto es representado en cuanto objeto para el sujeto, y, al mismo tiempo, el sujeto se representa a sí mismo en cuanto referido al objeto. Sin embargo, mientras sólo diferenciemos objeto y sujeto, Ser y reflexión, y mientras persistamos en esta diferenciación, el movimiento del objeto al sujeto no ha hecho todavía visible el todo de la subjetividad para ésta. El objeto, el Ser, ha sido ciertamente mediatizado con el sujeto por medio de la reflexión, pero la mediación misma no ha sido toda representada para el sujeto en cuanto el movimiento interno de éste. Sólo cuando la tesis del objeto y la antítesis del sujeto llegan a ser avistadas en una síntesis necesaria, sólo entonces se pone, en marcha plenamente el movimiento de la subjetividad de la relación objeto-sujeto. Esta marcha comprende: el punto de partida en la tesis, la continuación de la marcha en la antítesis, el paso a la síntesis, y, desde ésta considerada como el todo, el regreso a sí misma de la posición puesta. Esta marcha reúne el todo de la subjetividad en su unidad desplegada. Ella crece unificándose, con-crescit, se hace concreta. De manera que la dialéctica es especulativa. Pues speculari es acechar, avistar, apresar, captar. HEGEL dice en la introducción a la Ciencia de la Lógica (ed. Lasson, t. I, p. 38): La especulación consiste “en la captación de lo contrapuesto en su unidad”. La caracterización que hace HEGEL de la especulación se clarifica, si tenemos en cuenta que ésta no depende sólo de la captación de la unidad, de la fase de la síntesis, sino ante todo y siempre de la captación de lo “contrapuesto” como tal. Para ello, es necesario captar cómo los momentos contrapuestos relucen enfrentándose, y cómo cada uno de ellos irradia en su contrario. Este es el reino de la antítesis, cuya manera de ser se expone en la “Lógica de la esencia” (es decir, en la lógica de la reflexión). De este relucir re-flejante, de este espejear, recibe el speculari (speculum: el espejo) su determinación suficiente. Pensada de este modo, la especulación es el todo positivo de lo que debe significar aquí la “dialéctica”: no una manera de pensar trascendental, limitadora por medio de la critica o hasta polémica, sino el espejeamiento y unión de lo contrapuesto como el proceso de producción del Espíritu mismo. Heideggeriana: HegelGregos

HEGEL llama también la dialéctica especulativa sencillamente “el método”. Con este título no se refiere a un instrumento de la actividad representativa, ni a una manera especial de proceder en la filosofía. “El método” es el movimiento intimo de la subjetividad, “el alma del Ser”, el proceso de producción por medio del cual se teje la trama del todo de la realidad de lo absoluto. “El método”: “el alma del Ser” — esto suena quimérico. Se cree que nuestra época ya ha abandonado semejantes extravíos de la especulación. A pesar de todo, nosotros vivimos en medio de estas supuestas quimeras. Heideggeriana: HegelGregos

La física actual persigue una fórmula que aprese la totalidad del mundo. Con ello se revela que el Ser de lo ente se ha disuelto en el método de la calculabilidad total. El primer trabajo de Descartes, con quien, según la opinión de HEGEL, la filosofía y la ciencia modernas ingresan en un terreno firme, se titula: Discours de la méthode (1637). El método, esto es, la dialéctica especulativa, es para HEGEL el rasgo fundamental de toda realidad. El método, como el movimiento descrito, determina por ello todo acontecer, es decir, la historia. Heideggeriana: HegelGregos

HEGEL dice: “En la filosofía en cuanto tal, en la de ahora, en la última, esta contenido todo lo que ha producido el trabajo de milenios; ella es el resultado de todo lo precedente” (Lecciones sobre la historia de la filosofía, ed. Hoffmeister, t I, p. 118). En el sistema del idealismo especulativo la filosofía ha llegado a su culminación, es decir, en él ha arribado a su cima, y, vista desde allí, es un todo en su plenitud. Uno se irrita con la afirmación de HEGEL sobre la culminación de la filosofía. Se la considera como arrogante y se la caracteriza como un error que la historia se encargó desde hace tiempo de refutar. Pues después de HEGEL siguió existiendo la filosofía, y todavía hay filosofía. Mas la afirmación sobre la culminación de la filosofía no significa que ésta haya llegado a su fin, en el sentido de terminación y cesación. La culminación, por el contrario, proporciona la posibilidad del desarrollo de múltiples formas nuevas, incluyendo las más simples: la reversión brutal y la oposición masiva. Marx y Kierkegaard son los más grandes hegelianos. Y lo son sin quererlo. La culminación de la filosofía no es su terminación, ni se reduce al sistema aislado del idealismo especulativo. La culminación es sólo como la marcha total de la historia de la filosofía, marcha en la cual el comienzo es tan importante como la culminación: HEGEL y los griegos. Heideggeriana: HegelGregos

Ahora bien: ¿cómo se determina la filosofía de los griegos, partiendo del rasgo fundamental especulativo-dialéctico de la historia? El sistema metafísico de HEGEL es la etapa suprema en la marcha de esta historia. Es su síntesis. A ella antecede la etapa de la antítesis, que comienza con Descartes, porque su filosofía pone, por primera vez, el sujeto en cuanto sujeto. Así se hacen los objetos, también por primera vez, representables en cuanto objetos. La relación sujeto-objeto aparece ahora como contra-posición, como antítesis. Toda la filosofía anterior a Descartes se agota, en cambio, en un mero representar lo objetivo. El alma y el espíritu se representan también como objetos, pero no en cuanto objetos. De acuerdo con esto, según HEGEL, el sujeto pensante está aquí por todas partes en acción, pero todavía no se le ha captado conceptualmente en cuanto sujeto; no se le ha captado todavía como aquello en lo cual se funda toda objetividad. HEGEL dice en sus Lecciones sobre la historia de la filosofía: “El hombre (del mundo griego) no había retornado a sí mismo, como ocurre en nuestro tiempo. Era ciertamente sujeto, pero no se había puesto en cuanto tal” (ib. p. 144). La antítesis de sujeto y objeto en la filosofía anterior a Descartes no es todavía el suelo firme. La etapa que precede a la antítesis es la etapa de la tesis. Con ella comienza la filosofía “propiamente dicha”. El despliegue total de este comienzo es la filosofía de los griegos. Lo que interesa a los griegos y pone en marcha la filosofía es, según HEGEL, lo objetivo puro. Lo objetivo puro es la primera “manifestación”, la primera “salida” del espíritu, aquello en que coinciden todos los objetos. Esto es lo que HEGEL llama “lo universal en general”. Lo universal es “lo abstracto”, porque todavía no ha sido referido al sujeto en cuanto sujeto; porque no se le ha apresado en conceptos como lo que es escudriñado y mediatizado por el sujeto, en resumen, porque no ha crecido unificándose, porque no es concreto. “La primera salida es necesariamente lo más abstracto; es lo más simple, lo más pobre, a lo cual se contrapone lo concreto.” HEGEL observa aquí: “y así son los antiguos filósofos los más pobres”. La etapa griega de la “conciencia”, la etapa de la tesis, es “la etapa de la abstracción”. Pero, al mismo tiempo, HEGEL caracteriza “la etapa griega de la conciencia” como la “etapa de la belleza” (Obras, XIII, p. 175). Heideggeriana: HegelGregos

Aquí no cabe describir la forma como HEGEL articula y expone la historia de la filosofía griega desde el punto de vista de la belleza como etapa de la abstracción. En lugar de ello, ofrecemos una indicación rápida sobre la interpretación que da HEGEL de cuatro palabras fundamentales de la filosofía griega. Las cuatro hablan el mismo lenguaje de la palabra conductora “Ser”, einai, eon, oésia. En la filosofía posterior de Occidente y hasta nuestros días, estas palabras hablan siempre de nuevo. Heideggeriana: HegelGregos

En una enumeración y teniendo en cuenta la traducción de HEGEL, las cuatro palabras fundamentales son las siguientes: 1. Hen, das All — el Universo; 2. Logos, die Vernunft — la razón; 3. Idea, der Begriff — el concepto; 4. Energeia, die Wirklichkeit — la actualidad. Hen es la palabra de Parménides. Logos es la palabra de Heráclito. Idea es la palabra de Platón. Energeia es la palabra de Aristóteles. Heideggeriana: HegelGregos

Para entender cómo interpreta HEGEL estas cuatro palabras fundamentales, debemos observar dos cosas. Por una parte, lo decisivo para HEGEL en la interpretación de los filósofos citados, en oposición a lo que roza sólo de pasada. Por otra parte, la manera como HEGEL determina su interpretación de las cuatro palabras fundamentales en el horizonte de la palabra conductora “Ser”. Heideggeriana: HegelGregos

En la introducción a las Lecciones sobre la historia de la filosofía (ed. Hoffmeister, t. I. p. 240), dice HEGEL: “El primer universal es lo universal inmediato, es decir, el Ser. El contenido, el objeto es, por ende, el pensamiento objetivo, el pensamiento que es.” HEGEL quiere decir con esto: el Ser es el ser pensado en forma pura de lo inmediatamente pensado, todavía sin referencia al pensar, el cual piensa lo pensado prescindiendo del escudriñamiento. La determinación de lo pensado en forma pura es la “indetermibilidad”; su escudriñamiento es la inmediatez. El Ser, entendido así, es lo representado como inmediatamente indeterminado en general, pero de tal manera que lo así primeramente pensado no le concede importancia a la ausencia de determinación y mediación, y, por decirlo así, se afana por ignorarla. De aquí resulta claro lo siguiente: el Ser en cuanto la primera objetividad simple de los objetos se piensa desde el fondo de la relación con el sujeto pensante y por medio de la abstracción de éste. Lo que es necesario tener en cuenta para comprender la dirección en la cual HEGEL interpreta la filosofía de los cuatro filósofos mencionados; además, para medir el peso que HEGEL les atribuye a las cuatro palabras fundamentales. Heideggeriana: HegelGregos

La palabra fundamental de Parménides es Hen, lo Uno, lo que unifica todas las cosas y, por ello, lo universal. Parménides explica los semata, los signos por medio de los cuales se muestra el Hen, el extenso fragmento VIII, conocido por HEGEL. Sin embargo, HEGEL no encuentra el “pensamiento capital” de Parménides en Hen, en el Ser como lo universal. Según HEGEL, el pensamiento capital se expresa más bien en la frase que dice: “Ser y pensar son lo mismo”. Pues bien, HEGEL interpreta esta frase en el sentido de que el Ser como “el pensamiento que es” es una producción del pensar. HEGEL ve en la frase de Parménides, una etapa preliminar en el camino hacia Descartes, con cuya filosofía principia la determinación del Ser desde el sujeto puesto conscientemente. Por ello puede decir HEGEL: “Con Parménides comienza el filosofar propiamente dicho… Este comienzo es, naturalmente, turbio e indeterminado” (Obras, XIII, p. 296 s.). Heideggeriana: HegelGregos

La palabra fundamental de Heráclito es logos, la reunión que hace yacer ante el hombre y aparecer como lo ente todo lo que es en su totalidad. logos es el nombre que Heráclito da al Ser de lo ente. Pero la interpretación hegeliana de la filosofía de Heráclito no se orienta precisamente en el logos. Esto de por sí es ya raro; pero es todavía más raro si se piensa que HEGEL cierra la introducción a su interpretación de Heráclito con las siguientes palabras: “No hay una sola proposición de Heráclito que yo no haya incluído en mi Lógica” (ib. p. 328). Sin embargo, para esta “Lógica” de HEGEL el logos, es la razón en el sentido de la subjetividad absoluta, y la “Lógica” misma es la dialéctica especulativa, por medio de cuyo movimiento lo universal inmediato y abstracto, es decir, el Ser, como lo objetivo, es reflejado en la oposición al sujeto, y por medio del cual también esta reflexión se determina como la mediación en el sentido del devenir, en el cual lo opuesto crece juntándose, se hace concreto y alcanza su unidad. La captación de esta unidad es la esencia de la especulación, la cual se despliega como dialéctica. Heideggeriana: HegelGregos

Según el juicio de HEGEL, Heráclito es el primero que reconoce la dialéctica como principio, superando así a Parménides, y siguiendo hacia adelante. HEGEL dice: “El Ser (como lo piensa Parménides) es lo uno, lo primero; lo segundo es el devenir — él (Heráclito) avanzó hacia esta determinación. Esto es lo primeramente concreto, lo absoluto en cuanto la unidad de los contrarios contenidos en él. Con él (Heráclito) se encuentra por primera vez la idea filosófica en su forma especulativa” (ib. p. 328). De manera que HEGEL pone el peso central de su interpretación de Heráclito en las proposiciones donde se habla de lo dialéctico, de la unidad y de la unión de las contradicciones. Heideggeriana: HegelGregos

La palabra fundamental de Platón es Idea. En la interpretación de HEGEL de la filosofía platónica es necesario tener en cuenta que él concibe las ideas como “lo universal determinado en sí” significa: las ideas son pensadas en su recíproca pertenencia; ellas no son solamente protoimágenes en sí, sino “lo ente en sí y para sí mismo” a diferencia de “lo existente sensiblemente” (Obras, XIV, p. 199). “En sí y para sí” aquí hay un devenir hacia sí mismo, es decir, un captarse. De acuerdo con esto, puede decir HEGEL: Las ideas “no están inmediatamente en la conciencia (es decir, como intuiciones), sino que se encuentran (mediatizadas en la conciencia) en el conocer”. “No se las tiene, pues, sino que son producidas por el conocer en el espíritu” (ib. p. 201). Este sacar a luz, producir, es el captar por medio de conceptos en que consiste la actividad del saber absoluto, esto es, “de la ciencia”. Por esto dice HEGEL: “Con Platón comienza la ciencia filosófica en cuanto ciencia” (ib. p. 169). “Lo peculiar de la filosofía platónica es la dirección hacia el mundo intelectual o suprasensible” (ib. 170). Heideggeriana: HegelGregos

La palabra fundamental de Aristóteles es energeia, que HEGEL traduce por “actualidad” (lat. actus). La energeia es, “determinada más precisamente”, la “entelequia (entelexeia), que es en sí el fin y la realización del fin”. La energeia es “la actividad pura desde el fondo de sí misma”. “Sólo la energía, la forma, es la actividad, lo actualizador, la negatividad que se refiere a sí misma” (ib. p. 321). Heideggeriana: HegelGregos

Aquí se piensa igualmente la energeia desde el fondo de la dialéctica especulativa como la actividad pura del sujeto absoluto. Si la tesis es negada por la antítesis; si ésta, a su turno, es negada por la síntesis, en semejante negar impera lo que HEGEL llama la “negatividad que se refiere a sí misma”. Esta no es algo negativo. La negación de la negación es más bien aquella posición en la cual el Espíritu se pone a sí mismo como lo absoluto por medio de su propia actividad. HEGEL ve en la energeia de Aristóteles la etapa preliminar del automovimiento absoluto del Espíritu es decir, de la actualidad en sí y para sí. El alto aprecio de HEGEL por la filosofía aristotélica se ve en las siguientes palabras: “Si se tomara en serio la filosofía, no habría nada más valioso que dictar lecciones sobre Aristóteles” (ib. p. 314). Heideggeriana: HegelGregos

La cosa se pone “seria” en filosofía, según HEGEL, cuando ésta no se pierde en los objetos y en la reflexión subjetiva sobre ellos, sino que se pone en marcha como la actividad del saber absoluto. Heideggeriana: HegelGregos

La explicación de las cuatro palabras fundamentales nos deja ver lo siguiente: HEGEL comprende Hen, logos, idea, energeia en el horizonte del Ser que él concibe como lo universal abstracto. El Ser y lo representado en las palabras fundamentales no está todavía determinado, ni ha sido todavía mediatizado mediante y en el movimiento dialéctico de la subjetividad absoluta. La filosofía de los griegos es la etapa de este “todavía no”. Esta no es todavía la culminación de la filosofía, pero HEGEL la apresa en conceptos desde la cima de esta culminación, la cual se ha determinado como el sistema del idealismo especulativo. Heideggeriana: HegelGregos

Según HEGEL, el Espíritu tiene un “impulso” íntimo, la “necesidad” de liberarse de lo abstracto, absolviéndose en lo concreto de la subjetividad absoluta y libertándose así para sí mismo. De aquí que HEGEL pueda decir: “La filosofía es lo más opuesto a lo abstracto; es justamente la lucha contra lo abstracto; la lucha permanente contra la reflexión del entendimiento” (Lecciones sobre la historia de la filosofía, ed. Hoffmeister, t. I, p. 113). En el mundo griego arriba ciertamente el Espíritu por primera vez a un enfrentamiento libre con el Ser. Pero el Espíritu no arriba todavía propiamente como el sujeto que se sabe a sí mismo a la absoluta certeza de sí mismo. Sólo donde esto ocurre, en el sistema de la metafísica especulativo-dialéctica, llega a ser la filosofía lo que ella es: “lo más sagrado, lo más íntimo del Espíritu mismo” (ib. p. 125). Heideggeriana: HegelGregos

Para HEGEL, la “meta” de la filosofía es la verdad. Esta se alcanza sólo en la etapa de la culminación. La etapa de la filosofía griega se queda en el “todavía no”. Como la etapa de la belleza, no es todavía la etapa de la verdad. Heideggeriana: HegelGregos

Aquí — si contemplamos de un golpe el todo de la historia de la filosofía: “HEGEL y los griegos”, culminación y comienzo — aquí nos tenemos que parar a pensar y preguntamos: ¿no se encuentra ya la aletheia, la verdad, en el comienzo de la filosofía, en Parménides? ¿Por qué no habla HEGEL de ella? ¿Entiende él por verdad algo diferente del no-estar-oculto? Ciertamente. La verdad es para HEGEL la certeza absoluta del sujeto absoluto que se sabe a sí mismo. Para los griegos, de acuerdo con su interpretación, no aparece el sujeto en cuanto sujeto. Por ello no puede ser la aletheia lo determinante de la verdad en el sentido de la certeza. Heideggeriana: HegelGregos

Así están las cosas para HEGEL. Ahora bien, si la aletheia por muy oculta que esté, y por muy poco que se la haya pensado, impera al comienzo de la filosofía griega, entonces tenemos que preguntar: ¿no depende precisamente la certeza, en su esencia, de la aletheia en caso de que no la interpretemos indeterminada y arbitrariamente como verdad en el sentido de certeza, sino como desocultación? Si nos atrevemos a pensar de esta manera la aletheia, tenemos que meditar sobre dos cosas. En primer lugar, la experiencia de la aletheia como el no-estar-oculto y como desocultación no se funda, de ninguna manera, en la etimología de una palabra cualquiera, sino en el asunto sobre el que haya que pensar aquí, al cual ni siquiera la filosofía de HEGEL se puede sustraer. Si HEGEL caracteriza el Ser como la primera salida y la primera manifestación del Espíritu, es necesario pensar si en este salir a la luz y revelarse no tiene que estar ya en juego la desocultación, nada menos que aquí, en medio del puro resplandecer de la belleza, que determina, según HEGEL, la etapa de la “conciencia” griega. Si HEGEL hace culminar la posición fundamental de su sistema en la idea absoluta, en el aparecerse a sí mismo el Espíritu en forma absoluta, tenemos que preguntar si en este aparecer, es decir, en la Fenomenología del Espíritu, y, con ello, en el absoluto saberse a sí mismo y en su certeza, no tiene que estar también en juego la desocultación. En segundo lugar, se nos abre otra pregunta. La pregunta de si la desocultación tiene su puesto en el Espíritu como sujeto absoluto, o si la desocultación misma es el lugar y remite al lugar donde algo así como un sujeto de representaciónes puede “ser” propiamente lo que es. Heideggeriana: HegelGregos

Cuando HEGEL interpreta el Ser, de manera especulativo-dialéctica y desde la subjetividad absoluta, como lo inmediato Indeterminado, como lo universal abstracto; y cuando explica las palabras griegas fundamentales para el Ser Hen, logos, energeia, desde el punto de vista de la filosofía moderna, caemos en la tentación de juzgar semejante interpretación como históricamente inadecuada. Heideggeriana: HegelGregos

En relación con HEGEL y los griegos, lo anterior significa lo siguiente: a todas las afirmaciones históricas adecuadas o inadecuadas antecede el hecho de que HEGEL ha tenido una experiencia de la esencia de la historia desde el fondo del Ser en el sentido de la subjetividad absoluta. Hasta ahora no ha habido ninguna experiencia de la historia que, mirada filosóficamente, pueda corresponder a la nombrada. Pero la determinación especulativo-dialéctica de la historia trae consigo el que HEGEL no pueda avistar en sentido propio la aletheia y su imperio como el asunto del pensar. Y esto ocurre justamente en una filosofía que determina “el reino de la verdad pura” como la “meta” de la filosofía. Pues al concebir el Ser como lo inmediato indeterminado, la experiencia que HEGEL tiene de él se lo revela como lo puesto por el sujeto determinante y cognoscente. Por ello no puede desasir el Ser en sentido griego, el einai, de la relación con el sujeto y dejarlo libre en su propia esencia. Esta es la pre-sencia, es decir, el esenciar frente al hombre surgiendo del estar-oculto e ingresando en el no-estar-oculto. En la pre-sencia está en acción la desocultación; también está en acción en el “En y en el logos, esto es, en el hacer yacer frente al hombre, hacer que unifica y reúne; es decir, en el hacer esenciar frente al hombre. La aletheia está en acción en la idea y en la koinonia de las ideas, en cuanto éstas se sacan recíprocamente a la luz, constituyendo así el Ser-siendo (das Seiendsein). La aletheia está en acción en la energeia, la cual no tiene nada que ver con actus y actividad, sino sólo con el ergon en el sentido de la experiencia que de él tienen los griegos, y con su pro-ducción e incorporación a la pre-sencia. Heideggeriana: HegelGregos

HEGEL y los griegos” — parece que, entretanto, nos hubiéramos desviado del tema, para discutir cosas extrañas. Sin embargo, ahora estamos más cerca de él que nunca. Heideggeriana: HegelGregos

HEGEL determina la filosofía de los griegos como el comienzo de la “filosofía propiamente dicha”. Esta filosofía, como la etapa de la tesis y de la abstracción, se queda, sin embargo, en un “todavía no”. Le falta la culminación en la antítesis y en la síntesis. Heideggeriana: HegelGregos

HEGEL dice de la filosofía de los griegos: “En ella sólo hasta cierto límite se puede encontrar una satisfacción”, es decir, la satisfacción del impulso del Espíritu hacia la certeza absoluta. Este juicio de HEGEL sobre lo insatisfactorio de la filosofía griega se pronuncia desde la culminación de la filosofía. La filosofía de los griegos permanece dentro del horizonte del idealismo especulativo en el “todavía no” de la culminación. Heideggeriana: HegelGregos

De acuerdo con esto, la interpretación sistemática del ser del ente, es decir, de la objetividad del objeto de la experiencia, sólo puede realizarse por principios. En estas circunstancias está puesto el fundamento para que por medio de HEGEL, por el camino que pasa por Fichte y Schelling, “la ciencia de la lógica” se convierta en dialéctica, en un movimiento de principios que gira en sí mismo, que es él mismo la absolutez del ser. Kant introduce la “Representación sistemática de todos los principios sintéticos” del entendimiento puro con la frase siguiente: (A 158-159, B 197-198): “Que haya en general principios es atribuible únicamente al entendimiento puro, que no es sólo la facultad de las reglas con respecto a lo que sucede, sino aun la fuente de los principios, según la cual todo (lo que se nos puede presentar como objeto) está necesariamente bajo reglas, porque sin ellas nunca podría convenir a los fenómenos el conocimiento de un objeto correspondiente”. Heideggeriana: KantSer

Con alguna mayor nitidez podría mostrarse el “Se da”, si nos disponemos a seguir más decididamente con el pensamiento las trazas del aquí mencionado dar. Ello se logra si dirigimos nuestra atención a la riqueza de transformaciones de lo que harto indeterminadamente es denominado el ser, al que se desconoce a la vez en lo que tiene de más propio mientras se lo tenga por el más vacío de todos los conceptos vacíos. Esta representación del ser como lo puramente abstracto tampoco es todavía en principio abandonada, sino sólo confirmada, si el ser como lo puramente abstracto es conservado y superado en lo puramente concreto de la realidad del espíritu absoluto, lo cual ha alcanzado su culminación en el más potente pensar de los tiempos modernos, en la dialéctica especulativa de HEGEL, quien así lo expone en su Ciencia de la Lógica. Heideggeriana: TempoYSer

Si Platón se representa al ser como idea y como koinonia de las ideas, Aristóteles como energeia, Kant como posición, HEGEL como el concepto absoluto, Nietzsche como voluntad de poder, no son éstas doctrinas producidas al azar, sino palabras del ser como respuestas a una apelación que habla en el destinar que se oculta a sí mismo, en el “Se da el ser”. En cada caso retenido en la destinación que se retira, el ser con su plenitud de transformaciones es desocultado al pensar. En la tradición de las épocas del destino-del-ser queda atado el pensar, y también cuando, y precisamente cuando, cobra memoria de cómo y de dónde recibe en cada caso el ser mismo la determinación que le es propia, a saber, desde el: Se da el ser. El dar se mostró como destinar. Heideggeriana: TempoYSer

En este seminario fue menester dar por supuesto el conocimiento y la experiencia de la historia de la metafísica, pues no se disponía de la oportunidad de hacer referencia explícita de los nexos históricos ni de las posiciones metafísicas particulares. La única excepción fue HEGEL, al que se trató con detención y propiedad, y ello por el hecho, digno de nota, de que, cada vez más y de las más distintas maneras, el pensar de Heidegger ha sido comparado con el hegeliano. Aun cuando HEGEL se encuentra en cierta manera más alejado, según la cosa, de la empresa heideggeriana que toda otra posición metafísica, se nos impone casi irresistiblemente, sin embargo, la apariencia de una identidad, y por ende la posibilidad de comparar ambas posiciones. ¿En qué medida? ¿Qué significa el despliegue especulativo del ser (qua “objeto”) en el ser (qua “concepto”)? ¿Cómo se mantiene aquí el “ser” como “presencia”? ¿Por qué guarda con él correspondencia el “pensamiento” como dialéctica especulativa? Así pues, al dirigir retrospectivamente nuestra mirada a la dilucidación hegeliana del ser con la intención de ver más claro el camino propio de Heidegger y de comprender el pensar de éste, se hace perentorio trazar una línea de demarcación respecto de HEGEL que no se limite a negar que ambos pensamientos son semejantes, sino que busque alumbrar la razón de que así nos lo parezca. Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer

Desde el modo metafísico de pensar, todo el camino de la conferencia, y esto quiere decir la determinación del ser desde el acaecimiento apropiador, pudiera ser interpretado como retroceso al fundamento, al origen. La relación de acaecimiento apropiador y ser sería entonces la relación del a priori con el a posteriori, donde por a priori no hay que entender tan sólo el a priori del saber y para el saber que ha llegado a ser dominante en la filosofía de los tiempos modernos. Se trataba, por tanto, de un nexo de fundamentación que, visto desde HEGEL, se deja determinar más de cerca como revocación y superación del ser en el acaecimiento apropiador. Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer

De entrada, no cabe negar una cercanía y una chocante analogía entre Heidegger y HEGEL. De ahí que domine ampliamente en Francia la impresión de que el pensamiento de Heidegger sea una reformulación — como profundización y ampliación — de la filosofía de HEGEL, de análoga manera a como representa Leibniz una reformulación de Descartes o HEGEL de Kant. Si el pensar de Heidegger fuese visto fundamentalmente desde semejante perspectiva, entonces es innegable que cabría encontrar correspondencias inequívocas entre todos los aspectos de ese pensar y los de la filosofía de HEGEL. Tales correspondencias permiten casi montar una tabla de concordancias y certificar así que Heidegger dice aproximadamente lo mismo que HEGEL. Pero toda esta manera de ver da por supuesto que haya una filosofía de Heidegger. Si ello así no fuera, entonces toda comparación adolecería de falta de base que la hiciese posible, sin que esto quiera, empero, decir que la imposibilidad de comparación sea equivalente a la ausencia de relación. Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer

En la segunda parte de la ponencia fueron mencionados algunos de los más groseros malentendidos que encontró en Francia el pensar de Heidegger. En la Lógica de HEGEL el ser como lo inmediato es mediado en la esencia como la verdad del ser. ¿Es este camino del ser a la esencia y de la esencia al concepto, es este camino a la verdad del ser, inicialmente introducido como lo inmediato, el mismo que la cuestión del ser desarrollada en Ser y tiempo, o en todo caso comparable con ella? ¿Dónde puede establecerse la diferencia fundamental? Desde la perspectiva de HEGEL pudiera decirse: Ser y tiempo queda estancado en el ser, no lo desarrolla en “concepto” (una afirmación, que se mantiene externamente en la terminología de HEGEL: ser-esencia-concepto). Recíprocamente, desde Ser y tiempo y por relación al pensar de HEGEL, habría que plantear al punto la pregunta: ¿Cómo llegó HEGEL a colocar inicialmente al ser como lo inmediato indeterminado y ponerlo así globalmente en relación con la determinación y mediación? (cfr. Heidegger, Wegmarken [Jalones del camino], 1967, pp. 225 ss., “HEGEL y los griegos”). Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer

Esta última pregunta dio ocasión a un excursus sobre el inaclarado problema del origen de la negatividad hegeliana. ¿Se basa la “negatividad” de la lógica hegeliana en la estructura de la consciencia absoluta o es a la inversa? ¿Es la reflexión especulativa el fundamento de la negatividad que, según HEGEL, pertenece al ser, o es también esta negatividad el fundamento del carácter absoluto de la consciencia? Si se repara en que HEGEL trabaja en la Fenomenología con dualismos originarios, que sólo posteriormente (desde la Lógica) son armonizados, y si se trae a colación el concepto de la vida, tal y como es elaborado en los escritos juveniles de HEGEL, la negatividad de lo negativo no parece ser reducible a la estructura reflexiva de la consciencia, aun cuando no debe perderse de vista, por otra parte, que el moderno punto de vista impulsor de la consciencia ha contribuido muy considerablemente al despliegue de la negatividad. La negación podría más bien guardar conexión con el pensamiento de la escisión y, por tanto (visto desde la cosa), remontarse a Heráclito (diapheron). Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer

La diferencia a propósito de la determinación del ser se estableció en los dos puntos siguientes: 1. Aquello desde donde determina para HEGEL el ser en su verdad, está para la filosofía fuera de cuestión, y ello, ciertamente, porque la identidad de ser y pensar es realmente para HEGEL una igualdad. Por tanto, no se llega, ni puede llegarse, en HEGEL a ninguna cuestión del ser. 2. Partiendo de la conferencia, en la que se muestra que el ser es a-propiado en la a-propiación del acaecimiento apropiador, pudiera intentarse comparar a éste, como lo último y supremo, con lo Absoluto de HEGEL. Mas entonces, tras esta apariencia de identidad, se debiera antes preguntar: ¿cómo se comporta, en HEGEL, el hombre con lo Absoluto? Y: ¿De qué tipo es la relación del hombre con el acaecimiento apropiador? Se mostraría al respecto una diferencia infranqueable. En la medida en que para HEGEL el hombre es el lugar del ad-venir-a-sí-mismo de lo Absoluto, esto conduce a la cancelación de la finitud del hombre. En Heidegger, por el contrario, se torna precisamente visible de suyo la finitud — y ciertamente no sólo la del hombre, sino la del acaecimiento apropiador-. Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer

La discusión sobre HEGEL dio ocasión de volver a aludir a la pregunta de si la entrada en el acaecimiento apropiador significa el fin de la historia del ser. Ahí parece hallarse una analogía con HEGEL, a la que hay que ver, empero, sobre el trasfondo de la diferencia fundamental. La tesis de que sólo puede hablarse de un final de la historia allí donde domina — como es el caso de HEGEL — una efectiva identificación de ser y pensar, es una tesis cuya legitimidad resta por demostrar. En todo caso el fin de la historia del ser en el sentido de Heidegger es algo distinto. El acaecimiento apropiador alberga posibilidades de desocultamiento que el pensar no puede agotar, y en este sentido no cabe ciertamente decir que con la entrada del pensar en el acaecimiento apropiador “se pone freno” a las destinaciones. Mas resta, empero, por meditar si tras esa entrada puede hablarse todavía de ser y, por ende, de historia del ser, siempre que ésta sea entendida como historia de las destinaciones, en las que se oculta el acaecimiento apropiador. Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer

En esta sesión fue nuevamente abordado el discurso, iniciado en una sesión anterior, en torno a modelos ónticos — por ejemplo, el ofrecer, el don, etc., como procesos ónticos en el tiempo-. Un pensar que piensa en modelos no debe ser inmediatamente caracterizado por ello como un pensar técnico, porque no hay que entender aquí modelo en el sentido técnico, como réplica o proyecto de algo a escala reducida. Modelo es más bien aquello de lo cual el pensar ha necesariamente menester de desembarazarse como de una presuposición natural, de manera tal que este “aquello de lo cual” sea a la par el “aquello mediante lo cual” se desembaraza. En la necesidad de usar modelos, el pensar coincide con el lenguaje. El lenguaje del pensar sólo puede partir del lenguaje natural. Pero éste está, en el fondo, determinado por la historia de la metafísica. En él está ya dada de antemano — al modo de lo evidente de suyo — una interpretación. Desde esta perspectiva, sólo se da para el pensar la posibilidad de buscar modelos a utilizar y consumar así el tránsito a lo especulativo. Como ejemplos de contenidos temáticos pensados a partir de modelos se nombraron: 1) la proposición especulativa en HEGEL, que es desarrollada tomando por modelo la proposición ordinaria y ciertamente de manera que ésta libra el modelo a utilizar para la proposición especulativa; 2) el modo de movimiento del noein, tal y como es dilucidado en Las Leyes de Platón, a saber, tomando por modelo el automovimiento de los seres vivos. Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer

La sexta y última sesión comenzó atendiendo a algunas preguntas anteriormente planteadas. Concernían al sentido que reside en las palabras “transformación”, “transmutación” cuando se habla de la plenitud de transformaciones del ser. Transformación, transmutación son palabras primeramente dichas dentro de la metafísica y para la metafísica, y significan entonces las cambiantes figuras en las que se muestra histórico-epocalmente el ser. La pregunta rezaba: ¿Por virtud de qué es determinada la secuencia de las épocas? ¿De dónde toma su determinación esta libre sucesión? ¿Por qué es la sucesión precisamente esta sucesión? Ello invita a pensar en la historia hegeliana del “pensamiento”. Para HEGEL campea en la historia la necesidad, que es a la par libertad. Ambas son para él una sola cosa en y por la marcha dialéctica, por cuanto ésta es la esencia del espíritu. En Heidegger, por el contrario, no se puede hablar de un “porqué”. Lo único que puede decirse es “el hecho de que” — el que así sea la historia del ser-. Por eso se citó en la conferencia “El principio del fundamento” el adagio de Goethe: Wie? Wann? und Wo? — Die Götter bleiben stumm! Du halte dich ans Weil und frage nicht Warum? [¿Cómo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¡Mudos permanecen los dioses! Tú mantente en el en tanto y no preguntes ¿Por qué?] Heideggeriana: ProtocoloTempoYSer

¿Qué significa la expresión “final de la Filosofía” ? Con demasiada facilidad, entendemos el final de algo en sentido negativo: como el mero cesar, la detención de un proceso, e incluso, como decadencia e incapacidad. La expresión “final de la Filosofa” significa, por el contrario, el acabamiento [Vollendung] de la metafísica. Ahora bien, acabamiento no quiere decir perfección, en cuyo caso la Filosofía, a su término, tendría que haber alcanzado la máxima perfección. Nos falta, no sólo la medida que permita evaluar la perfección de una época de la metafísica con respecto a otra: es que no hay derecho a hacer este tipo de apreciaciones. El pensamiento de Platón no es más perfecto que el de Parménides. La filosofía de HEGEL no es más perfecta que la kantiana. Cada época de la Filosofía tiene su propia necesidad. Hemos de reconocer, simplemente, que una filosofía es como es. No nos corresponde a nosotros el preferir una a la otra, lo que sí se puede hacer cuando se trata de diferentes “Weltanschauungen”. Heideggeriana: TarefaPensar

En la época más reciente, y por sí misma, la Filosofía ha llamado expresamente al pensar “Zur Sache selbst” [A la cosa misma]. Mencionaremos dos casos a los que hoy día se concede una especial atención. Escuchamos esa llamada “ a la cosa misma” en el prefacio que HEGEL colocó al comienzo de su obra, aparecida en 1807, y que lleva por título Sistema de la ciencia. Parte primera: La Fenomenología del Espíritu. Este prefacio no es el prólogo a la Fenomenología, sino al Sistema de la Ciencia, a la totalidad de la Filosofía. La llamada “a la cosa misma” vale finalmente, y esto quiere decir en lo que se refiere a la cosa [der Sache nach], en primer lugar, para la Ciencia de la Lógica. Heideggeriana: TarefaPensar

Ninguno de los dos es la totalidad real de la Filosofía. La totalidad se muestra, en primer lugar y tan sólo, en su devenir; lo que sucede en la exposición desarrollada de la “cosa”. en la exposición se identifican tema y método. Identidad que en HEGEL se llama “Idea” [Gedanke]. La “cosa” de la Filosofía aparece con ella “en sí misma”. Sin embargo, esta cosa es determinada históricamente [geschichtlich] como la “subjetividad”. Con el ego cogito cartesiano — dice HEGEL —, la Filosofía pisa por primera vez tierra firme, en la que puede estar en casa. Si con el ego cogito — como subjectum por excelencia — se alcanza el fundamentum absolutum, esto quiere decir entonces que el sujeto es el hypokeimenon trasladado a la conciencia, lo verdaderamente presente, que en el lenguaje tradicional, y de una forma bastante imprecisa, se llama substancia. Heideggeriana: TarefaPensar

Cuando HEGEL explica en el prefacio (ed. Hoffmeister, p. 19) que “lo verdadero [de la Filosofía] no se puede captar ni expresar como substancia, sino como sujeto”, esto quiere decir que el Ser del ente, la presencia de lo presente, sólo se patentiza — y, en consecuencia, alcanza la plenitud de la presencia —, si se hace presente para sí y como tal, en la Idea absoluta. Ahora bien, a partir de Descartes, “idea” quiere decir perceptio. El devenir del Ser hacia sí mismo tiene lugar en la dialéctica especulativa, y el movimiento del pensamiento, el método, es justamente la “cosa misma”. La llamada “a la cosa misma” exige el método de la Filosofía adecuado a la cosa. Heideggeriana: TarefaPensar

Cien años más tarde, se escucha de nuevo la llamada “a la cosa misma” en el ensayo de Husserl La Filosofía como ciencia estricta. Aparece en el primer tomo de la revista Logos en el año 1910-1911 (pp. 289 ss.). La llamada tiene, nuevamente, sobre todo el sentido de un poner en guardia. Pero, en este caso, apunta en una dirección distinta a la de HEGEL: se refiere a la psicología naturalista, que pretende ser el verdadero método científico para investigar la conciencia. La razón está en que ese método cierra, de entrada, el acceso a los fenómenos de la conciencia intencional. La llamada “a la cosa misma” se dirige también contra el historicismo, que se pierde en discusiones sobre los diferentes puntos de vista de la Filosofía, y en clasificar los tipos de “Weltanschau-ungen” filosóficas. A este propósito dice Husserl, subrayándolo (op. cit., p. 34): El impulso de la investigación tiene que partir, no de las Filosofías, sino de las cosas y de los problemas. Heideggeriana: TarefaPensar

¿Y cuál es la “cosa” de la investigación filosófica? Siguiendo la misma tradición, ésta es tanto para Husserl como para HEGEL, la subjetividad de la conciencia. Las Meditaciones cartesianas fueron para Husserl, no sólo el tema de las conferencias pronunciadas en París, en febrero de 1929, sino que, desde la etapa posterior a las Investigaciones lógicas, su espíritu acompañó hasta el final la marcha apasionada de sus investigaciones filosóficas. La llamada “a la cosa misma”, tanto en su sentido positivo como en el negativo, sirve para garantizar y elaborar el método; sirve de procedimiento filosófico, el único con el que la cosa misma llega a darse legítimamente. Para Husserl, el “principio de todos los principios” no es, en primer lugar, un principio de contenido, sino metodológico. En su obra Ideas para una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, publicada en 1913, Husserl dedicó todo un parágrafo (§ 24) a la determinación del “principio de todos los principios”. Husserl dice (op. cit., p. 44) que con este principio “ninguna teoría imaginable puede inducirnos a error”. Heideggeriana: TarefaPensar

Elegimos como guía la explicación de la llamada “a la cosa misma”. Debía encaminarnos a determinar la tarea del pensamiento al final de la Filosofía. ¿Dónde hemos llegado? A comprender que, para la llamada “a la cosa misma”, ya está establecido de antemano lo que concierne a la Filosofía como su “cosa”. Desde el punto de vista de HEGEL y de Husserl — y no sólo para ellos —, la “cosa” de la Filosofía es la subjetividad. Para la llamada, lo polémico no es la “cosa” en cuanto tal, sino su exposición, a través de la cual la “cosa” misma se hace presente. La dialéctica especulativa de HEGEL es el movimiento en el que la “cosa”, como tal, llega a sí misma, a su correspondiente presencia. El método de Husserl debe llegar a la “cosa”, a su dación originaria, de una forma definitivamente válida, es decir, a presentarse ella misma. Heideggeriana: TarefaPensar

Sin embargo, ¿qué es lo que queda por pensar en la “cosa” de la Filosofía, como también en su método? La dialéctica especulativa es una de las formas en que la “cosa” de la Filosofía — desde sí y para sí misma — aparece, haciéndose así presente. Este aparecer tiene lugar, necesariamente, en una claridad [Helle]. Lo que aparece sólo puede mostrarse, aparecer, a través de ella. Por su parte, la claridad se basa en lo abierto y libre, que puede alumbrar aquí y allá, en uno u otro momento. La claridad juega en lo abierto y lucha allí con lo oscuro. Dondequiera que algo presente sale al encuentro de otro o permanece tan sólo frente a frente — e incluso donde, como HEGEL, uno se refleja especulativamente en el otro —, allí reina ya la apertura, un espacio libre está en juego. Y sólo esta apertura le permite también a la marcha del pensamiento especulativo pasar a través de lo que piensa. Heideggeriana: TarefaPensar

En cualquier caso, está claro que la pregunta por la aletheia, por el no-ocultamiento en cuanto tal, no es la pregunta por la verdad. Por eso, no era adecuado para la “cosa” e inducía a error, el llamar a la aletheia, en el sentido de Lichtung, verdad. El hablar de la “verdad del Ser” tiene en la Ciencia de la Lógica su legítimo sentido, ya que verdad significa aquí la certeza del saber absoluto. Pero HEGEL, como tampoco Husserl y toda metafísica, no pregunta por el Ser en tanto que Ser, es decir, no se plantea la pregunta: ¿en qué medida puede darse la presencia como tal? Sólo se da si impera la Lichtung. Es cierto que se la nombra con la aletheia, el no-ocultamiento, pero no se la piensa como tal. Heideggeriana: TarefaPensar

En la marcha de la historia de la filosofía se transforman la experiencia y la interpretación de la presencia de lo presente. El final de la filosofía se ha alcanzado cuando esta transformación se cumple en su última posibilidad. La historia de esta transformación y de su consumación no fue reconocida hasta entonces, porque se ponía al pensamiento griego bajo las representaciones modernas. El ejemplo clásico de este proceder sigue siendo la interpretación que da HEGEL de la Historia de la Filosofía. Heideggeriana: AssuntoPensar

Mediante este paso atrás la filosofía ni es abandonada, ni mucho menos es llevada a desaparecer como la memoria del hombre que piensa. Este peligro amenaza ante todo en una medida que aumenta constantemente del lado de las ciencias y de su organización cibernética dentro de la civilización mundial ya instaurada. El todo de la filosofía y de su historia en su consumación, no obstante, tampoco va a ser superado mediante el paso atrás, en el sentido del proceso histórico dialéctico pensado por HEGEL. Mediante el paso atrás resulta mucho más la posibilidad de transferir (übereignen) propiamente recién a la filosofía para lo suyo propio. Así alcanza ella una permanencia inicial que ya deja preparado el reino de lo ya pensado, para una otra discusión con ella. Heideggeriana: AssuntoPensar

SPIEGEL: En otros tiempos — y no sólo en otros — se ha pensado que de todos modos la filosofía actúa indirectamente con frecuencia, directamente rara vez, pero que podría actuar indirectamente muchas veces, que ha ayudado a que irrumpan nuevas corrientes. Si se piensa, tan sólo entre los alemanes, en los grandes nombres de Kant, HEGEL, hasta Nietzsche, por no mencionar a Marx, puede comprobarse cómo, mediante rodeos, la filosofía ha tenido un enorme efecto. ¿Cree Vd. que este efecto de la filosofía ha terminado? Y cuando Vd. dice que la filosofía ha muerto, que ya no existe, ¿se incluye en ello la idea de que este efecto de la filosofía, aunque alguna vez se dio, hoy ya no se da? HEIDEGGER: Lo acabo de decir: mediante otro pensamiento es posible un efecto indirecto, pero ninguno directo, como si el pensamiento pudiera ser la causa de un cambio del estado de cosas del mundo. Heideggeriana: DerSpiegel

SPIEGEL: Hemos nombrado ya a Kant, HEGEL y Marx como grandes incitadores. Pero también de Leibniz han partido impulsos para el desarrollo de la física moderna y, con ello, para el surgimiento del mundo moderno. Creemos — lo ha dicho antes — que Vd. no cuenta ya hoy con tales efectos. HEIDEGGER: En el sentido de la filosofía, ya no. El papel que la filosofía ha tenido hasta ahora lo han asumido hoy las ciencias. Para esclarecer suficientemente el “efecto” del pensamiento tendríamos que dilucidar más detenidamente qué significan aquí efecto y acción de producir. Sería necesario distinguir cuidadosamente entre ocasión, impulso, fomento, ayuda, impedimento y cooperación. Pero sólo lograremos la dimensión adecuada para estas distinciones cuando hayamos dilucidado suficientemente el principio de razón. La filosofía se disuelve en ciencias particulares: la psicología, la lógica, la politología. SPIEGEL: ¿Y quién ocupa ahora el puesto de la filosofía? HEIDEGGER: La cibernética. SPIEGEL: ¿O la devoción, que se mantiene abierta? HEIDEGGER: Pero eso ya no es filosofía. SPIEGEL: ¿Qué es entonces? HEIDEGGER: Yo lo llamo el otro pensar. SPIEGEL: Vd. lo llama el otro pensar. ¿Podría formularlo un poco más claramente? HEIDEGGER: ¿Ha pensado Vd. en la frase con la que acaba mi conferencia “La cuestión de la técnica”: “Preguntar es la devoción del pensamiento”?. SPIEGEL: Hemos encontrado en el curso sobre Nietzsche una frase iluminadora. Dice Vd.: “Como en el pensamiento filosófico domina la más alta vinculación posible, por ello todos los grandes pensadores piensan lo mismo. Pero este “lo mismo” es tan fundamental y rico que nunca un individuo lo agota, sino que cada uno se vincula a los otros cada vez más rigurosamente”. Sin embargo, precisamente este edificio filosófico parece, en su opinión, haber llegado a su fin. HEIDEGGER: Ha llegado a su fin, pero no ha desaparecido, sino que se hace presente de nuevo en el diálogo. Todo mi trabajo en los cursos y seminarios de los últimos treinta años sólo ha sido, en lo fundamental, interpretación de la filosofía occidental. El retorno a las bases históricas del pensamiento, repensar las cuestiones todavía no cuestionadas desde la filosofía griega, no es disolver la tradición. Pero sí afirmo: el modo de pensar de la metafísica tradicional, que ha acabado con Nietzsche, no ofrece ya posibilidad alguna de experimentar con el pensamiento la era técnica que ahora comienza. Heideggeriana: DerSpiegel

En HEGEL, la filosofía griega es interpretada como “bloss objektiv” (pura y simplemente objetiva), lo que es la interpretación moderna y hegeliana de lo que la filosofía griega era verdaderamente. Lo que HEGEL quiere decir, en efecto, es que los griegos no han pensado aún lo subjetivo como mediación y como corazón de la objetividad. Al decir, de este modo, algo que corresponde en parte al pensamiento griego, HEGEL se bloquea no obstante completamente el acceso al sentido griego del ente, puesto que lo que esta interpretación hegeliana supone es que la filosofía griega no ha llegado a pensar la mediación dialéctica, es decir, no ha pensado la conciencia como llave de la fenomenalización de los fenómenos. Si piensa así — y así piensa — HEGEL se cierra definitivamente el paso a la experiencia griega del ente como fenómeno. Heideggeriana: SeminarioThor1969

¿Qué ocurre entre los griegos y HEGEL? El pensamiento de Descartes. Con él, dice HEGEL, el pensamiento alcanza por vez primera “ein fester Boden”, un suelo firme. En realidad, lo que Descartes hace es determinar el suelo por la firmeza — pues no lo deja más ser un suelo como él es por sí mismo. En realidad, Descartes abandona el suelo. Lo deja por la firmeza. ¿Qué es esta firmeza? ¿De dónde viene en Descartes la firmeza del firmum? El mismo lo dice: del punctum firmum et inconcussum. Inconcussum = inmutable, es decir inmutable para el saber, para la conciencia, para la perceptio (con Descartes el saber se convierte en perceptio). De ahora en más, el hombre es instalado en su posición de representante. Heideggeriana: SeminarioThor1969

Se ha pasado demasiado rápidamente sobre la distinción entre hypokeimenon y phainomenon. En esa oportunidad no se insistió lo suficiente sobre eso a lo que, divergiendo, se refieren ambos: a) el phainomenon, en efecto, se relaciona a la aletheia y la presupone como su horizonte — pero la aletheia comprendida ya de antemano siempre a partir del legein (incluso en Homero; para esta cuestión ver HEGEL y los griegos). Este sentido decisivo y primario de la aletheia como aletheia del logos; bloquea, para los griegos mismos, la posibilidad de pensar la aletheia como a-letheia (como des-ocultamiento); es decir como Claro. Lo importante aquí es que únicamente el pensamiento del Claro del ser puede aportar la claridad necesaria para volver inteligible al logos; mismo. b) el hypokeimenon es el ente (por consiguiente el phainomenon), pero en cuanto expresamente considerado en el interior de un legein ti kata tinos (de un “decir algo a propósito de algo”). Se advierte pues que el análisis aristotélico del lenguaje en cierto modo culmina con el sentido más inicial del lenguaje, tal como domina ya en la poesía de Homero (en cuanto poesía épica). En griego, nombrar significa de antemano ya siempre enunciar, aussagen; y enunciar es manifestar algo como algo. Es en este sentido sub-yacente que se mueve la poesía homérica (meditar aquí el alcance de la palabra de Mallarmé, citada por Henri Mondor en Vie de Mallarmé, p. 683: “La poesía se separa completamente de su camino después de la gran desviación homérica”). Heideggeriana: SeminarioThor1969

Toda la metafísica hasta HEGEL seguirá pensando el tiempo a partir de las interpretaciones reinantes del ser del ente. Así, por ejemplo en Kant, el tiempo es comprendido en el horizonte de la objetividad (Gegen-ständlichkeit) como lo que se mantiene constantemente en el flujo continuo de los ahoras. Heideggeriana: SeminarioThor1969

¿No se objetará, sin embargo, que estas formulaciones de las que acabamos de señalar su extrañeza están de hecho ya presentes en la metafísica? Esto es, ¿no enuncia HEGEL, al comienzo de la Lógica (Libro primero, primera sección, primer capítulo, C, I): “El ser puro y la nada pura es por consiguiente lo mismo”? En primer lugar, se plantea aquí la cuestión de comprender correctamente la frase. Más radicalmente aún: ¿qué relación puede haber entre el ser y la nada en HEGEL, y la formulación a la que conduce el reconocimiento extrametafísico de la diferencia ontológica como fuente oculta de la metafísica? Para abordar esta cuestión el seminario se interroga por el lugar donde, en el pensamiento de HEGEL, se halla la proposición ante-dicha. Heideggeriana: SeminarioThor1969

Se halla al comienzo de la Lógica. En realidad, la Lógica se intitula Wissenschaft der Logik (Saber [en su articulación orgánica] de la lógica). La proposición habla desde el horizonte de un Wissen, de un saber (que HEGEL imagina diciendo que se trata de los pensamientos de Dios antes de la creación). Heideggeriana: SeminarioThor1969

Ahora puede comprenderse porqué el ser, en HEGEL, es lo inmediato indeterminado. Frente a la conciencia, que no es conciencia de algo más que en la medida en que es ante todo y radicalmente reflexión de la conciencia sobre sí misma, el ser es la antípoda de la conciencia. Frente a la conciencia, que es mediación, es lo in-mediato. Frente a la conciencia, que es determinación, es lo indeterminado. Por lo cual el ser es, en HEGEL, el momento de la alienación absoluta de lo Absoluto. Por lo cual la Nada es lo Mismo que el ser. Comprender que la Nada es tan radicalmente tomada a partir de la conciencia como el ser. Heideggeriana: SeminarioThor1969

En la proposición de HEGEL: “Das reine Sein und das reine Nichts ist also dasselbe” (El ser puro y la nada pura es por consiguiente lo mismo) figuran las mismas palabras Ser y Nada que en la conferencia ¿Qué es metafísica? De donde la siguiente pregunta: ¿en qué medida es posible emplear las mismas palabras en el interior y en el exterior de la metafísica? Heidegger remite aquí a la última página de De camino al habla: “Que la posibilidad de una transformación madura del habla haya llegado al horizonte intelectual de Wilhelm von Humboldt lo atestiguan las palabras de su tratado ‘Sobre la diversidad de la estructura del habla humana… Según escribe el hermano en el prólogo, Wilhelm von Humboldt ha trabajado en este tratado hasta su muerte ‘en solitario, en la cercanía de un sepulcro’. Wilhelm von Humboldt, cuyas penetrantes y oscuras miradas a la esencia del habla no debemos dejar de admirar, dice: ‘La aplicación de una forma sonora ya existente a los propósitos internos del habla… puede ser pensada como posible en épocas medias de la formación del habla. Por la iluminación interior y por la gracia de circunstancias exteriores favorables, un pueblo podría impartir a su habla heredada una forma tan diferente que llegaría a ser un habla del todo distinta y nueva’ (Párr. 10, p.84). Más adelante (párrafo 11, p.100) se dice: ‘Sin modificar el habla en sus sonoridades, y todavía menos en sus formas y leyes, el tiempo — por el creciente desarrollo de ideas, un aumento en la capacidad de reflexión y una sensibilidad más penetrante — introducirá en ella lo que anteriormente no poseía. De este modo se depositará en el mismo contenedor otro sentido; bajo el mismo cuño se dará algo distinto; siguiendo las mismas leyes de conexión se indicará una secuencia de ideas distintamente escalonada. He aquí el fruto constante de la literatura de un pueblo y, dentro de ella, singularmente de la poesía y de la filosofía’. Heideggeriana: SeminarioThor1969

Invirtiendo el idealismo de HEGEL a su manera, Marx exige que se de precedencia al ser por sobre la conciencia. Como no hay conciencia en Ser y Tiempo, ¡es posible creer aquí estar leyendo a Heidegger! Es al menos de este modo como Marcuse ha leído Ser y Tiempo. Heideggeriana: SeminarioThor1969

Después de estas reflexiones sobre la época, Heidegger vuelve a la cuestión planteada durante una sesión precedente: ¿cómo se diferencia la frase de HEGEL “el ser puro y la nada pura son lo mismo” y la tesis de ¿Qué es metafísica? en cuanto a las relaciones del ser y la nada? Para HEGEL, tanto el ser como la nada son lo absoluto en su más extrema alienación. ¿Pero para Heidegger? La identidad del ser y la nada es dicha partir de la diferencia ontológica. ¿Pero en qué dimensión se mueve la determinación hegeliana considerada a partir de la diferencia ontológica? La proposición de HEGEL no conduce a la diferencia ontológica: es, como lo indica el título mismo de la obra de HEGEL, una frase ontológica. En efecto, toda la Lógica es un conjunto de proposiciones ontológicas enunciadas bajo la forma dialéctico-especulativa, a partir de lo cual se comprende que la Lógica reúna los pensamientos de Dios antes de la creación. ¿Pero qué quiere decir “creación”? Creación es creación del mundo. En alemán: Herstellung, en griego: poiesis. Son creados los entes. ¿De qué tiene necesidad, sin embargo, la producción de entes? Es necesario considerar aquí el ejemplo aristotélico del arquitecto. El arquitecto crea a partir del eidos. Antes de la creación, Dios piensa el eidos del mundo, es decir la totalidad de las categorías. Tal es el sentido de la ontología o Lógica hegeliana. Presenta tal cual la ontología en la que Dios toma la medida de su creación. Heideggeriana: SeminarioThor1969

Considerada desde la diferencia ontológica, la proposición de HEGEL se mueve de la diferencia: la pendiente ontológica. Su cuestión es enunciar el ser del ente — que, después de Kant, es la objetividad del objeto. Heideggeriana: SeminarioThor1969

Si el ser está, así, en necesidad del hombre para ser, es necesario presumir una finitud del ser; que el ser no sea, pues, absolutizado en su inmanencia es la más aguda antítesis con respecto a HEGEL. Porque aunque HEGEL dice que el absoluto no es “sin nosotros”, no lo dice más que como eco del “Dios tiene necesidad de los hombres” cristiano. Para el pensamiento de Heidegger, al contrario, el ser no es sin su relación al Dasein. Heideggeriana: SeminarioThor1969

Nada está más lejos de HEGEL y de todo idealismo. Heideggeriana: SeminarioThor1969

Pues en el comienzo del pensar moderno se encuentran jerárquicamente antes de cualquier exposición de la cuestión del pensar, tratados sobre el método: el Discours de la méthode y las Regulae ad directionem ingenii de Descartes. Y en la época de la consumación y remate de este pensar — en la parte final de la Ciencia de la lógica de HEGEL — el método del pensar y su asunto se vuelven aun expresamente idénticos. Heideggeriana: NomesSagrados

P. ¿Ha seguido las investigaciones de su antiguo alumno Herbert Marcuse? Heidegger: Herbert Marcuse preparó en Freiburg, bajo mi dirección, su tesis sobre HEGEL en 1932. Es un buen trabajo. Después, no he seguido todas sus investigaciones. Leí ‘El hombre unidimensional’. P. Algunos han creído encontrar relaciones entre las preguntas de Marcuse y su problemática. Heidegger: No es imposible. Heideggeriana: Towarnicki

P. ¿Un encuentro de Marx y Heidegger es posible? Heidegger: Sobre el terreno mismo de mi problemática no lo creo. La pregunta del Ser no es la pregunta de Marx. Esto no quiere decir que la obra de Marx sea menos importante que la de HEGEL, o extraña a la metafísica. El ser está pensado por Marx como Naturaleza a la que es necesario doblegar, dominar. Marx sigue siendo el más grande de los hegelianos. P. ¿Lee continuamente a Marx? Heidegger: Releí recientemente sus escritos de juventud. Por otra parte he seguido los trabajos de mi discípulo Landshut que los publicó en 1931. Tenía la intención de hacer sobre estos textos, el pasado verano, un seminario privado, con algunos profesores de las democracias populares que me lo pidieron. Heideggeriana: Towarnicki

P. Se ha tratado a veces de acercarse al desarrollo de su pensamiento a partir de las influencias que ha sufrido, ¿qué piensa al respecto? Heidegger: He sido influenciado sobre todo por la tradición. Pero este modo de elucidación es típicamente universitario. ‘Heidegger y HEGEL’, ‘Heidegger y Scheling’… Si se creyera a ciertos comentadores al tomar a Aristóteles, Husserl, Brentano y combinarlos, se obtendría ‘Ser y Tiempo’. Es cómico. Heideggeriana: Towarnicki

Submitted on 18.09.2023 17:23
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